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domingo, 17 de septiembre de 2017

Las claves para entender a la oposición venezolana

Por YCC

De subsistir ninguneada en tiempos de Hugo Chávez, la oposición venezolana fue sumando espacios hasta lograr más de 8 millones de votos en las elecciones parlamentarias del pasado 2015, una cifra que rozó en un plebiscito interno el pasado 16 de julio, en circunstancia desfavorable y montada contra reloj. Ese capital social, sin embargo, fue infértil para lograr los cambios de gobierno que añora la derecha criolla. ¿Qué limita entonces a la oposición venezolana? Vamos a ello, pues.

Haga usted el noble ejercicio de asumir y digerir todas las imágenes que por más de cuatro meses nos hicieron llegar los grandes medios sobre la situación interna de Venezuela. Tendría a la vista un escenario compuesto por hambre, escasez de alimentos y medicinas, e inseguridad ciudadana; caos en los servicios públicos y urbanos; violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos, al Estado de Derecho y a la Constitución; represión militar generando muertes, heridos, detenidos y civiles procesados en tribunales militares; por demás, aislamiento y condena internacional. Sume a ello la percepción generalizada de millones de personas en las calles en protestas casi diarias.

No caigamos en el debate sobre la objetividad de los medios y líderes políticos de oposición que nos vendieron este panorama. Concedamos el beneficio de la duda y tengamos la nobleza de dar por cierta cada una de esas verdades. Pero entonces, ¿cómo se explica que Maduro se haya mantenido en el poder, e incluso, se haya consolidado más en ese periodo de protestas?

Aquí es cuando las miradas se vuelven hacia la oposición, su dirigencia y su Mesa de la Unidad Democrática (MUD) como bloque integrador de las fuerzas adversarias al chavismo. Resulta difícil de entender que en un país con las condiciones planteadas anteriormente, la oposición no haya logrado sacar al gobierno. Ejemplos recientes de la historia latinoamericana (Honduras, Ecuador, Paraguay, Bolivia) han demostrado que incluso en situaciones de menor gravedad y tensión, han caído gobiernos por las protestas sociales.

Sin embargo, la oposición venezolana se compone por más de 30 partidos cuyo factor común es el antichavismo. Y punto. De más está ampliar en que la convivencia y armonía en tales circunstancias, tiene la sutileza de un elefante en una vidriería. La unidad en la MUD es un ejercicio coyuntural, oportunista, de alianzas con pasados y futuros enemigos. Repasemos algunos hechos que nos ayudarán a poner en blanco y negro las marcadas diferencias que afloran en la MUD, y el impacto negativo que deja en sus bases militantes.

Falta de liderazgo de la MUD. De hecho, la estructura que debiera marcar los rumbos de la oposición es rectorada por figuras sin capacidad de ascendencia política sobre los partidos, ni es reconocida por la población. Carece actualmente de un puesto de conducción o secretaría general: esta pasó de un político de carrera como Ramón Guillermo Aveledo, al periodista de farándula política Jesús “Chuo” Torrealba, y luego disuelta. Incluso en el actual contexto político preelectoral, la MUD no se reúne, no dirige, no coordina, y lo que es peor, cualquier opositor (¡literalmente cualquiera!) emite una declaración como vocero ocasional de la MUD.

Ausencia de liderazgo en una figura política. Alguna vez lo dije: Henry Ramos Allup (Acción Democrática –AD) tiene la estructura partidista; Julio Borges (Primero Justicia –PJ) los financiamientos; Leopoldo López (Voluntad Popular –VP) la figura con mayor aceptación en las masas; Manuel Rosales (Un Nuevo Tiempo –UNT) la propuesta discursiva más centrada; María Corina Machado (Vente Venezuela –VV) y Antonio Ledezma (Alianza Bravo Pueblo –ABP) tienen las posiciones más consecuentes entre palabra y acción. Sin embargo, ninguno de ellos ha logrado construir los códigos políticos necesarios para liderarlos a todos, y menos a la población.

Unidad frágil y fracturada. Solo se logran consensos y apoyos limitados ante eventos electorales. En ocasiones las diferencias internas han obligado a elecciones primarias (a cualquier ámbito) para disfrazar en un ejercicio de democracia la incapacidad de identificar a un candidato de conveniencia común. Ahora me resulta interesante imaginar la funcionabilidad de un supuesto gobierno de la MUD, donde –especulemos– el presidente sea Ramos Allup, y progresivamente el resto de los partidos “aliados”, sean marginados y tomen rumbos propios. Es que si en algo ha sido objetivo el chavismo, es en asegurar la unidad de sus fuerzas como bases solidas de su gobierno, pero la MUD hoy no tiene las fuerzas suficientes para lograr algo similar.

Estrategia política subordinada al chavismo. Desde que el chavismo irrumpió en el plano político venezolano, la oposición perdió la capacidad de generarle al país propuestas atractivas y diferentes. De hecho, su agenda política es el anti-chavismo. Toda oposición tiene la comodidad de criticar al gobierno como estrategia de desgaste, pero la política de confrontación debe complementarse con la política de movilidad o cambio, que genere expectativas en sus bases militantes, pero también en las del bando contrario. De ello también adolece la oposición, cuya propuesta anti-chavista no se traduce en un plan de gobierno que para el ciudadano de a pie sea más atractiva que el chavismo en sí. Constituye entonces una muestra de debilidad política para la oposición, que su principal oportunidad esté en las debilidades del chavismo, y no en las fortalezas que de por sí misma pueda tener la derecha.

Proyección política flexible…demasiado. La MUD no tiene problemas en dar giros de timón de 180°, pero ello tiene un costo político significativo, sobre todo cuando responde a intereses de partido con los cuales sus bases militantes no se identifican. El ejemplo más reciente: el 16 de julio la oposición recibió el voto de casi 8 millones de venezolanos en el país y en el exterior, para que se arreciaran las protestas pacíficas y se conformase un gobierno paralelo; pero pasadas 2 semanas la MUD determinó que lo correcto era ir a elecciones regionales, en contra de la voluntad de los mencionados votantes. O sea: primó el interés de figuras políticas en ocupar espacios de poder, por encima de la voluntad de sus seguidores. Sin embargo, el mensaje más comprometido estuvo en dejar en desamparo la memoria de los más de 150 caídos en las protestas de calle. Olvidados por la oposición, ya nadie recuerda quién fue el fallecido 54, o el 87, ni siquiera quién fue el último que murió en esas acciones convocadas por la misma oposición. Súmese el saldo de descontento, desmotivación y apatía que ello genera en las bases.

Son algunas de las principales barreras conceptuales que limitan a la oposición. Si no las superan de inmediato, habrá en Venezuela gobierno chavista para buen rato. El tiempo ya corre.