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sábado, 18 de noviembre de 2017

¡Todos a dormir!

Por Yaima

Mucho se ha estudiado sobre el sueño, pero en gran medida continúa siendo una incógnita y fuente inagotable de investigaciones. Lo que sí es real es que el sueño se ha convertido en un tema fundamental para la salud, y no es que sea novedoso y que antes parecía un asunto menor, sin embargo últimamente muchas más personas están hablando sobre la importancia que el sueño tiene para nuestros cuerpos, y para nuestras vidas. Cada vez más la comunidad científica y personas comunes concentran su atención en cuánto dormimos y cuánto dejamos de hacerlo porque resulta un factor clave para el bienestar humano. No obstante, en realidad sabemos muy poco sobre el sueño y su impacto en nuestras vidas.

De dominio popular sí es que lo óptimo sea descansar cada noche aproximadamente ocho horas, puede ser más o puede ser menos. Esta es una de las recomendaciones más extendidas. La recomendación de los especialistas se basa en investigaciones que afirman que tanto las personas que duermen mucho como las que duermen poco pueden tener mayor probabilidad de sufrir algunas enfermedades y de vivir menos tiempo. Sin embargo es difícil saber si es por la falta de sueño o si solo se trata de un síntoma de un estilo de vida poco saludable. Los patrones consideran que una persona duerme poco cuando regularmente lo hace por menos de 6 horas diarias; y las que duermen demasiado son aquellas que lo hacen durante más de 9 o 10 horas al día. Por supuesto esto es relativo, a los niños se les dice que lo óptimo es que tengan hasta 11 horas de sueño cada noche; y los adolescentes hasta 10 horas.

La profesora de investigación cerebral experimental en el Trinity College de Dublín, Shane O`Mara, explica que a pesar de las dificultades que aún existen para determinar si la falta de sueño es causa o síntoma de mala salud, sin dudas son aspectos que se refuerzan mutuamente y está comprobado: dormir poco o demasiado tiene importante impacto en la salud. Los expertos también afirman que la pasividad tiene mucho que ver, la gente que está menos en forma suele hacer menos ejercicio y como consecuencia duermen mal, y terminan exhaustos.

Se impone entonces conocer qué nos ocurre en el cuerpo cuando no dormimos lo suficiente. Numerosas son las consecuencias. A través de más de 150 estudios donde participaron más de cinco millones de personas se pudo saber que no dormir lo necesario se asocia con la diabetes, la alta presión sanguínea, incluso las enfermedades de corazón y la obesidad; y puede ser tan dramático como que solo basten unas pocas noches consecutivas de mal dormir para que personas adultas y saludables lleguen un estado prediabético. Los experimentos demostraron que la falta de sueño provocó daños en la habilidad de sus cuerpos para controlar los niveles de glucosa. Dormir poco debilita el sistema inmune, nos hace presa fácil de infecciones, y las vacunas también son menos efectivas.

La investigación demostró que los participantes que dormían menos de siete horas tenían alta probabilidad de desarrollar un resfriado comparados con que quienes sí dormían lo óptimo. Los científicos manifiestan que aquellas personas que duermen poco pueden producir en exceso la hormona “ghrelina”, vinculada con la sensación de hambre, y, asimismo, pueden tener una insuficiente producción de la hormona “leptina”, asociada con la sensación de saciedad, y de ese modo se fomenta el riesgo de obesidad.

Pero eso no es todo. Dormir menos está vinculado con las funciones cerebrales y con la probabilidad de sufrir demencia a largo plazo. La especialista Shane O`Mara ha explicado que los residuos tóxicos se acumulan en el cerebro durante el día y que durante el sueño son expulsados, por tanto si no dormimos lo indicado terminamos en un estado de ligera conmoción. No obstante, aún no se tiene total claridad sobre los efectos de dormir demasiado, aunque sí se conoce que de manera general se vincula a un peor estado de salud y mayor riesgo de declive cognitivo en adultos mayores.

El proceso de dormir pasa por distintos ciclos, cada uno dura entre 60 y 100 minutos y juega un papel distinto e importante en muchos de los procesos que ocurren en el cuerpo cuando dormimos. La primera etapa de cada ciclo consiste en la relajación, es cuando estamos entre dormidos y despiertos, la respiración se calma, los músculos se relajan y baja la frecuencia cardíaca. Luego viene la etapa que se caracteriza por el sueño ligeramente profundo, y la tercera es la del sueño profundo, es cuando resulta muy difícil despertar y cuando el cuerpo realiza el menor número de actividades. Posteriormente se regresa a la segunda etapa, pero brevemente, y entramos en la conocida como REM (movimientos rápidos de los ojos), momento cuando soñamos. En los ciclos posteriores también tienen periodos de REM, aunque más largos, por eso si dormimos poco el efecto será desproporcionalmente mayor en esa etapa.

Un aspecto importante tiene que ver con la ocupación, pues inevitablemente las personas que son empleadas por turnos duermen poco a la hora equivocada del día, y tienen una probabilidad bastante alta de tener un pobre estado de salud, se enferman con más frecuencia.

La historia indica que antes todo fue distinto. Ahora la tendencia es dormir al final de la tarde durante siete u ocho horas, pero no siempre fue así. De acuerdo con el profesor de Historia en la Universidad Virginia Tech, Roger Ekirch, hace cientos de años en distintas partes del mundo los seres humanos solían dormir durante dos períodos distintos cada noche, primero un poco después de anochecer, hacían una pausa durante un par de horas y, después, dormían durante un poco más. El experto estima que tal comportamiento significa que el cuerpo tiene la preferencia natural del sueño fragmentado, pero es una idea que no todos los científicos la comparten. Ekirch explica que la manera actual de dormir, durante toda la noche, ocurrió en el siglo XIX porque el uso de la iluminación doméstica retrasó la hora de dormir.

En la actualidad influye la tecnología. Los adolescentes necesitan de hasta 10 horas de sueño, pero casi la mitad de ellos no lo consigue con facilidad porque los dormitorios están repletos de distracciones como teléfonos, computadoras, y tabletas. La luz azul que emiten los aparatos eléctricos hace que sintamos, en apariencia, menos sueño. Es por eso que se recomienda la desintoxicación digital nocturna, y apartar toda tecnología durante 90 minutos antes de ir a dormir.