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martes, 14 de noviembre de 2017

Las superbacterias no tienen escapatoria

Por ElizabethF.

Esta podría ser quizá la mejor noticia que reciba la humanidad en pleno siglo XXI. Ya es conocido que la subsistencia de la especie, además de estar amenazada por los conflictos bélicos y la creciente contaminación que ha desembocado en el acelerado proceso de cambio climático; tiene en sus espaldas el conteo regresivo que han impuesto las “superbacterias”, y la llamada resistencia a los antibióticos.

Sin estas armas para “curar”, en su pleno potencial de efectividad, las personas podrían morir ante infecciones leves, o que en otras circunstancias no hubiesen pasado de algunos síntomas e incomodidad. Hay que cuidar los antibióticos, es una necesidad en la que insisten los médicos hoy, ante el mal uso que la población y también la comunidad médica está dando a estos fármacos.

De ahí que resulte tan alentador el hecho de que un equipo, liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, haya logrado diseñar nuevas moléculas, las cuales son capaces de “fulminar” la maquinaria celular que las lleva al fenómeno de la resistencia a los antibióticos convencionales, pues no se ven afectadas por los mismos. Y para mayor regocijo, este estudio se ha desarrollado con una de las bacterias que hoy son consideradas como más mortíferas: el Staphylococcus aureus.

Sin duda, los resultados de la investigación que aparecen publicados en la revista Cell, en su último número, representa un paso gigantesco en esta batalla contra las denominadas superbacterias y la resistencia múltiple que estas provocan a disímiles medicamentos. Estos microorganismos, consisten en cepas de bacterias que han sido capaces de mutar su ADN a lo largo de las generaciones, lo cual ha posibilitado que se vuelvan resistentes a los antibióticos más comunes. Y a esta situación han contribuido, y continúan haciéndolo, elementos como el uso imprudente e indiscriminado de estos fármacos, el no cumplir estrictamente con los esquemas, dígase días, de tratamiento, y por supuesto la mala práctica de la automedicación.

En el estudio que se realizó In vivo, con ratones y la temida bacteria Staphylococcus aureus, que tiene el estigma de cargar con una de las cepas más mortíferas por su resistencia a la meticilina (la cual es un antibiótico habitual, perteneciente al grupo de las penicilinas), sobre todo en ambientes hospitalarios. Hasta un 64 % asciende el riesgo o las probabilidades de morir, para aquellas personas infectadas por esta cepa resistente, en contraste con las cepas no resistentes, de acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud.

Enfocado a atacar de manera directa aquellas zonas de la bacteria donde las proteínas se unen para formar complejos, que son los que se relacionan luego con la resistencia, este trabajo buscó justamente incidir sobre estos microdominios en la membrana de la célula, donde se forman los mencionados complejos proteicos, sostuvo investigador del CSIC en el Centro Nacional de Biotecnología, Daniel López.

El propósito de los expertos es llegar a poder utilizar la meticilina de manera combinada en el tratamiento de aquellas infecciones invasivas por superbacterias. En ese sentido el experto refiere que la idea es desmontar primero la resistencia y atacar luego a la bacteria, directamente, con un antibiótico común, lo cual abre el camino para combatir estos microorganismos nefastos de una forma novedosa.

A partir de conocer que muchas de las proteínas vinculadas con la resistencia a antibióticos se ensamblan en los mencionados microdominios, lo que los investigadores hicieron fue generar una estrategia para romperlos, e intentar así eliminar la resistencia. Las moléculas que diseñaron para combatir este fenómeno hacen que todas las proteínas dejen de funcionar y se desorganicen, en otras palabras, una bacteria que es resistente no lo será más.

Sobre una preocupación que lógica que surge, respecto a la posibilidad de que la bacteria cambiase nuevamente y generase resistencia también a este tratamiento López deja claro que esa posibilidad es remota, porque el hecho de eliminar las balsas de lípidos en los microdominios, no tiene presión biológica alguna para la bacteria, por lo que no afecta a su supervivencia y, ello garantiza que no sufra cambios que generasen una nueva resistencia.