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sábado, 7 de octubre de 2017

Génesis de la eñe

Por Yaima

Pocos saben el origen de la letra eñe, destacadamente española pero también presente en otras lenguas más distantes en América. Los expertos indican que para conocer cómo surgió esta icónica letra habría que retroceder en el tiempo hasta la Edad Media cuando los monjes, que eran de las pocas personas que sabían leer y escribir, para ahorrar tiempo y pergamino, simplificaron el vocablo que hasta entonces se utilizaba de manera informal para representar la letra que en la actualidad identifica al idioma Español. Durante el siglo XIV la eñe se extendió en su uso, y en 1492 el intelectual Antonio de Nebrija la incluyó en la primera Gramática castellana. El español es una de las lenguas más extendidas del mundo. Estadísticas del Instituto Cervantes afirman que hay más de 470 millones de hispanohablantes nativos en todo el mundo, y de esa manera el español se sitúa como la segunda lengua materna más hablada del mundo, después del chino mandarín.

La letra ñ es relativamente joven, teniendo en cuenta la evolución del lenguaje y el alfabeto. No fue hasta el año 1803 cuando entró en el diccionario de la Real Academia Española, pero su origen se remonta casi a 1 000 años atrás. En latín, ni la letra ni el sonido correspondiente a la eñe existían, pero a medida que el latín evolucionó y empezaron a surgir las lenguas románicas, como el castellano, el francés o el italiano, apareció ese sonido nasal (cuando el aire sale por la nariz) y palatal (al pronunciarlo el dorso de la lengua se apoya contra el paladar), que hoy identificamos como eñe.

Cuentan los lingüistas que al no existir la letra eñe en el alfabeto latino, los escribas tuvieron que inventar formas de reproducir ese sonido en los textos de las lenguas romance. Es así como desde el siglo IX los copistas empezaron a transcribir el sonido de la eñe de tres formas diferentes, como una doble n, “nn” (anno = año); como “gn” (lignu = leño), y como "ni" seguido de una vocal (Hispania = España). Pero entonces, como no había una norma generalizada, se generó una situación caótica porque podía suceder con frecuencia que en un mismo texto se encontraran las tres variaciones fonéticas de la eñe, según la procedencia del copista.

De acuerdo con el catedrático de la lengua española en la Universidad de Salamanca, José J. Gómez Asencio, los escribas que optaban por usar la doble “ene” (o ene geminada), empezaron a abreviar esa forma dejando una sola ene y poniéndole encima una vírgula (el sombrerito tan característico de la ñ). Fue una solución ideada para ahorrar pergamino y facilitar el duro trabajo de los monjes escribanos. Es por eso que el uso de abreviaturas fue muy común en aquella época.

Así sucedió hasta el siglo XIII cuando se hizo la reforma ortográfica del rey Alfonso X el Sabio con el objetivo de establecer las primeras normas del castellano, fue entonces que se estableció que el sonido de la eñe se representaría únicamente con la letra ene con vírgula encima.

En la Península Ibérica, los idiomas español, asturiano y gallego optaron por la eñe, pero cada lengua románica adoptó su propia solución gráfica para el sonido palatal nasal. De ese modo tanto el italiano como el francés se quedaron con la “gn” (Espagne, Spagna), el portugués con la “nh” (Espanha), y el catalán con la “ny” (Espanya). Los académicos afirman que tanto la letra eñe como su sonido (o fonema) no son exclusivas del español, también en América Latina cuentan con la eñe muchas lenguas indígenas como el mixteco, el zapoteco, el otomí, el quechua, el aymara, el mapuche y el guaraní.

Sobre cómo fue incorporada esta letra más allá de territorio europeo, donde supuestamente se originó, el profesor de la Universidad de Valencia, en España, Julio Calvo, comenta que muchas lenguas amerindias no poseían escritura en el siglo XVI, cuando los españoles llegaron al continente americano, es por eso que con la colonización las lenguas que tenían ese sonido fuerte, palatal y nasal, tomaron la eñe del español. De hecho, en la mayoría de los casos los sistemas de escritura de las lenguas indígenas americanas fueron implementados por lingüistas del reino de España.

El catedrático de lingüística románica de la Universidad de Bremen, en Alemania, Klaus Zimmermann, indica que por un lado se puede decir que la eñe fue un préstamo del español, y por otro que fue una imposición, ya que cuando España ocupó América hubo una directiva decretada por lingüistas para facilitar a los indígenas el manejo tanto de su lengua nativa como la española, debiero seguir el sistema de español. Los indígenas en su papel de sometidos no tuvieron más remedio que obedecer al raciocinio pedagógico propuesto por la cultura y la política hispana.

Otras culturas que también tuvieron contacto con el español cuentan con la eñe, como el papamiento de Curazao, el tagalo y el chabacano de Filipinas, el bubi de Guinea Ecuatorial o el chamorro de Guam.