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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Estados Unidos, el gran consumidor de opioides

Por Marina B.

A los medicamentos diseñados para controlar el dolor se les conoce como opioides. Abarcan desde la anestesia que se suministra para realizar una operación hasta analgésicos posoperatorios y de recuperación. Esta denominación genérica incluye la heroína y la muy controlada morfina, y generalmente son sustancias suministradas bajo prescripción médica, pues, a pesar de ofrecer beneficios evidentes, son altamente adictivas si se realiza un uso continuado. Además de su gran capacidad para bloquear los receptores del dolor en el cerebro, su abuso puede provocar dependencia y síntomas de abstinencia en las personas, de ahí que se les tenga bajo la mira.

Mientras en muchos países, sobre todo del tercer mundo, los sistemas de salud no cuentan con suficientes medicamentos para controlar el dolor en sus pacientes y garantizarles una calidad de vida aceptable en el caso de las enfermedades terminales; en los Estados Unidos, el consumo desenfrenado de opioides en la sociedad ha llegado a ser considerado como una verdadera epidemia. Cada año este país engrosa sus estadísticas de fallecimientos por sobredosis de opioides y fármacos para el dolor, sin que al parecer exista una voluntad real por parte de las autoridades sanitarias de controlar esta crisis de abuso de medicamentos. En el contexto nacional son los estados de Virginia y Ohio los más afectados.

Una visión más ilustrativa del fenómeno la aporta el estudio realizado por un grupo de expertos de la salud en todo el mundo y aparecido recientemente en la revista científica Lancet. Un análisis comparativo determinó que el contraste entre la realidad que se vive en Estados Unidos y la del resto de los países en enorme, resultando abismal cuando se trata del tercer mundo. Es el caso que a los norteamericanos se les receta hasta seis veces más opioides por persona que a pacientes de Francia y Portugal, y en relación al consumo de hidrocodona, empleado para tratar dolores moderados o severos, llegan a consumir el 99 por ciento de la producción global.

La situación no parece solo estar determinada por el precio de los fármacos y las posibilidades económicas de cada nación, sino que tiene también un trasfondo estructural de las instituciones médicas. Mientras en Estados Unidos resulta ser muy flexible y excesiva la prescripción de opioides, llegando a propiciar incluso conductas adictivas; otros países han establecido controles tan estrictos y prohibiciones sobre tantas sustancias que sus sistemas de salud han quedado desabastecidos de opioides y fármacos para el dolor, resintiéndose la calidad de los cuidados paliativos. E ilustra el informe mundial: de una producción anual de estas sustancias en el mundo de casi 300 toneladas métricas, solo unas 10 toneladas tuvieron como destino los países de medianos y bajos ingresos.

El informe de marras fue elaborado por 61 expertos de 25 países, quienes recopilaron información durante tres años. Para realizar un estimado de las necesidades mundiales de estas sustancias paliativas analizaron las estadísticas de las 20 primeras condiciones que constituyen riesgo para la vida en cada país. Por ejemplo, demencia, enfermedades coronarias, cáncer, VIH/sida y lesiones, pues estas dolencias generalmente requieren de algún tratamiento para combatir el dolor. La línea entre el uso y el abuso de opioides, con los potenciales perjuicios que implica, ha sido y es motivo de polémicas a nivel mundial. Una pista de que aún es un tema pendiente, resulta las grandes diferencias entre las formas en que se prescriben y se emplean por la sociedad. El de Estados Unidos, es quizás el ejemplo más grave e ilustrativo de la importancia de adoptar acertadas políticas públicas al respecto.