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martes, 17 de octubre de 2017

La musa de los ojos grandes

Por Elizabeth Almeida

En el año 2014, el prestigioso cineasta norteamericano, Tim Burton, llevó la sorprendente historia de Margaret a la gran pantalla con el filme Big Eyes que cuenta con Amy Adams y Christoph Waltz en los papeles protagónicos. La cinta intentó convertirse en una reivindicación de la polémica artista que vivió tantos años viendo como otros disfrutaban del reconocimiento de su arte y sumida en un ambiente machista, discriminante y manipulador. Burton confiesa que en las pinturas de Margaret encontró la inspiración para dibujar sus conocidos personajes de animación que nos devuelven nuevamente la seductora tristeza de unos inmensos y profundos ojos.

A principios de la década de los 60 Walter Keane era uno de los nombres más famosos del mundo del arte en los Estados Unidos, gracias a los curiosos retratos que pintaba: niños, mujeres y animales con enormes ojos llenos de tristeza. Su estilo, a pesar de no ser del gusto de la mayoría de los críticos de arte de la época, se hizo inmensamente popular, y le generó miles de admiradores, detractores, imitadores y sobre todo una gran fortuna.

Junto a su esposa Margaret, junto a la que residía en California, el pintor llegó a hacerse popular entre estrellas de Hollywood como Natalie Wood, Joan Crawford, Jerry Lewis o Kim Novak, algunas de las cuales llegaron a pedirle incluso que las retratara con su particular estilo. Incluso el propio Andy Warhol, llegó a celebrar el trabajo de Keane, con el irrefutable argumento de que si un artista era tan exitoso no podía ser tan malo como alegaban los críticos.

Sin embargo, la verdadera historia de Keane, tiene un trasfondo mucho más complejo que la opinión de la crítica. En la cúspide de su popularidad, cuando sus cuadros se vendían a precios exorbitantes para la época y prácticamente todos los amantes del arte tenían al menos una de sus reproducciones; el mundo se sacudió ante la revelación de que los tristes ojos grandes que habían conmovido a millones salieron del pincel de Margaret.

La tormentosa relación entre Walter y Margaret se inició en los años 50 cuando se conocieron precisamente en un festival de arte. Ella, que acababa de divorciarse y ya tenía una hija, encontró en él una figura importante que le permitió empezar una nueva vida lejos de lo que representaba ser una madre soltera en la sociedad americana de la época. La pareja contrajo matrimonio en el año 1955.

Margaret, quien amaba la pintura desde pequeña, tenía sus dibujos de los pequeños de ojos grandes los cuales compartió con su nuevo esposo. Walter encontró una oportunidad en el talento de su esposa y comenzó a vender los cuadros, firmados simplemente como Keane, a varias galerías. Margaret confiesa que no fue hasta tiempo después que se enteró de los negocios de su esposo con sus obras, pero ya era demasiado tarde: todo el mundo pensaba que los polémicos cuadros eran propiedad de Walter.

Preocupada por lo que podría pasarle a ella y a su pequeña hija si se convertía en una mujer divorciada por segunda ocasión, Margaret decidió contribuir con el embuste. Con el dinero que ganaban con los cuadros de los niños de ojos grandes, se compraron una lujosa casa con piscina en una zona apartada. Y mientras Walter se dedicaba al alcohol y a las mujeres, Margaret llegó a pasar hasta 16 horas diarias encerrada en su estudio pintando.

A principios de los controversiales años 60, la pareja ya era muy popular en los medios de prensa y en los círculos más selectos del arte y por sus cuadros llegaron a pagarse decenas de miles de dólares. Las reproducciones de las pinturas se vendían como pan caliente en todo el mundo y no era nada difícil encontrar copias de las emotivas obras en las casas de muchas familias de la clase media estadounidense de aquella época. A pesar de la supuesta bonanza, la relación entre Margaret y Kane no hizo más que empeorar y la artista huyó de casa solicitando el divorcio oficialmente en el año 1965, tras 10 años de matrimonio.

Margaret se trasladó a Hawái, contrajo nuevamente matrimonio con un comentarista deportivo y se hizo testigo de Jehová. En 1970, cuando sus cuadros ya habían pasado de moda precisamente porque descontinúo su venta, decidió que ya no iba a mentir más cuando le preguntaran sobre su autoría y se decidió a contarle toda la verdad a un periodista de la agencia UPI.

Walter rápidamente contratacó asegurando que su esposa era una mujer infiel y una mentirosa compulsiva y que intentaba aprovecharse de su éxito. Ella lo retó a que ambos pintaran en público uno de los cuadros para finalmente demostrar quién era el autor, aunque él se negó. Luego de ese suceso Walter Keane se trasladó a Europa para intentar amainar la tormenta pero a mediados de los 80, en una entrevista con el diario USA Today, Keane llegó a asegurar que su esposa se había atribuido la autoría de las pinturas debido a que pensaba que él había fallecido.

Esta declaración fue el detonante para que Margaret decidiera emprender acciones legales contra su ex esposo por difamación y, tras un juicio que duró varias semanas, el juez les pidió a ambos que hicieran ante todos uno de los retratos. Ella pintó a un niño de enormes ojos tristes en menos de una hora. Él se negó a hacerlo justificando que tenía un problema en un hombro.

El juez acabó concediendo a Margaret una indemnización de 4 millones de dólares que Walter nunca llegó a pagar, ya que había malgastado toda la fortuna que había amasado con los múltiples cuadros de su ex esposa. Cuando, en una entrevista, le preguntaron a Margaret Keane sobre la tristeza que emanaba de los personajes en sus cuadros, explicó que no fue sino hasta años después de crearlos que se dio realmente cuenta que estos solo reflejaban la opresión que ella sentía en su propia vida.

En el año 2014, el prestigioso cineasta norteamericano Tim Burton, llevó la historia de Margaret a la gran pantalla con el filme Big Eyes que cuenta con Amy Adams y Christoph Waltz en los papeles protagónicos. La cinta intentó convertirse en una reivindicación de la polémica artista que vivió tantos años viendo como otros disfrutaban del reconocimiento de su arte y sumida en un ambiente machista, discriminante y manipulador.

Burton confiesa que en las pinturas de Margaret encontró la inspiración para dibujar sus conocidos personajes de animación que nos devuelven nuevamente la seductora tristeza de unos inmensos y profundos ojos.