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domingo, 24 de diciembre de 2017

No es cualquier roca

Por Matraquito91

Arqueólogos del mundo entero descubren fósiles y otros restos que dan fe de la existencia de civilizaciones que vivieron muchísimo tiempo atrás, pero esta vez, investigadores de UCLA y la Universidad de Wisconsin-Madison, en EE.UU., confirmaron que los fósiles microscópicos descubiertos en una roca de casi 3.500 millones de años al oeste de Australia constituyen los más antiguos jamás encontrados y, de hecho, la primera muestra de vida en la Tierra. El estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, estuvo liderado por J. William Schopf y John W. Valley, quienes se embarcaron en una profunda indagación, nunca antes realizada.

Dicha investigación se encargó de describir 11 especímenes microbianos de cinco taxones separados, vinculando sus morfologías a las firmas químicas que son características de la vida. Algunos de estos representan bacterias y microbios ya extintos, mientras que otros se asemejan a las especies microbianas actuales. Además, tales hallazgos sugieren cómo cada uno pudo haber sobrevivido en un planeta libre de oxígeno.

Estos microfósiles, llamados así porque no son visibles a simple vista, fueron descritos por vez primera en la revista Science, por Schopf y su equipo, quienes los identificaron basados, principalmente, en sus formas cilíndricas y filamentosas. A su vez, Schopf recogió la roca en la que se encontraron los fósiles en 1982, en el depósito de sílex Apex de Australia Occidental, uno de los pocos lugares del planeta donde se conserva evidencia geológica de la Tierra primitiva, en parte debido a que la región no ha sido sometida a constantes procesos geológicos.

Aunque no todos los expertos coincidían con las interpretaciones de Schopf. Algunos argumentaban que se trataba de minerales extraños con una gran parecido a especímenes biológicos (y es que siepre, en cualquier sociedad, los escépticos hacen de las suyas). Sin embargo los nuevos hallazgos resuelven el enigma de que los microfósiles son biológicos, algo que llevaba tiempo intentando ser demostrado. Y es que solo, utilizando un espectrómetro de masa de iones secundarios, los investigadores pudieron separar el carbono que compone cada fósil en sus isótopos y medir sus proporciones. 

Cabe destacar que los isótopos son versiones distintas del mismo elemento químico y, básicamente, la diferencia está en sus masas. «Las diferencias en las proporciones de isótopos de carbono se correlacionan con sus formas. Si no son biológicos, no hay razón para tal correlación. Sus proporciones son características de la biología y la función metabólica», explican los especialistas, quienes no dejarán de trabajar hasta confirmar todo esto.