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sábado, 2 de septiembre de 2017

Vecinos de la radiación

Por Elizabeth Almeida

El accidente de Fukushima se produjo luego de que un fuerte terremoto de magnitud 9,0 en la escala de Richter golpeara las costas de la nación nipona el 11 de marzo del año 2011, provocando un tsunami que impactó directamente a la central nuclear y liberó grandes cantidades de material radioactivo, del cual alrededor de un 80% se encuentra aún concentrado en el océano y en los polos. La principal fuente de radiación liberada tras ese suceso es el cesio-137. Para intentar cuantificar el efecto biológico de los niveles de radiación absorbidos por los habitantes del planeta, los científicos emplearon una unidad llamada sieverts. Después del desastre de Fukushima, cada persona recibió de promedio unos 0,2 milisieverts (mSv) de radiación.

Un equipo de científicos que se han dedicado a analizar las consecuencias del accidente nuclear de Fukushima ha llegado a la conclusión de que todas las personas que habitamos en el planeta recibimos una dosis de radiación. A pesar de lo dramático que puede sonar esta afirmación, los expertos han aclarado que no hay de qué preocuparse, pues dicha exposición es similar a la que recibiríamos si tuviéramos que realizarnos una radiografía.

Esto, según afirma el equipo de científicos, es poco comparado con la cifra de la radiación anual que se sufre en el continente de Europa, que equivale a unos 2.7 mSv. Poniendo otros ejemplos, los especialistas afirman que una radiografía de tórax estándar es de aproximadamente 0,1 mSv, mientras que si acudes a realizarte una tomografía computarizada esto te hace recibir 15 mSv. Según las cifras brindadas se necesitan 1.000 mSv para que pueda comenzar a ser perjudicial para la salud y derive en síntomas como náuseas y vómitos. Los habitantes que se encontraban cerca de la central de Fukushima fueron lógicamente los más afectados, recibiendo una dosis de radiación que se encontraba entre los 1 y los 5 mSv. En otros puntos de Japón, la radiación disminuyó hasta los 0,5 mSv.

La exposición a pequeñas cantidades de radiación durante un período prolongado de tiempo, aumenta considerablemente el riesgo de cáncer. También puede llegar a causar mutaciones en los genes, que podrían transmitirse a cualquier niño que sea concebido luego de la exposición. Mucha radiación en un corto período de tiempo puede causar quemaduras o enfermedades por radiación. Entre los múltiples síntomas de la enfermedad por radiación se incluyen náusea, debilidad, caída del cabello, quemaduras en la piel y disminución de la función de varios órganos. Si la exposición es lo suficientemente grande, puede llegar a causar envejecimiento prematuro e inclusive la muerte.

En uno de los ejemplos más tristemente célebres de la historia de la humanidad podemos encontrar las devastadoras consecuencias de las bombas lanzadas por Estados Unidos en los territorios de Hiroshima y Nagasaki. Más del 80 % de las personas que fueron expuestas a la radiación en un radio de 1 kilómetro de la zona cero murieron a causa de sus efectos. Entre las enfermedades atribuidas a las bombas que aparecieron luego de 1945 figuran la leucemia o el cáncer. El riesgo de padecer leucemia alcanzó su pico siete u ocho años luego de la exposición a la radiación, mientras que los casos de cáncer comenzaron a aumentar unos 20 años después. Los estudios realizados en Japón confirman que la exposición a la radiación crea ciertas modificaciones genéticas que hacen a los organismos más proclives a desarrollar esta enfermedad.

El cáncer no es el único riesgo para la salud de los supervivientes. Las enfermedades cardiovasculares también son más frecuentes entre los supervivientes de las bombas atómicas que en la población general. La edad promedio de los supervivientes de los bombardeos es de 80 años, cifra que se considera baja para la nación asiática que cuenta con algunos de las personas más longevas de todo el planeta.