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domingo, 17 de diciembre de 2017

Economizar, la clave para salir de la crisis

Por Janet Rios

Economizar no se ha hecho costumbre, habito, educación, mucho menos cultura en Cuba, como convendría. No existe esa conciencia expandida, a pesar de exhortaciones reiteradas a no gastar mas de lo que tenemos, a no derrochar y ano gastar mas de lo que tenemos, a no derrochar y a cuidar los gastos, como haría cualquier familia en su causa sin que nadie tenga que convencerla. El ahorro ha sido una mas de esas tareas que acaban siendo de nadie, o de muy pocos, con tal habito arraigado, apenas. Además hay una distorsión del ahorro y de su ejercicio. Ahorrar es entendido y asumido, en la práctica, en nuestra vida real, como la necesidad de ponerle freno al gasto sin justificación cuando el zapato aprieta, pero no tanto antes y después.

Las ventajas en las relaciones económicas, comerciales y financieras con Venezuela, China y otros países políticamente afines, no equivalen a regalías. Por tanto, ayúdate, que yo te ayudare, como dice el refrán, lo cual no contradice el principio justo d la solidaridad, que vale lo que ya sabemos, después de tanto años de darla y recibirla. El capital extranjero entra a Cuba con una cachaza que contradice las urgencias de nuestra economía. Contradice incluso la voluntad política expresa de asumir esas inversiones no como transfusión de socorro médico, sino como pulmón, componente lógico del modelo económico en desarrollo. Igual o más atención merecen otros obstáculos, internos, que dilatan los trámites de cualquier inversión. A pesar de disposiciones legales para reducir los plazos de negociación, persisten enredos burocráticos que se entrelazan con deformaciones del entorno bancario y financiero nacional, como la nociva dualidad monetaria; pueden retardar las gestiones y desmotivar no solo a los empresarios extranjeros. Las empresas cubanas muchas veces carecen de conocimiento, entrenamiento y motivación suficiente para enredarse en asuntos que pueden implicar más responsabilidad que beneficio inmediato para la organización empresarial y sus trabajadores. Cada organización cubana posee un potencial trabajador que es capaz de todo pero la economía lo frena.

El ahorro verdadero, sin embargo, es previo y posterior, es siempre. Si hay tanto para producir i dar un servicio, buscar la manera de hacerlo con menos, con similar calidad y en igual tiempo. El famoso más con menos. Ese es el modo más a la mano para un país como Cuba de incrementar los recursos de que dispone. La manera de multiplicar panes y peces. El ahorro, claro, no se da fácil como el despilfarro. Hay que pensarlo, calcularlo, discutirlo, organizarlo, controlarlo, exigirlo, extenderlo, estimularlo… Convertirlo en pan diario, eje principal en la discusión, aprobación y cumplimiento de planes de producción y servicios; en cada centro y puesto de trabajo. Clave de esas asambleas sindicales a menudo rutinarias, mecánicas y formales.

Mientras no trascienda el limite de una cifra a escala de la empresa o de la unidad empresarial de base, y no llegue a la brigada, al área o departamento, y mejor aun, al trabajador, no será ahorro como necesitamos. Mientras al trabajador le pueda resbalar el número porque nadie le traduce su significado de manera clara, o porque, además, no hay disciplina, una voluntad, una constancia y un ejemplo en línea con la meta de ahorro declarada, no tendrá fijador el intento de ahorrar. Si no hay organización y rigor en cuanto se haga; si impera la verticalidad y se subestiman las opiniones, iniciativas y aportes de los colectivos; si las innovaciones y racionalizaciones no se implican cuanto es posible y necesario; si el de cada cual según su capacidad y a cada cual según su trabajo no acaba de cumplirse debidamente, será muy difícil hablar de verdadera práctica del ahorro.

Ahorrar requiere orden, disciplina, control, entre otras condiciones indispensables. No pasa a ser cierto sin que medie la acción consciente de las personas, sin que la política del país al respecto se convierta en acción en cada recurso material y humano. El ahorro no es solo un refugio para tiempos de crisis. Es una fortaleza permanente que hemos intentado y no acabamos de conquistar definitivamente. Si no la ligamos en esta, seguiremos despilfarrando esfuerzas e inteligencia. La senda socialista que algunos temieran perder por la alianza con capital extranjero corre riesgo real de fracaso si Cuba no construye, y administra soberanamente, vías para un desarrollo económico que otorgue puntal a los valores morales y de justicia social que le son inherentes al sistema. Sin prosperidad, el socialismo será siempre una utopía.