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sábado, 25 de noviembre de 2017

Una buena razón para controlar la alimentación

Por Janet Rios

Tiempo atrás aquellas mujeres con diabetes que deseaban ser madres temían concebir su sueño por miedo a lo que pueda ocurrir tanto a ellas como al bebé. Afortunadamente gracias a los notables avances en las investigaciones y los novedosos tratamientos médicos es posible gozar de un saludable embarazo, con pocos riesgos para los bebés y sin complicaciones para las mamás. Sin embargo, para que el mismo resulte exitoso es fundamental planearlo con anterioridad y efectuar todos los controles obstétricos necesarios. En este sentido, lo más importante es programar el embarazo con el objetivo de disminuir los riesgos tanto para la mamá como para su hijo.

La hiperglucemia materna y el efecto a largo plazo sobre la descendencia, que compromete tanto a las mujeres con diabetes tipo 1 como a las que padecen diabetes tipo 2, correlaciona con lo que se ha dado en llamar “programación fetal” que se vincula directamente con la prevención Durante la era pre-insulínica el embarazo en la mujer con diabetes era raro, incluso presentaba alta mortalidad materna, abortos y mortalidad perinatal.

Tiempo después, en la era postinsulínica, la mortalidad materna descendió sustancialmente y a partir de la década de 1970 los diversos progresos en las áreas diabetológica, obstétrica y neonatal permitieron reducir la mortalidad perinatal; sin embargo, sólo después de la instauración de un control preconcepcional adecuado se logró disminuir el riesgo de malformaciones a niveles similares a los de la población general.

Por lo tanto, programar el embarazo en mujeres con diabetes tiene como meta reducir el riesgo de abortos espontáneos, malformaciones congénitas, así como también disminuir otras complicaciones materno-fetoneonatales. Cabe señalar que se desaconseja el embarazo en situaciones en las que se presenten: enfermedad coronaria no revascularizada, insuficiencia renal, proteinuria masiva, hipertensión arterial (que no mejore con la terapéutica medicamentosa), retinopatía proliferaría o gastroenteropatía severa.

Las hipoglucemias son uno de los principales riesgos que las mujeres con diabetes no complicada presentan durante sus embarazos. Por su parte, las hipoglucemias severas ocurren en más del 40% de los embarazos y, según algunos autores, esta cifra alcanzaría el 70% de los mismos. La mayoría de las hipoglucemias severas ocurre durante la primera mitad de la gestación, especialmente entre las semanas 10 y 15, lo cual es resultado de distintos factores como: el mayor énfasis en el estricto control de la glucemia, la menor ingesta de alimentos relacionada a náuseas y vómitos, y la relativa mayor insulino sensibilidad de estas semanas en comparación con la segunda mitad del embarazo.

En cada control obstétrico se determinará la tensión arterial; se controlarán el peso, la altura uterina y la frecuencia cardíaca fetal; se evaluarán la presencia de movimientos fetales, la ubicación fetal intrauterina y se descartará la existencia de edemas y várices en miembros inferiores. Será el diabetólogo quien evaluará el control metabólico. Asimismo será fundamental concurrir al oftalmólogo para controlar el fondo de ojo, además de realizar los controles ecográficos solicitados por el médico.

Sin embargo, en caso de no realizar un control preconcepcional adecuado existe riesgo que el bebé presente malformaciones. Las malformaciones congénitas más frecuentes afectan el sistema cardiovascular, el sistema nervioso (fallas de cierre de tubo neural) y el desarrollo músculo-esquelético (anomalías vertebrales y en las extremidades, síndrome de regresión caudal, entre otras), incluso el sistema gastrointestinal y urogenital.

En caso que la mamá no haya tenido un buen control metabólico, es probable que el bebé presente un peso elevado al nacer o por el contrario un bajo peso, con las consecuencias que ambas situaciones acarrean. Por su parte, la actividad física resulta especialmente útil para mejorar el control metabólico en las mamás con diabetes tipo 2 o gestacional. Los ejercicios no isotónicos -en los que predomina la actividad de las extremidades superiores, es decir, que fuerzan a los músculos a cargar un peso estático a lo largo de un rango de movimiento- serían los más indicados dado que presentarían menor riesgo de desencadenar contracciones o de disminuir la oxigenación del útero.

Muy importante conocer que además de las pautas médicas, la dieta cumple un rol fundamental durante el embarazo la cual deberá contemplar: frutas y verduras (aportan fibras, vitaminas y minerales), lácteos (leche, yogur y quesos descremados para obtener proteínas y calcio), carnes magras (preferentemente rojas, por su aporte de hierro y proteínas), además de cereales y pastas (por su riqueza en hidratos de carbono complejos). También se sugiere respetar los horarios de las cuatro comidas y su relación con la insulina, consumir dos colaciones diarias y no pasar más de ocho horas de ayuno nocturno.