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miércoles, 10 de enero de 2018

Cataluña: el análisis de un conflicto

Por Diana M.

El intento independentista catalán ha revolucionado durante los últimos meses la agenda española. El mundo entero se hizo partícipe de la crisis interna de la que era centro el país, en tanto la economía y la política española se tambaleaban. Pero… ¿Cómo llegó España a ese punto? ¿Qué condiciones provocaron que Cataluña haya dado un paso tan agresivo y radical? ¿Qué pilares sostuvieron la barrida catalana? Las siguientes líneas intentan dilucidar algunas de las raíces del fenómeno separatista. Desde fines del 2012 e inicios del 2013 en España se vislumbró el despegue del independentismo, y desde entonces se desarrolló como un conflicto estrictamente asimétrico. En un bando una porción de la sociedad catalana impulsada por el nacionalismo tradicional, pero con partidarios que fueron un poco más allá y optaron por la reivindicación de la independencia.

Escenario de asimetrías

El independentismo catalán aspiró desde sus inicios a convertirse en una hegemonía en su sociedad, y en efecto logró caminar bastante en esa dirección. Desde su concepción se perfiló como una fuerza social, política, ideológica y cultural bastante unificada; aunque igualmente sensible a desacuerdos y tensiones entre fuerzas de derecha e izquierda en su seno. Uno de sus méritos es que fue socialmente transversal, organizada, con una impresionante capacidad de movilización.

En el bando opuesto al independentismo se ubicó el segmento heterogéneo y desorganizado en materia de acciones para frenar el bloque separatista. Por un lado el Gobierno de España, indolente durante años ante el fenómeno (quizás creyendo que el conflicto no trascendería nunca, más allá de meras intentonas o palabrería política de unos pocos). Y a su par los diferentes partidos no independentistas, y la porción de la sociedad catalana que no desea la independencia.

Estos últimos, a diferencia del grupo independentista, nunca se cohesionaron, ni lograron unificarse como fuerza diferenciada y articulada. De hecho, durante los años de mayor iniciativa y crecimiento del independentismo –desde la última parte de 2012 y comienzos de 2013 hasta las dos grandes manifestaciones del 8 y del 29 de octubre pasados en Barcelona– han tenido una presencia pública tenue. Su mano se ha levantado a favor de los partidos no independentistas o se han abstenido, pero no han hecho presencia activa en las calles defendiendo sus posturas.

La batalla que se ha librado tiene varias vertientes. Puede considerarse como una lucha entre dos poderes políticos: España y Cataluña. Resulta también un forcejeo entre partes distintas de una sociedad que se diferencia por sus sentimientos de pertenencia nacional.

Es muy propio de este conflicto que la petición o el rechazo de la independencia constituye la cuestión eje del debate político. Al punto tal que problemas vitales como los relativos al régimen laboral, el desempleo, los servicios sociales, política económica, o la Unión Europea se han visto relegados a un segundo plano. Es por eso que al independentismo le ha faltado un proyecto social, difícil de lograr además dada la heterogeneidad socio-económica de quienes lo integran.

Fortalezas del independentismo

Sin dudas la amplia red de organizaciones que apoyan a los catalanes es una de sus principales bazas. La Assemblea Nacional Catalana (ANC), el Partit Demòcrata Europeo Catalá (PDeCAT), el Omnium Cultural, Esquerra Republicana, y la Candidatura d’Unitat Popular (CUP) son las más destacadas. Además, se involucraron con la causa otros de corte más profesional: la asociación de alcaldes independentistas, las agrupaciones de profesionales favorables a la independencia, entre ellos profesorado, abogados, bomberos e ingenieros; las redes de la Iglesia católica y tantas asociaciones locales. Esta última demostró ser un segmento de la sociedad catalana organizado y activo en las movilizaciones.

A la par se encuentra el Govern de la Generalitat, que puso a disposición de la causa recursos humanos y financieros. Gracias a esas posiciones institucionales fue posible la implantación de las ideas nacionalistas que promovió desde el comienzo el Govern de Convergència i Unió (1980-2003). Las instituciones estatales autonómicas han constituido un factor determinante en la construcción nacional catalana. El poder político catalán empleó sus recursos para propiciar una labor de recatalanización, como le han llamado algunos estudiosos del tema.

