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viernes, 20 de octubre de 2017

Los trucos de Puigdemont y compañía

Por MontseV

Está claro que Carles Puigdemont, president de la Generalitat, se muere de ganas de declarar la independencia. Motu proprio o por presiones de la CUP, sea lo que sea. ¿A qué viene entonces, la petición de diálogo, si la línea roja que ha trazado es inamovible? Si se aplica el 155, se declara la independencia; y si el gobierno no dialoga, también se aplica. Y si se dialoga, que sea para asegurar una transición… a la independencia. Mariano Rajoy no tiene escapatoria, está entre la espada y la pared.

La clave está en la imagen que el catalán quiere dar frente a los medios, a los electores y a la comunidad internacional: el líder pacífico y dialogante y respetuoso, frente a un Madrid cerrado, immovilista y represor de libertades.

El diálogo que pide Cataluña no tiene sentido. Como no tienen sentido muchas de las actuaciones que últimamente están aconteciendo y que ocupan páginas y páginas en diarios nacionales e internacionales. Y es que sentarse en una mesa para hablar, tal y como pide Puigdemont, sirve para resolver los problemas. La cuestión está en que él no está interesado en recortar las diferencias entre Madrid y la Generalitat.

¿Qué persigue la independencia? ¿Mejoras económicas? ¿Librarse de las fuerzas opresoras como la Guardia Civil o la Policía Nacional? Qué rápido olvidan algunos que los Mossos también sacaron las porras hace unos años, bajo mandato judicial, y repartieron a diestro y siniestro:

https://www.youtube.com/watch?v=srGNcltqjnc

Ante un incierto futuro para Cataluña, deberíamos hacernos unas preguntas sobre las consecuencias que podría acarrear el “procés”:

1. ¿Realmente vivirán menos oprimidos los catalanes si se independizan? ¿Cómo mejorará el día a día? Y, en caso de que hubiese formas de mejorar la calidad de vida de los catalanes, ¿es posible que estas mejoras se den al margen de la independencia o esta es estrictamente necesaria?

2. Supuestamente, Cataluña tendría unos beneficios económicos si se independizase. ¿Sería viable, independiente? Podría ser: otras regiones más pobres van subsistiendo. Lo que está claro es que los primeros años no serían nada fáciles y los estratos más vulnerables de la población sufrirían un batacazo económico. ¿Vale la pena ensanchar la breca social y económica ya existente para, simplemente, cambiar la nacionalidad del DNI?

3. Los que votaron “sí” no llegan al 40% del censo. ¿Es legítimo declarar la independencia cuando ni la mitad del censo electoral se muestra a favor? Si dijésemos, por ejemplo, que el 80% del censo la pidiese a gritos… Para ponernos en otros zapatos, pensemos: ¿Una hipotética nación catalana aceptaría volver a la unión con España si el 38% del censo votase que sí y una ínfima cantidad votase seguir siendo independientes? ¿O dirían que no es legítimo, que el mandato del pueblo silencioso no se tiene en cuenta…?

4. La tesis de “Cataluña pierde dinero porque el Estado lo invierte en otras comunidades y por eso hemos de ser independientes”, ¿no viene siendo el argumento de los evasores fiscales? “Voy a otro país para pagar menos impuestos y quedarme el dinero para mí, porque como soy rico, me cobran más”.

Hay muchísimas más cuestiones, por supuesto. Hemos de tener en cuenta las distintas perspectivas y panoramas que ofrecería la independencia o la continuidad del estatus quo. Y hemos de pensar detenidamente, porque todo esto es como un enorme partido de ajedrez que juegan los políticos, y al final, los primeros en caer serán los peones.