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sábado, 2 de diciembre de 2017

Las palabras, todas unas clasificadoras de generaciones

Por Elizabeth Almeida

Desde las "perras chicas" que se podían obtener siendo "paragüero" o "afilador" en la llamada generación silenciosa de los años 20 y 30 del siglo pasado; los baby boomers, de los años de 1940 y 1950 que iban en Vespa a los "guateques" con sus mejores "niquis"; la generación X de los 60 y 70, con "yuppies" que se sentían "guay", hasta llegar a los millennials, nacidos en los 80 y 90, se hacen "selfis" para olvidar que son "mileuristas". Aunque lo básico no cambia, el modo de hacer o decir ha evolucionado, por ejemplo, se ha pasado de las revistas femeninas que daban consejos de belleza a los tutoriales de belleza en YouTube.

En cada generación se pueden establecer elementos que las diferencias de las anteriores, ligados fundamentalmente a las costumbres sociales de la época, los gustos musicales o la moda del momento. Por supuesto, los avances tecnológicos han influido en esto y lo más asombroso, han modificado el lenguaje, elemento por el que ahora se pueden diferenciar también.

Como señala la autora del libro De estraperlo a #postureo (VOX), Mar Abad, nuestras palabras son las que nos visten. En su texto Abad recopiló los términos más representativos usados en las últimas 4 generaciones en España, además de los avances y retrocesos de la sociedad.

Desde las "perras chicas" que se podían obtener siendo "paragüero" o "afilador" en la llamada generación silenciosa de los años 20 y 30 del siglo pasado; los baby boomers, de los años de 1940 y 1950 que iban en Vespa a los "guateques" con sus mejores "niquis"; la generación X de los 60 y 70, con "yuppies" que se sentían "guay", hasta llegar a los millennials, nacidos en los 80 y 90, se hacen "selfis" para olvidar que son "mileuristas".

Aunque lo básico no cambia, el modo de hacer o decir ha evolucionado, por ejemplo, se ha pasado de las revistas femeninas que daban consejos de belleza a los tutoriales de belleza en YouTube. En ese sentido, Abad explicar que cada varias generaciones, se vuelven a tomar los mismos temas, añadiendo que estamos condenados a repetir la historia.

Además, compara la actualidad de España con la de los jóvenes de los 40 y los 50 cuando en ese país, donde estos se enfrentaban a la mordaza franquista y en la actualidad se vive con la mordaza de lo políticamente correcto impuesta desde el extranjero, y es que, por ejemplo, cada vez que publicamos un tuit nos lo pensamos varias veces por miedo a ofender a alguien. En ese sentido, considera que si no controlamos esa tendencia de lo correcto, la libertad de expresión volverá a caer en picado, como ocurrió en el pasado, ya que según cree, esa hipersensibilidad alimenta a una sociedad inmadura.

La periodista llegó también a la conclusión de que los jóvenes siempre son los que definen el nuevo vocabulario, algo que justifica pues en estas primeras etapas es que son aquellas en las que comenzamos a buscar independencia, algo en lo que los nuevos códigos pueden tener influencia para garantizar esa autonomía.

Añade que los elementos que son coloquiales en una generación se afianzan como vocabulario habitual en la próxima, algo que está sucediendo cada vez con más rapidez influido indudablemente por las posibilidades de las nuevas tecnologías, de Internet y las redes sociales, llegando al punto en el que, como señala, ya no hace falta esperar ni una sola generación.

En lo referido a España, se asumen términos en inglés que llegan con las nuevas tecnologías, así como muchas palabras latinoamericanas que forman parte de éxitos musicales de esa región.

En lo referido a las exigencias de los puristas de la lengua, Abad considera que aunque está bien que la real Academia de la Lengua Española (RAE) regule ciertos usos del idioma, aunque destaca que no se debe olvidar en ningún momento que el lenguaje es una construcción colectiva a la que no se le deben poner puertas.

En su texto la autora hace también una nueva observación, al plantear el surgimiento de una quinta generación que renueva este ciclo, a la que llama generación Z y que se caracteriza precisamente por el uso de un lenguaje mucho más hablado que escrito, mediado por el uso de dispositivos como WhatsApp y otras tecnologías de voz con las que se pueden enviar mensajes sin teclearlos.