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jueves, 28 de septiembre de 2017

Los 90, una década para la arquitectura turística en La Habana

Por DianaLeon

La arquitectura cubana de los años ochenta fija su atención en la remodelación de la capital. Se apuntaba además, a un incipiente mercado turístico internacional que recién se estrenaba. Para satisfacer las nuevas demandas, se construyeron nuevos hoteles en las zonas ya consolidadas del Vedado y Miramar tales como el Cohíba, el Meliá Habana, el Occidental Miramar y el Panorama. Esta arquitectura turística, a veces historicista en su lenguaje postmoderno, idealiza símbolos provenientes de soluciones constructivas precolombinas antillanas (tabique de madera y cubierta de paja), o de la arquitectura colonial (galería continua y cubierta de teja), o bien recurren a repertorios clásicos de la antigua tradición greco-latina (columna, frontón y arcada que estructura un puente sobre el agua).

La arquitectura cubana de los años ochenta fija su atención en la remodelación de la capital. Pasando por la restauración del conocido Centro Histórico de la capital habanera, interviniendo en las plazas y cuadrículas que las circundan, hasta la actuación de otras zonas periféricas. Se apuntaba además, a un incipiente mercado turístico internacional que recién se estrenaba.

Con la caída del bloque Socialista, la supresión de la subvención soviética, la entrada de capital extranjero y la dolarización generalizada en el modo de vida cubano, se genera un brusco cambio en el quehacer arquitectónico de la Isla en los años noventa. Se termina la etapa dedicada a una arquitectura socialista que buscaba solucionar las necesidades del pueblo (viviendas, escuelas, hospitales), volviéndose a privilegiar las características de función turística (hoteles, grandes centros comerciales y residencias individuales, sólo para turismo extranjero).

Para satisfacer las nuevas demandas, se construyeron nuevos hoteles en las zonas ya consolidadas del Vedado y Miramar tales como el Cohíba, el Meliá Habana, el Occidental Miramar y el Panorama. Algunos respondieron, a proyectos importados y a la tipología de edificio en altura. En el interior del país, se potenció el turismo de sol y playa, en polos establecidos como Varadero y otros incipientes como los cayos de la costa norte, en los que predominó el modelo de edificaciones dispersas.

Esta arquitectura turística, a veces historicista en su lenguaje postmoderno, idealiza símbolos provenientes de soluciones constructivas precolombinas antillanas (tabique de madera y cubierta de paja), o de la arquitectura colonial (galería continua y cubierta de teja), o bien recurren a repertorios clásicos de la antigua tradición greco-latina (columna, frontón y arcada que estructura un puente sobre el agua). También resultan interesantes las soluciones enfocadas en lo vernáculo local en el propio ambiente donde erigirán su espacio construido. Por ejemplo, así sucedió con Hotel Santiago de Cuba (1991) -de los arquitectos José A. Choy y Julia León-. Aquí los autores parten de una reflexión que toma en cuenta la arquitectura de techos metálicos de la ciudad, las estructuras de los centrales azucareros y de los almacenes del puerto.

Al mismo tiempo, en la parte más antigua de la ciudad, tomaba fuerza la rehabilitación del fondo construido y la consolidación de la zona como punto de interés para el desarrollo del turismo; procesos que venían dando sus primeros pasos desde años precedentes.

Desde 1982 La Habana Vieja y su sistema de fortificaciones fueron inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial, punto de partida para su reconocimiento como Zona Priorizada para la Conservación en 1993 y Zona de Alta Significación para el Turismo en 1995. A partir de ese momento la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana ha tenido respaldo de un marco legal que entre otros poderes, le otorgó capacidades de autofinanciamiento para sustentar el proceso de rehabilitación del Centro Histórico, mediante la creación de fuentes generadoras de ingresos, tales como servicios gastronómicos, comerciales y de alojamiento. De esta forma, se abrieron hoteles para el turismo internacional, que respondieron a un nuevo tipo de instalación, de pequeña escala, en algunos casos clasificados como hostales; los cuales surgieron a partir de la rehabilitación y refuncionalización de inmuebles de alta valor histórico, así como del rescate de hoteles abandonados. Con esta estrategia se persiguió el objetivo de obtener beneficios económicos sacando partido del atractivo turístico de estos edificios, por medio de la conservación y potenciación de sus valores patrimoniales.

Fueron restaurados importantes monumentos y espacios urbanos — los conventos de Santa Clara, San Francisco, y de Belén, la Plaza Vieja, la Aduana, el barrio chino, el Malecón —, así como refuncionalizados palacios y edificios públicos: el ejemplo más representativo y logrado es la Lonja de Comercio (1909), que se adaptó para oficinas de empresas extranjeras, con el apoyo financiero del grupo español Argentaria.

Algunas construcciones turísticas en esos años fueron: 

Hotel Meliá Cohíba

Ubicado a unos pocos metros del Malecón y en una de las zonas más privilegiadas del barrio del Vedado, en La Habana, se encuentra el Hotel Meliá Cohíba, insignia de Meliá Hotels International en Cuba desde su construcción a mediados de la década de 1990. El hermoso edificio fue el primero de su tipo construido por esa compañía española en la isla antillana.

Hotel Raquel

Inmueble de fachada barroca y tres niveles, situado en la esquina que forman las calles Amargura y San Ignacio en la Habana Vieja, próximo a la Plaza Vieja y de la Plaza San Francisco de Asís.

En 1990 comenzaron las labores de restauración del inmueble por parte de los especialistas de la Oficina de Habaguanex de la Oficina del Historiador, quedando convertido en el año 2003 en el actual Hotel Raquel como homenaje a aquella mujer, emblemática de la cultura hebrea e inspiradora de innumerables obras de arte, considerada la cuarta matriarca del pueblo judío.

El Hotel Raquel acumula un quehacer en aras de fomentar y divulgar el conocimiento sobre la milenaria cultura hebrea, además de convertirse en un espacio para la promoción de artistas cubanos consagrados y noveles.