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miércoles, 18 de octubre de 2017

Nuestro cuerpo también suelta chispas

Por DianaLeon

Tribología, una palabra poco usual en cualquier conversación y designa un fenómeno incluso más extraño. Del griego τρίβω tríbō, significa "frotar o rozar", es la ciencia de lo que sucede cuando frotas dos cosas, muy útil en ingeniería si se quiere, por ejemplo, reducir la fricción. Este fenómeno se produce porque al universo le gusta que existan cantidades iguales de cargas positivas y negativas en un lugar, para que exista un equilibrio, pero ese equilibrio a menudo se altera. Según el científico especializado en electromagnetismo Rhys Phillips, esto no representa un peligro para la salud de la mayoría de la gente, pero el tamaño de la carga en términos de voltaje quizás resulte sorprendente.

Tribología, una palabra poco usual en cualquier conversación y designa un fenómeno incluso más extraño. Del griego τρίβω tríbō, significa "frotar o rozar", es la ciencia de lo que sucede cuando frotas dos cosas, muy útil en ingeniería si se quiere, por ejemplo, reducir la fricción. Adentrándonos en la historia de la electricidad estática, en el 585 a.C., el filósofo griego Tales descubrió que si frotaba ámbar con piel de animal, atraía plumas y otros objetos livianos. De hecho, en griego antiguo, la palabra para ámbar es electrón, de la cual salió el término 'eléctrico', que usó por primera vez Francis Bacon para describir materiales que al igual que el ámbar, se cargaban con energía estática.

Entre las primeras demostraciones de este fenómeno estuvo el experimento del Niño Volador. En la década de 1720, el aficionado a la electricidad Stephen Gray fue el primero en experimentar de manera sistemática con la conducción eléctrica. Para ese momento, realizar demostraciones científicas en público era una moda y la suya fue todo un show. Gray escogía a un niño entre la audiencia y lo levantaba con delgados cordones de seda hasta que lo suspendía en el aire. Luego ponía sus pies sobre una bola de sulfuro que rotaba, cargándolo con electricidad estática. Después de hacer esto realizaba una serie de experimentos, por ejemplo, tomaba un libro y le decía al niño que pusiera su mano sobre las páginas sin tocarlas y éstas pasaban solas, y para el final del show, apagaba la luz y pedía a otro miembro de la audiencia que tocara al niño, provocando que se produjera un rayo entre ellos. Aunque esto era doloroso y actualmente es muy reprochable, mostraba la electricidad estática.

Posteriormente se comenzó a utilizar un artilugio también descubierto gracias a un accidente. Esto ocurrió en 1746 cuando un estudiante llamado Andreas Cunaeus, en un laboratorio en Leyden, usaba una máquina para comprobar si el agua era capaz de conservar cargas eléctricas. Luego de que la máquina estuviera funcionando por un largo rato, Cuneus intentó de retirar una cadena de metal que estaba colgada de una vara que atravesaba el tapón de la botella y se sumergía en agua. En cuanto el estudiante la tocó, recibió una descarga tan potente que casi lo mata. El recipiente que le provocó tan amarga experiencia se conoce como botella de Leyden, y es el primer tipo de condensador eléctrico. Este aparato contribuyó a despertar el interés por los estudios eléctricos en Inglaterra, Francia y Alemania durante el siglo XVIII.

Otros experimentos sorprendentes de este tipo estaban vinculados también con un cierto elemento de diversión mientras se exploraban fenómenos científicos. Tal es el caso del que describió el físico William Watson en 1748, que consistía en encender el vino con una carga electroestática. Watson fue quien modificó la botella de Leyden para acrecentar la descarga eléctrica, cubriendo el interior y exterior con una lámina de plomo, convirtiéndola en la que se conoce hoy.

Este fenómeno se produce porque al universo le gusta que existan cantidades iguales de cargas positivas y negativas en un lugar, para que exista un equilibrio, pero ese equilibrio a menudo se altera.

Si te acercas a alguno de estos elementos, algo más probable sería la botella de Leyden, te pasará algo similar aunque menos fuerte que a Cuneus; sería más bien similar a los que sentimos cuando caminamos en tapetes de fibras artificiales con determinados tipos de zapatos y tocamos a otra persona.

Según el científico especializado en electromagnetismo Rhys Phillips, esto no representa un peligro para la salud de la mayoría de la gente, pero el tamaño de la carga en términos de voltaje quizás resulte sorprendente.

El especialista añade que el voltaje de la red eléctrica en varios países es 240 voltios, y en el caso de las personas, a menos de que acumulen 4 mil voltios en el cuerpo, no experimentarán shocks de electricidad estática. Aunque se han reportado casos de personas que llegan a acumular hasta 15 mil vatios. Pero lo que lo diferencia del shock que recibiríamos si se tratara de las conexiones eléctricas, es la corriente. Esta es una carga ilimitada, es por ello que son tan peligrosas pues poseen una corriente muy alta, y la corriente es la que mata. Por su parte, en los shocks estáticos, la corriente es mínima, muy por debajo de 0,005 amperios; 0,1 amperio puede matar.

Entonces, ¿de qué depende que nos carguemos de electricidad? Básicamente esta dado por el fenómeno que mencionábamos al principio, llamado serie o secuencia triboeléctrica.

Hay algunos materiales que son más proclives a las cargas positivas, como el aire, la piel y el pelo humano, la piel de los animales, cuero, vidrio, nylon y lana. Otros son más propensos a cargas negativas, como el acrílico, el acetato, el rayón, el poliéster, los globos de goma y el azufre. Si partimos de esto, que una persona se más o menos propensa a sacar chispas de su cuerpo depende de factores como la ropa que use, el entorno en el que se encuentre y el propio comportamiento de la persona. Por ejemplo, si alguien se mueve mucho en la silla de su auto cuando conduce o tiene el cabello largo o se toca mucho el pelo, o tiene la piel seca, es más probable que acumule electricidad estática.