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jueves, 2 de noviembre de 2017

El Día de los Muertos: más que calabazas y catrinas

Por Yamy

En el año de 2003 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, declaró a la festividad del “Día de Muertos” como obra maestra del patrimonio cultural de la humanidad. Se trata de una celebración mexicana que como bien lo indica, honra a los muertos, es un festejo que ha traspasado fronteras y en la actualidad se desarrolla en muchos países durante dos días al año; inicia el 1 de noviembre, “Día de Todos los Santos”, cuando llegan las ánimas de los niños, y culmina el 2 de noviembre, “Día de los Muertos”, cuando llegan los adultos. Sin embargo, el ambiente festivo inicia desde los días finales de octubre.

Los orígenes de la tradición del “Día de los Muertos” son anteriores a la llegada de los españoles al continente. Los indígenas en México han rendido culto a la muerte desde la época prehispánica, desde entonces la muerte ha sido concebida como una dualidad de vida, parte inseparable del ciclo de la naturaleza. Cuando llegaron los conquistadores, europeos a América el culto a la muerte se fusionó con la religión católica que provenía del viejo mundo, y así surgió la “Festividad de los Fieles Difuntos”. Los dos primeros días de noviembre los mexicanos celebran a sus muertos, acuden a panteones, los adornan con flores, y cada hogar se colocan altares para que las almas queridas puedan abandonar el más allá y por unos días vaguen por el mundo físico, visiten a sus familiares, su casa y sus amigos.

Hoy en día existen más de 60 grupos indígenas presentes en casi todas las regiones de la nación mexicana. Para los pueblos indígenas celebrar a los espíritus de los antepasados es una de sus costumbres más profundas y dinámicas que han perdurado hasta la actualidad. Festejar el “Día de los Muertos” es uno de los hechos sociales más representativos y trascendentales, para ellos no solo simboliza el reencuentro con sus antepasados, también con toda la comunidad, pues las fiestas propician la interacción de familias y sociedades enteras.

Históricamente los mayas, como los demás pueblos mesoamericanos, han expresado un interés profundo por la muerte, y esto es muy evidente en sus distintas manifestaciones artísticas. Para los mayas antiguos, y los actuales, los muertos tienen vida y por eso sus espíritus necesitan sustento como los vivos. Por eso se preparan los guisos que solían disfrutar en vida para que puedan conservar energía durante el trayecto desde el más allá. A esto se le agregó la festividad católica de “Todos los Santos” y la ceremonia de los “Fieles Difuntos”, ambas tradiciones se fusionaron con el cristianismo español y se originó la práctica sincrética del “Hanal Pixán”: “Día de Muertos” o “Época de Finados”, es una de las prácticas más íntimas en la Península de Yucatán porque congrega a toda la familia.

La tradición es bastante amplia y va más allá de los disfraces espeluznantes y sangrientos. Por lo general se montan altares a las 12:00 horas de cada primero de noviembre y se retiran 24 horas después, y en ellos radica la máxima representación de la festividad mexicana. Su principal objetivo es ofrendar y recordar el espíritu de los seres queridos que ya no están. Esos altares son organizados por niveles y en ellos se colocan diferentes objetos simbólicos. Las versiones más comunes de los altares suelen tener 2, 3 y 7 niveles. Se representan el cielo y la tierra con la colocación de objetos de ambos mundos en cada sección; y también en los altares estarán representados el inframundo. La tercera versión, la que representa los siete niveles, es un poco más compleja porque se supone, según la creencia mexicana, que tiene que pasar el alma para poder descansar.

Como ya es una festividad tan popular, en México muchas personas preparan altares increíbles y a la vista de todos para que puedan ser admirados. Por lo general los altares suelen tener adornos coloridos hechos de papel picado, veladoras, inciensos, flores diversas, pero la caléndula es la más usada. También se pone licor, fotografías, música, objetos personales del difunto, así como ofrendas que los familiares preparan para recordar a los que ya se han ido de este mundo. La comida es parte importante del festejo, por tanto serán jornadas repletas de golosinas.

Entre los alimentos más emblemáticos se encuentran los tamales, el mole, las tortillas de maíz frescas, los frijoles de olla y las salsas picantes; pero sobre todo se preparan las comidas preferidas de los seres queridos muertos, o alguna receta relacionada con ellos. Igualmente se elaboran ofrendas dulces como las calaveras de azúcar, los postres hechos con calabaza, los chocolates y los atoles; y sobre todo, el pan de muerto, un pan dulce típico hecho con anís y canela: es redondo y se decora en forma de calaveras o huesos con glaseado de azúcar o azúcar de colores por arriba. Algunas bebidas especiales suelen ser el tequila, las aguas frescas o el café con leche.

Aunque son festejos en honor de los seres queridos que ya murieron, suelen ser fiestas alegres y coloridas. Los altares también se adornan con dibujos que se burlan de la muerte, se hacen versos que ridiculizan a personajes vivos de las artes, la ciencia o la política. Una frase popular es “el muerto al cajón y el vivo al fiestón”. Durante las celebraciones la catrina es muy famosa porque representa la forma en que los mexicanos caricaturizan a la muerte. No por gusto es la imagen más representativa del “Día de los Muertos”, y quizás, el disfraz más solicitado.

Celebrar el “Día de los Muertos” ha superado las fronteras mexicanas. La milenaria tradición se mantiene viva a través de los siglos gracias a que ha pasado de familia en familia, y de una generación a otra.