El nacionalismo, que data de la época de las persecuciones franquistas despuntó como un factor decisivo en el despegue y desarrollo del independentismo. Justamente esta persecución sufrida le otorgó una legitimidad y prestigio tras la reforma política. Y extrañamente, pues no suele suceder en la historia política de la Europa Occidental, se extendió entre sectores de izquierda dentro y fuera de Cataluña. El peor error del gobierno de España fue quizás subestimar a un proceso que durante años fidelizó a un electorado de grandes dimensiones y consolidó su campo de influencia política.

El independentismo polarizó la sociedad catalana, puso en dificultades al PSC, al CiU, a UDC, y hasta a Catalunya en Comú-Podem.

Horizontes de misticismo

Quizás por todos estos factores, movilizados por las ansias de “libertad”, los independentistas dibujaron una representación del mundo real que empujaba a soñar con una sociedad catalana armónicamente orientada hacia la independencia. Su Programa así lo reflejaba:

La sociedad catalana es un conjunto unificado: un sol poble. No hay diferencias relevantes en su interior; los conflictos que se relacionan con los sentimientos nacionales son poco relevantes. “Una gran mayoría del pueblo de Cataluña quiere avanzar decididamente hacia la consecución de la plena soberanía”, definía el programa de Junts pel Sí. Fue así que la defensa de una vía unilateral e ilegal triunfó sobre un ambiente dominado por la falta de realismo.

“La Declaración Unilateral de Independencia (DUI) es la única vía posible, dado que España niega el derecho de Cataluña a decidir su futuro. Un referéndum pactado es una quimera. Hay que pasar por encima de la legalidad española”, resumía una de las apreciaciones claves del partido.

El error independentista

El objetivo fundamental de los líderes independentistas era alcanzar el apoyo de una amplia mayoría social para negociar en posición de fuerza. Sin embargo, omitieron el deseo y criterio de la mitad no independentista de Cataluña, incluso sin incluir a los más de 1.100.000 personas extranjeras con autorización de residencia cuyas preferencias también ignoraron.

A Puigdemont y a su equipo no les importó que más de la mitad de los ciudadanos entendieran que un referéndum dividiría a la sociedad catalana. Así reflejó una encuesta de GESOP en enero de 2017, así pensaron el 55,1% de las personas consultadas. Fue por eso que durante los últimos años, se advirtió una progresiva aproximación de esa mitad de Cataluña hacia el resto de la sociedad española.

El fin de ciclo

Con todas estas atenuantes, y otras, era muy improbable que la Declaración Unilateral de Independencia triunfara contra la mitad de Cataluña, el Estado, la Unión Europea y casi todo el mundo empresarial. Difícil que llevara a cabo una independencia desafiando la legalidad.

La operación iniciada en 2012 concluyó sin alcanzar su fin. El independentismo no se ha extinguido, claro, pero sí ha fracasado en su fórmula que abarcaba un referéndum fuera de la ley. Tras la activación del 155, los propios dirigentes independentistas han admitido que no contaban con el respaldo social suficiente. Han agregado a ello que no calcularon tampoco en toda su magnitud las reacciones del Gobierno.

Resulta difícil diagnosticar si los independentistas tienen una conciencia realista acerca de la magnitud de su fracaso y de las dificultades que les resta por afrontar. Si no se tomara la medida del mundo real, es probable que el independentismo erosionado por las desconfianzas, las divisiones, los signos de hostilidad, y mucho más desorientado, continúe escaldando. Lo cuestionable ahora es si los líderes que del fracaso independentista están en condiciones de afrontar debidamente la nueva situación.

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2018-01-12 08:13:38
La petición de Cataluña de celebrar un referéndum es totalmente legítima - aunque ilegal, pero las leyes pueden cambiar. El Gobierno central ha cometido el error de pensar que con el tiempo la gente se olvidaría del tema, pero tendiendo en cuenta que los más convencidos son los jóvenes, está claro que es una cuestión que se ha de resolver y no dejarla calentar más de la cuenta