Europa sigue dura con los emigrantes
Europa está respondiendo con medidas duras ante la creciente crisis de emigrantes que vive el llamado Viejo Continente en los últimos años. Europa externalizó parte de esa crisis firmando un controvertido acuerdo con Turquía para intentar frenar las salidas de embarcaciones en Grecia. También está teniendo negociaciones más que arriesgadas en África con varios gobiernos e incluso con facciones armadas para tratar de frenar los flujos. Y ahora estudia nuevamente cómo intentar resolver lejos de sus principales ciudades lo que se ha convertido un verdadero problema que puede acabar con algunos gobiernos y con el espacio de libre circulación.
Los próximos 28 y 29 de junio, los jefes de Estado y de Gobierno del bloque se reúnen en la ciudad de Bruselas para una de las Cumbres más importantes en los últimos años, con una agenda bastante cargada de temas críticos y sensibles para la opinión pública. El discurso contra la inmigración ha llevado al poder a la derecha en países como Hungría, Polonia, República Checa o Eslovaquia. Lo ha rozado en Francia, Holanda y en Alemania. Merkel vive sus horas más bajas con una crisis interna de límites inconmensurables y una división entre la CDU y la CSU que ha puesto en seria duda la continuidad de su Ejecutivo por la reforma migratoria del continente.
En el borrador que los gobiernos de los 28 están redactando en estos días aparece la propuesta, de la que se ha hablado muchas veces pero que no había llegado hasta este nivel. "Con el objetivo de establecer un marco más predecible para lidiar con aquellos que a pesar de todo salen al mar y son rescatados, el Consejo Europeo apoya el desarrollo del concepto de la existencia de plataformas regionales de desembarco, en cooperación estrecha con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados y la Organización Internacional para las Migraciones.
Esas plataformas deberían permitir el rápido procedimiento para poder distinguir entre los migrantes económicos y aquellos que realmente necesitan protección internacional, reduciendo en gran manera los incentivos para embarcarse en viajes peligrosos.
Muchos países, y de forma destacada Dinamarca y Austria, ya habían enarbolado esta idea hace sólo unas semanas. Campos de acogida para los refugiados, pero lejos de las fronteras. Un lugar al que llevar a todos los rescatados en el mar y donde se procesarían sus solicitudes. Centros pagados por la propia UE, por los que los Estados Miembros parecen estar encantados de dar dinero si alguien les aleja el problema de sus fronteras.
Los sitios que se han valorado para hacer algo así son los países norteafricanos o aquellos potencialmente incluso en alguno de los de la Ruta de los Balcanes. Es algo que los servicios jurídicos de la Comisión descartaron en el pasado, pero que sus colegas del Consejo ven posible. Sería un marco legal completamente renovado, con dinero y responsabilidad comunitaria de alguna forma, pero sin llegar a ser territorio de la Unión.
Allí los funcionarios de la UE, de los diferentes países que componen el bloque, tramitarían las peticiones, una por una, y sólo aquellos que consideren que tienen derecho a protección internacional serían trasladados luego a Europa. Algo que de por sí ya es extremadamente complicado, porque hay un importante número de países que se niegan a ningún tipo de reparto por cuotas desde el año 2015.
Las dudas sobre qué tipo de centros saldrían de este proyecto son muchas. ACNUR tiene mucha experiencia y lo que se ha visto en Turquía o Líbano no es realmente esperanzador. No queremos que surjan campos de concentración, sino crear lugares donde puede haber refugio, protección, medicina y no exista violencia contra las mujeres, ha declarado el presidente de la Eurocámara, Antonio Tajani, tras encontrarse con el canciller austriaco, Sebastian Kurz, otro de los grandes puntales en el debate.
