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sábado, 7 de octubre de 2017

La pobreza de la dieta

Por Yamy

Muchas veces nos preguntamos por qué cuando éramos más jóvenes podíamos comer de todo sin preocupación y no subíamos de peso. Nos manteníamos estables aun cuando podíamos comer grandes cantidades de comida, de todo tipo y a cualquier hora. Sin embargo, después de cierta edad, ni siquiera muy lejos, muchos podemos advertir que nada es como ayer, y en parte todo se debe a que nuestro cuerpo va cambiando pero para peor, si nos ponemos muy críticos. Evidentemente también nuestras rutinas son diferentes, de modo que podemos achacarle al proceso que la falta de actividad y el sedentarismo, más la biología, son los culpables de nuestro sobrepeso, o esos kilitos de más que no nos gustan y que intentamos bajar haciendo las mil y una dietas, sin éxito.

De acuerdo con especialistas, el cuerpo por sí solo se autorregula y mantiene las constantes vitales dentro de unos rangos establecidos para continuar sus funciones de manera óptima. Es lo que se llama “homeostasis”: desde el hipotálamo, el cerebro autorregula el peso. De modo que cada persona tiene un peso natural que se mantiene más o menos fluctúa dentro de un margen, aunque también depende de la herencia genética.

El experto español Luis Navarro, director de la Navarro Clínica, y autor del libro “Método Navarro” comenta que muchas personas que han hecho dieta alguna vez en su vida han podido experimentar el efecto rebote y poco tiempo después han recuperado el peso perdido. Esto sucede porque las dietas interfieren en el sistema natural de regulación del peso. Es decir, cada organismo está diseñado para mantener el peso natural que genéticamente le corresponde, es por eso que cuando hacemos dieta para perder esos kilos que nos vemos de más, bajamos de peso rápidamente, sí, pero igualmente lo recuperamos rápido después. En ese proceso el hipotálamo no diferencia entre dieta o hambruna, y también reacciona pronto para que recuperemos el peso perdido y sobrevivamos.

Cuando hacemos dieta, el cuerpo realiza ajustes para reducir el metabolismo y que de ese modo se consuma menos energía para mantener las funciones vitales del cuerpo, o sea, se trata de esas señales en forma de irritabilidad y ansiedad por comer, que son prácticamente inevitables: el efecto rebote. El especialista afirma que la fuerza de voluntad no logra ser suficiente para vencer el mecanismo de supervivencia que se activa en el organismo cuando se pierde peso rápidamente. Es por eso que resulta una carrera sin fin, y nos sugiere el “Método Navarro” porque, afirma, la mejor alternativa para adelgazar es olvidarnos de las dietas, el concepto como tal no se aplica a largo plazo, es momentáneo y obsesivo sobre el control de la comida y el peso, y sobre todo fomenta el rechazo al cuerpo.

Primeramente hay que entender cómo funciona el mecanismo del cuerpo para autorregular el peso, y qué sucede cuando queremos manipular e influir en él. En 1945, el doctor Ancel Benjamin Keys realizó un estudio en Minnesota con 32 voluntarios en estado óptimo de salud. Durante unos 6 meses estuvieron en un período de semihambruna con el objetivo de que perdiesen el 25% de su peso, para lograrlo ingerían un promedio de 1 570 calorías diarias.

El ensayo, que luego fue publicado con el título “Biology of Human Starvation”, produjo en los voluntarios cambios similares a los que provocan las dietas, tales como una tasa del metabolismo disminuida en un 40%, obsesión por la comida, un comportamiento voraz al comer, o por el contrario, lo hacían lentamente para alargar las comidas; además de cambios de personalidad, incluso en muchos casos el principio de apatía, irritabilidad, mal humor y depresión. Después de experimentar 6 meses de hambre controlada, los participantes pudieron comer lo que querían, sin embargo los ataques de hambre se hicieron más intensos e insaciables, pues les resultaba difícil parar de comer. La mayoría demoró aproximadamente 5 meses para normalizar su alimentación.

Las conclusiones del estudio confirmaron que al terminar el estado de semihambruna de 1 570 calorías diarias, los participantes tuvieron una necesidad psicológica de comer todo lo que se habían negado, y una necesidad física de recuperar el peso que habían perdido con la dieta: un comportamiento recurrente para las personas que se someten a regímenes de alimentación. En los 72 años que han pasado después del ensayo, no existe aún estudio científico que pueda demostrar que las dietas permiten mantener los kilos adelgazados a largo plazo, salvo en una cantidad ínfima de personas.

Es por eso que lo más recomendable sería eliminar la mentalidad de la dieta porque solo el nombre ya implica prohibición de alimentos, o comidas insípidas. La clave pudiera ser asumir que tenemos un cuerpo determinado, aceptarlo, y al mismo tiempo adoptar por salud un estilo de vida saludable con una alimentación variada y abundante, pero sobre todo natural, con medida y especial cuidado en no agregar a nuestra mesa lo que nos puede enfermar a largo plazo. Sin dudas si tuviéramos algún sobrepeso causado por el desorden alimenticio y la ingesta de golosinas, sería rebajada de la mejor manera, que no será nunca privándonos de comida, ni quitándonos todo aquello que nos satisface de forma sana. Y claro está, un pecadito de vez en cuando no engorda a nadie, pero solo como premio, no hacerlo cotidiano.