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sábado, 7 de octubre de 2017

Japón continúa la matanza de ballenas

Por Jacky

El fin de la misión estival de caza de ballenas anual de Japón terminó con la muerte de 177 cetáceos en el Pacífico. Aunque Japón firmó la moratoria de caza de ballenas de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), la nación afirma que recurre a esta actividad con fines de investigación, tanto en el Pacífico como en el Antártico. Japón justifica además que la población de cetáceos es lo suficientemente significativa como para soportar que se reanude la caza comercial. La Corte Internacional de Justicia de La Haya ordenó a Tokio, en el año 2014, finalizar la caza en aguas del Antártico, considerando que no cumplían los criterios científicos exigidos. Para ese momento, Japón había anulado su campaña de invierno 2014-2015, pero al año siguiente reanudaron la pesca.

En una misión estival con presuntos fines científicos, los japoneses mataron a 177 ballenas en el Pacífico, en la costa noreste del archipiélago de ese país, según anunció la agencia de pesa japonesa. Para esta actividad, partieron tres buques especializados desde el mes de junio y capturaron 43 ballenas Minke y 143 rorcuales boreales.

En declaraciones a la AFP, el funcionario Kohei Ito, expresó que la caza de ballenas es necesaria para estimar la cantidad de potenciales capturas a largo plazo, justificando además que el objetivo es reanudar algún día la pesca comercial. Aunque Japón firmó la moratoria de caza de ballenas de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), la nación afirma que recurre a esta actividad con fines de investigación, tanto en el Pacífico como en el Antártico. Japón justifica además que la población de cetáceos es lo suficientemente significativa como para soportar que se reanude la caza comercial.

Sin embargo, organizaciones de defensa de las ballenas y varios países denuncian tales argumentos y estiman que Tokio utiliza de manera deshonesta una excepción de la moratoria de 1986. Además, si bien los japoneses sostienen los fines científicos, nunca han negado que la carne de los cetáceos termina generalmente en los platos.

La Corte Internacional de Justicia de La Haya ordenó a Tokio, en el año 2014, finalizar la caza en aguas del Antártico, considerando que no cumplían los criterios científicos exigidos. Para ese momento, Japón había anulado su campaña de invierno 2014-2015, pero al año siguiente reanudaron la pesca.

Desde entonces, el Antártico ha sido escenario de confrontaciones entre balleneros japoneses y defensores de los cetáceos, hasta que Sea Shepherd, organización ecologista, anunció que renunciaba a hostigar a los balleneros japoneses, debido a sus límites frente a la potencia marítima nipona.

La Agencia de Pesca de Japón plantea que ciertos datos como la edad de madurez sexual o el análisis de los contenidos estomacales, solamente pueden obtenerse a través de métodos letales. También sostienen que la carne termina vendiéndose porque la CBI establece que, una vez estudiados los restos, deben aprovecharse lo máximo posible.

La entidad plantea que existen pruebas históricas de que el pueblo japonés ha vivido desde tiempos inmemoriales en estrecha relación con las ballenas. Añadiendo que es el momento de reconocer la importancia de las actividades balleneras en la tradición y cultura culinaria de ese país, y que los japoneses están y deberían estar orgullosos de esto.

El consumo de ballena se remonta a siglos en la historia de Japón, aunque la industria ballenera alcanzó un mayor desarrollo luego de la Segunda Guerra Mundial, pues se empleó para alimentar a un país devastado por la guerra. Sin embargo, la demanda cayó considerablemente los últimos años, de ahí que se dude del sentido de las misiones científicas.

Aunque desde 1982 la Comisión Ballenera Internacional prohibió la captura de ballenas para comerciar la carne, mantuvo la práctica para los casos de investigación científica o subsistencia de la población aborigen. Pero países como Noruega e Islandia, partidarios de la caza controlada de cetáceos para uso comercial, ignoraron la norma, aunque Japón, debido a presiones de Estados Unidos, se acogió a la primera cláusula.

Pero las autoridades niponas presentaron un nuevo plan de captura más detallado y una reducción de la muestra de ballenas cazadas a 333 anuales, lo que sorteaba de manera formal el dictamen de la corte internacional. Los científicos de la CBI concluyeron que la nueva propuesta no demuestra la necesidad de un muestreo letal, pero admitieron no ser capaces de determinar si los métodos no letales pueden ser utilizados para lograr ciertos datos. Japón se aferró a esa declaración para seguir con el programa, además, las decisiones de la CBI no son vinculantes.