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martes, 7 de noviembre de 2017

La triste Somalia, un campo fértil de la yihad

Por Marina B.

Somalia es uno de los estados más pobres e inseguros de África en la actualidad. Se localiza en la región del África Oriental conocida como el Cuerno africano, junto a Yibuti, Eritrea y Etiopía, un área que - entre desastres naturales y las guerras internas - exhibe las más altas tasas de muerte por desnutrición y hambruna en el planeta. Grandes sequías e inundaciones hacen precaria la vida de sus habitantes, quienes desde 1991, con la caída del gobierno de Siad Barre, viven en un estado de enfrentamiento entre clanes y más recientemente amenazados por organizaciones extremistas como Al Shabab, seguidora del yihadismo.

Para organizaciones internacionales como la ONU, la búsqueda de soluciones para el caso de Somalia es de extrema urgencia. En su sede tienen lugar cada año reuniones donde participan diferentes organismos interesados en normalizar la situación en el país. El pasado año en La Conferencia sobre Somalia de la ONU, celebrada en Londres, la nación centroafricana fue descrita como crónicamente inestable, carente de un gobierno y bajo la amenaza de piratas y militares islamistas, además de la hambruna. Según el Índice de Fragilidad de los Estados, elaborado por la organización FundforPeace (Fondo para la Paz) y que estudia los problemas de los conocidos como estados débiles y fallidos, Somalia ocupa desde hace varios años el primer lugar.

Para el periodista local Bidhaan Dahir, corresponsal de la BBC, el derrocamiento del régimen militar de Siad Barre sumió al país en una anarquía de la que no se recupera. En 25 años no ha habido un gobierno que pueda controlarla y aunque recientemente fue electo un gobierno federal, su presidente Mohamed Abdullahi Mohamed ejerce una autoridad solo nominal, opina. Bajo su óptica, este gobierno de facto no tiene poder ninguno fuera de la capital (Mogadiscio). Sus funcionarios apenas pueden salir de ella para visitar otras zonas y mucho menos están en condiciones de gobernarla.

La creación de la administración actual no ha sido un esfuerzo aislado en el camino de pacificar la zona. En el 2000 se intentó organizar un gobierno de unidad apoyado por fuerzas internacionales, pero resultó fallido y su punto culminante fue cuando dos regiones del norte, relativamente pacíficas, se declararon independientes. Entonces, aprovechando el descontrol imperante, entraron en escena los grupos islamistas. Organizados en una coalición tomaron la capital y el sur del país, lo que provocó la intervención de los países vecinos, quienes identificaron como una verdadera amenaza la creación de este incipiente gobierno extremista en sus narices. Desde entonces, la presencia de grupos extremistas ha ido en aumento, siendo su mayor exponente la organización de insurgente Al Shabab aliados con al Qaeda.

En opinión de Dahir, las confrontaciones internas entre clanes y a su vez entre estos y el gobierno actual, han resultado terreno fértil para que los violentos yihadistas de Al Shabab recluten nuevos miembros para su causa entre los opositores a la intervención de Occidente en el país. Como resultado del nuevo escenario Occidente ha financiado la AMISOM (Misión de la Unión Africana en Somalia), una fuerza de 22 000 efectivos distribuida por todo el país hace ya diez años, comandada conjuntamente por autoridades de la UNU y la Unión Africana. A pesar de los esfuerzos ingentes de dentro y fuera del continente, el horizonte no parece despejarse para Somalia, más cuando la violencia manifiesta escaladas sin precedentes.

El pasado mes una bomba estalló en la capital, dejando un saldo de más de 300 muertos. Incluso para los estándares de violencia e inseguridad que vive el país, el hecho conmocionó a todos los ciudadanos, siendo considerado el ataque más letal perpetrado en los últimos 10 años. Aunque nadie se adjudicó su autoría, el presidente Mohamed Abdullahi Mohamed acusó a los extremistas Al Shabab. De esta triste realidad escapan cada vez más personas hacia los países vecinos, aumentando el número de refugiados internos y externos y la precariedad generalizada.

Aunque el gobierno de los Estados Unidos declaró haber logrado avances en la contención de la organización terrorista, al eliminar a varios de sus líderes fundamentales, lo cierto es que su participación en el conflicto ha servido como propaganda a los yihadistas para reclutar opositores a Occidente. Dos problemas fundamentales deben ser resueltos primero en el país para avanzar en la pacificación: la economía y la lucha entre los clanes, campo fértil para que surjan nuevos soldados del Yihad.