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domingo, 24 de septiembre de 2017

Los tsunamis y sus escalofriantes descubrimientos

Por Elizabeth Almeida

Antes de que ocurriera el tsunami de Japón del 2011, se pensaba que las zonas de subducción regulares eran las más peligrosas y que creaban los fenómenos más fuertes. Sin embargo el criterio de los investigadores ha variado y se piensa que las zonas de subducción progresiva podrían separarse de manera parcial de la placa principal. Incluso se teme que un sismo de fuerza moderada podría traer como consecuencia que el suelo del océano salte de arriba a abajo, creando así un poderoso y devastador tsunami. Donna Shillington, coautora de la investigación alertó que con esa gran falla, la parte externa de la placa terrestre podría moverse de manera independiente y provocar que un tsunami alcance una fuerza y una altura en sus olas mucho mayor, estimándose incluso que puede llegar a tocar tierra con un impulso tal que lo haga adentrase profundamente en el territorio.

Un nuevo mapa realizado sobre el fondo oceánico de la fría costa de Alaska muestra las sorprendentes características geológicas que se asemejan a la zona que generó el devastador tsunami de 2011 en Japón. Este reciente descubrimiento ha puesto en alerta a la comunidad científica pues implica que hasta el momento se ha subestimado grandemente el riesgo de que pueda ocurrir un tsunami en dicha región del planeta.

El hallazgo fue publicado en fecha reciente por Nature Geoscience y muestra como la región, llamada Shumagin Gap, es una zona clasificada como de subducción progresiva que se extiende unos 145 kilómetros paralela a la costa de Alaska. El equipo mientras hacia su investigación, logró registrar una serie de pequeños sismos en la región, lo que nos da a entender que la falla está activa y lista para causar problemas.

La autora principal del estudio, Anne Bécel, del Observatorio Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia confirma que este descubrimiento sugiere que esa parte de Alaska es particularmente propensa a la generación de tsunamis y destaca que la posibilidad de que esas características estén en otras zonas es bastante alta, y debe ser considerado como un tema de importancia mundial.

Antes de que ocurriera el tsunami de Japón del 2011, se pensaba que las zonas de subducción regulares eran las más peligrosas y que creaban los fenómenos más fuertes. En esas áreas, debido al movimiento de la corteza terrestre una placa se hunde debajo de otra, aumentando así la tensión hasta que se libera en forma de terremoto. Las zonas conocidas como de subducción de arrastre, por otra parte, tienden a liberar esa tensión acumulada en forma de pequeños terremotos con una mayor frecuencia, por lo que se evita la formación de maremotos más grandes.

Sin embargo el criterio de los investigadores ha variado y se piensa que las zonas de subducción progresiva podrían separarse de manera parcial de la placa principal. Incluso se teme que un sismo de fuerza moderada podría traer como consecuencia que el suelo del océano salte de arriba a abajo, creando así un poderoso y devastador tsunami.

Donna Shillington, coautora de la investigación alertó que con esa gran falla, la parte externa de la placa terrestre podría moverse de manera independiente y provocar que un tsunami alcance una fuerza y una altura en sus olas mucho mayor, estimándose incluso que puede llegar a tocar tierra con un impulso tal que lo haga adentrase profundamente en el territorio. La especialista aclaró que esto se debe a que se obtiene un movimiento mucho más vertical si la parte que se mueve está más cerca de la superficie del fondo marino.

La zona de subducción progresiva es mucho más pequeña y ligera que el resto de la placa en la que se encuentra, por lo que una vez el movimiento pasa por debajo de ella, se eleva mucho más alto y rápido que el resto. Si bien con este descubrimiento, el riesgo es mucho mayor de lo que se pensaba con anterioridad, los expertos aclaran que todavía es difícil cuantificar con exactitud el riesgo de vivir cerca de esas delicadas áreas.

El terremoto y tsunami de Japón de 2011, denominado oficialmente por la Agencia Meteorológica de Japón como el terremoto de la costa del Pacífico en la región de Tōhoku de 2011 o Gran terremoto de Japón oriental del 11 de marzo, fue un terremoto de magnitud 9,0 que creó olas de maremoto de hasta 40,5 metros. El epicentro del terremoto se ubicó en el mar, frente a la costa de Honshu, en la prefectura de Miyagi, Japón. El terremoto duró aproximadamente 6 minutos según los sismólogos. Este fenómeno ocurrió a causa de un desplazamiento en proximidades de la zona de la interfase entre placas de subducción entre la placa del Pacífico y la placa Norteamericana.

Tras el terremoto se generó una alerta de tsunami para la costa pacífica de Japón y otros países, incluidos Nueva Zelanda, Australia, Rusia, Guam, Filipinas, Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Nauru, Hawai, Islas Marianas del Norte, Estados Unidos, Taiwán, América Central, México, Alaska, Canadá, además en Sudamérica, Colombia, Perú, Ecuador, Tierra del Fuego, Argentina y Chile. La alerta de tsunami fue la más grave en su escala local de alerta, lo que implica que se esperaba una ola de 10 metros de altura.

La Agencia de Policía Nacional japonesa confirmó 15,845 muertes, 3,380 personas desaparecidas y 5,893 heridos a lo largo de 18 prefecturas de Japón.