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martes, 13 de marzo de 2018

El crimen que radicalizó a Monseñor Romero

Por MayitoWolf

Mientras la feligresía católica celebra la confirmación de que Oscar Arnulfo Romero será canonizado, el pueblo salvadoreño conmemoró el asesinato que radicalizó al Arzobispo de San Salvador y lo convirtió en un férreo crítico de la represión militar y la injusticia social, hasta el magnicidio que acabó con su vida terrenal y lo consagró como símbolo.

Para que ahora exista un Beato Romero y pronto un San Romero de América, tuvo que morir su amigo y confesor, el sacerdote jesuita Rutilio Grande. El párroco de Aguilares fue emboscado el 12 de marzo de 1977 por un comando de la Guardia Nacional, vestido de civil, que ametralló el Volkswagen Safari blanco donde viajaban Grande, el sacristán Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus.

El crimen fue perpetrado en una carretera aislada, rodeada de cañaverales, que conducía a El Paisnal. Como es habitual, una peregrinación recordó este año al primer mártir de la Iglesia Católica salvadoreña, y la misa fue oficiada por Gregorio Rosa Chávez, el primer cardenal nacido en el Pulgarcito de América.

“Que dicha tan grande, este país tan pequeño produciendo frutos de verdad”, afirmó en su homilía Rosa Chávez. “Hoy recordamos a un hombre de bien, un hombre que supo dar su corazón a aquellos más desposeídos, que nunca se dejó intimidar, que siempre se pronunció por una sociedad más justa”, aseguró a su vez el padre jesuita José María Tojeira, ex-rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas.

Al morir, Grande tenía 49 años de edad y una obra en defensa de los pobres, que incluyó la creación de las comunidades eclesiales de base para enfrentar los abusos de terratenientes y autoridades, por lo cual la oligarquía y la cúpula castrense lo tildó de revoltoso comunista. Varias fuentes señalan que el general Ramón Alfredo Alvarenga, por entonces director de la Guardia Nacional, dio la orden de matar a Grande. Apenas tres semanas antes, en su ya famoso Sermón de Apopa, el cura aseguró que si Cristo estuviera en El Salvador lo volverían a crucificar, acusándolo de agitador y de confundir al pueblo con ideas foráneas.

El Vaticano decretó el 22 de noviembre de 2016 el comienzo de la fase romana para beatificar a Grande, y eventualmente hacerlo santo. El Arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar, aseguró recientemente que el proceso avanza favorablemente.