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sábado, 4 de noviembre de 2017

Ajo envejecido, la nueva terapia para pacientes con infarto cerebral

Por Diana M.

Las Enfermedades Cerebrovasculares (ECV) representan la tercera causa de muerte a nivel mundial y la primera de discapacidad grave en personas adultas de países desarrollados. Debido al elevado índice de incidencia y prevalencia que trae consigo, de no existir una intervención médica oportuna puede ser potencialmente fatal en quienes padecen. Por este motivo, han sido señaladas por las máximas autoridades como prioritarias en los diferentes los Programas Sanitarios de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Estudios recientes realizados por la titular Perla Maldonado Jiménez, quien funge como doctora en ciencias bioquímicas en el Laboratorio de Patología Vascular Cerebral del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez (INNNMVS), revelan en el ajo envejecido y su principal compuesto (la S-alil cisteína) una alternativa natural y factible capaz de disminuir las secuelas en personas que sufrieron infarto.

Pese a que existen varias investigaciones acerca de la enfermedad, no se dispone en la actualidad de una terapéutica efectiva aceptada por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas. El único pilar de tratamiento admitido, radica en la aplicación de una terapia trombolítica muchas veces limitadas por los riesgos añadidos.

Fue la Agencia Informativa Conacyt la encargada de entrevistar a la prestigiosa doctora, que también califica como miembro nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Dentro de las ventajas que anuncia el consumo de ajo envejecido, se encuentra el elevado contenido en compuestos sulfurados, potente inductor de las propiedades antimicrobianas, anticarcinogènicas, hipoglucémicas, antihipertensivas e hipolipémicas. Como bien conocemos los accidentes cerebrovasculares engloban a un conjunto de entidades nosológicas que tienen como comùn denominador un riego sanguíneo insuficiente en determinadas áreas de la corteza cerebral. Presenta dos formas clínicas importantes: la forma isquémica y la hemorrágica. La detección temprana de una u otra, juega un papel crucial en el pronóstico y recuperación de los afectados.

La enfermedad cerebrovascular de tipo isquémica ha sido considerada como la más frecuente (80 por ciento de los casos) y su mecanismo patogénico se explica a través de la obstrucción parcial o total de una arteria, que limita el flujo sanguíneo en la zona afecta. La etiología comúnmente involucrada en esta variedad de infarto es la trombòtica. Sin embargo, alrededor de un 15 por ciento de los pacientes sufren la variedad hemorrágica, que en su fisiopatología muestra la rotura de un vaso sanguíneo a nivel cerebral (hemorragia intracerebral) o en los grandes vasos que irrigan la corteza (hemorragia subaracnoidea).

A pesar de los logros alcanzados, la doctora reflexiona en el largo camino, aun por recorrer, pues, la mayor desventaja de este tratamiento radica en el desconocimiento de los componentes responsables del efecto protector detectado en este tipo de pacientes.