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lunes, 2 de octubre de 2017

Los grandes albergues de historia

Por Janet Rios

En sus orígenes, la idea de crear museos como espacios abiertos al público general se remonta a la época clásica, pero las fundaciones e instituciones financiadas con fondos públicos sólo se remontan a unos cuantos cientos de años. Tras el movimiento ilustrado del s. XVIII se retoma la idea clásica de acercar al público en general, no sólo a las élites o privilegiados; los trabajos de recopilación y estudio de las colecciones para que se pudiera contemplar en su conjunto y de manera ordenada. Esta nueva concepción abriría el estudio del Arte, los inventos, la Historia, los objetos, usos y tradiciones que están reflejados en la cultura material de las colecciones y centraría a la colección como principal elemento del museo para que el visitante tenga una experiencia del aprendizaje y la comprensión por medio de la contemplación y el descubrimiento. Abriendo definitivamente el conocimiento hacia la sociedad.

En su origen, un museo era un templo de musas, diosas de la memoria, un lugar sagrado que frecuentaban. Luego en Alejandría, durante la época de la dinastía Ptolemaica, Ptolomeo I, levantó un museo dedicado al desarrollo de todas las ciencias y servía además para las tertulias de los literatos y sabios que vivían en ese lugar, bajo el patrocinio del Estado. En aquel museo se fue formando poco a poco una importante biblioteca: la Biblioteca de Alejandría.

Los escritores latinos señalan la existencia de un significado adicional de museo. Al parecer así nombraban en la antigüedad romana a unas grutas con unas características especiales, y que, situadas dentro de las villas, sus propietarios las utilizaban para retirarse a meditar.

Las primeras colecciones del arte las encontramos en los peristilos de los templos antiguos. La ciudad de los oráculos, llamada Delfos se gloriaba de poseer un tesoro de esta especie repartido en tantas salas como diversos pueblos había: el templo de Juno en Samos y la Acrópolis de Atenas estaban llenos de obras maestras del arte. Los sucesores de Alejandro Magno se esforzaron en reunir esculturas de todas clases.

Roma siguió este ejemplo. Entre los emperadores romanos, Nerón hizo venir de Delfos 500 estatuas para adornar su palacio imperial y aumentar el lujo y la pompa del mismo. Todo esto, sin embargo, no formaba aún lo que llamamos hoy un museo. Los edificios públicos y los palacios estaban adornados con mucho gusto. El arte se mezclaba allí con la naturaleza viva.

Al principio del siglo XV, Roma solo poseía cinco estatuas antiguas de mármol y una de bronce. Bien pronto se abrió en Florencia una nueva Era para las artes. En el siglo de los Médici les dio un impulso poderoso. Cosme I de Médici se dedicó a reunir antigüedades y echó así los cimientos del célebre museo de Florencia. Luego, otros príncipes se disputaron la gloria de conquistar un nombre protegiéndolas.

Varias familias nobles de Roma y de Italia participaron de esta inclinación: se emprendieron con algunas excavaciones y se continuaron con perseverancia. Estas colecciones empezaron a formarse al mismo tiempo que las de medallas. La civilización que entonces renacía necesitaba para enlazarse con la civilización antigua y descansar así sobre una base de todas las máximas que la antigüedad había dejado escritas. El gusto por las medallas y las piedras grabadas trajo bien pronto en pos de sí el de las estatuas: éstas, sin embargo, permanecieron largo tiempo donde podían servir de adorno en las bibliotecas, en los salones de los palacios de los príncipes y gustaba aún el verlas en parajes abiertos. Bajo este punto de vista, la disposición de las antigüedades en la ciudad burgesa era admirable: desgraciadamente, cuando volvieron a Italia las preciosidades que se le habían arrancado, no pudo reclamar su despojo, pues Francia las había comprado.

El Museo Ashmolean de Arte y Arqueología, situado en Oxford, abrió sus puertas en 1683, cuando la universidad de dicha ciudad decidió mostrar al público la colección que Elías Ashmole le había legado cuatro años antes. El local destinado a salvaguardarla, se convirtió así en el primer lugar de exposición abierto al público de forma permanente. Durante el siguiente siglo fueron inaugurados el Museo Británico en Londres y el Louvre en París.

Luego de la Primera Guerra Mundial (1918) surgió la Oficina Internacional de Museos, la cual estructuró los criterios museo gráficos cuyos programas y soluciones técnicas son vigentes en nuestros días. Alrededor del año 1945 surge el Consejo Internacional de Museos (ICOM, por sus siglas en inglés) y en 1948 aparece la publicación periódica Museum mediante la cual se difunden las actividades de los museos en el mundo.