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miércoles, 13 de septiembre de 2017

Pedazos de Egipto por el mundo

Por Miss GD

Las Agujas de Cleopatra (Cleopatra's Needle) es el nombre anglosajón de una pareja de obeliscos ordenados esculpir por el faraón Tutmosis III en el siglo XV a. C. Inicialmente se erigieron en la antigua ciudad de Iunu, la "Heliópolis" de Egipto. Posteriormente fueron trasladados a Alejandría, por deseo de César Augusto. En el siglo XIX fueron trasportados a Londres y Nueva York respectivamente. La palabra "obelisco" proviene del término griego obeliskos, que es diminutivo de obelos y significa "aguja", pero, a pesar de su nombre, las Agujas de Cleopatra no tienen ninguna relación con la reina gobernante de Egipto Cleopatra.

Los obeliscos fueron esculpidos en granito rojo, miden cerca de 21 metros de altura, pesan unas 180 toneladas y están inscritos con jeroglíficos egipcios. Fueron erigidos originalmente alrededor de 1450 a. C. El granito provenía de las canteras de Asuán, cerca de la primera catarata del Nilo. Las inscripciones fueron ordenadas grabar unos doscientos años después por Ramsés II, para conmemorar sus victorias militares. Cuando fueron trasladados a Alejandría en el año 12, se instalaron en el Caesarium (un templo construido por Cleopatra) pero fueron derribados más adelante. Gracias a que quedaron enterrados, se conservaron la mayoría de los jeroglíficos a salvo de la acción atmosférica.

La aguja de Londres está en Westminster. Fue un regalo al Reino Unido que Mehemet Ali hizo en 1819, en conmemoración de las victorias de Lord Nelson en la batalla del Nilo y de sir Ralph Abercromby en la batalla de Alejandría de 1801. Aunque el gobierno británico agradeció el gesto, declinó financiar el costo de transportarlo a Londres, por lo que permaneció en Alejandría hasta 1877, cuando sir Erasmus Wilson, patrocinó su transporte a Londres. Fue erigido en el Embankment (Londres), a orillas del Támesis.

Los obeliscos se extraían de las canteras abriendo surcos en el perímetro percutiendo con bolas de dolerita. Antes de tallar los jeroglíficos, se pulía la superficie con polvo de esmeril. Para comprobar la calidad de la pulimentación, se presionaba la piedra contra una superficie plana, cubierta de ocre rojo, que marcaba las zonas salientes; éstas se pulían y se volvía a comprobar la superficie. Las inscripciones se tallaban con esmeril, tal vez con la ayuda de herramientas de cobre para aplicar el abrasivo. El cobre era el metal más utilizado por los egipcios hasta el Imperio Nuevo, que por sí sólo no era lo bastante duro como para tallar las piedras más duras, como el granito.

La política de préstamos de piezas entre diferentes instituciones museísticas y la proliferación de exposiciones temporales han provocado que últimamente haya un intenso vaivén de objetos arqueológicos de un lado a otro del mundo. Exposiciones temporales temáticas sobre los mismos temas que tratábamos con la didáctica: el Más Allá (The Quest for Immortality, exposición itinerante del Bolton Museum por el Lejano Oriente) y la vida cotidiana (Daily Life in Ancient Egypt, exposición temporal en el Yale Peabody Museum).

Pero en este caso también se añaden temáticas sobre la propia Egiptología y egiptólogos reconocidos (Champollion en personne en el Musée des Écritures du Monde de Figeac), sobre excavaciones arqueológicas recientes (Projecte Monthemhat. Les mòmies oblidades, en el Museu d’Arqueologia de Catalunya) y sobre personajes del Antiguo Egipto (Haremhab, The General Who Became King, en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York). Son formas de acercar por un lado la ciencia egiptológica y, por otro, la vida y/o la muerte en el antiguo Egipto, personificando y acotando el contexto a explicar.

Si en sus orígenes, las colecciones egipcias fuera de Egipto llevaban el germen de la superioridad, la singularidad y la posesión, hoy en día la justificación de por qué han permanecido donde están los objetos expoliados en su momento es variada según qué institución. Se trata supuestamente de regalos de los propios gobernadores egipcios, que se sacaron de Egipto antes de la existencia de cualquier legislación, que son una muestra de una cultura desparecida hace miles de años y que no todo el mundo tiene la oportunidad de ver sus restos en directo.