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miércoles, 13 de septiembre de 2017

Cuba en tiempos huracanados

Por Aliet Arzola

Quienes nunca han vivido un huracán no tienen la menor idea de lo que significa soportar vientos superiores a 150 kilómetros por hora, olas de nueve metros y lluvias ininterrumpidas que obstruyen caminos y arrasan con todo a su paso. De una forma u otra, Cuba sufrió cada una de esas manifestaciones con el paso del ciclón tropical Irma, el cual ha vuelto a poner sobre la mesa el debate respecto a lo complicado que resulta salir ileso de una tormenta tan feroz. En Cuba están instaurados diversos mecanismos para garantizar la seguridad de la población y de los bienes materiales, pero, en ocasiones, ante un fenómeno tan poderoso, se vuelve imposible minimizar las pérdidas.

Con Irma, por ejemplo, diez personas murieron en territorio cubano de acuerdo a los reportes preliminares de la Defensa Civil, muchos de ellos por decisiones imprudentes que los colocaron en caminos peligrosos, de demasiado riesgo. Cinco personas fueron víctimas de derrumbes en sus propias viviendas por negarse a la evacuación, mientras otra señora fue encontrada flotando en una zona costera, presumiblemente por no salir de su hogar a tiempo y ser devorada por las inundaciones. Además, un señor falleció por una descarga eléctrica cuando intentaba retirar una antena de televisión, y otro fue impactado por un poste de electricidad cuando caminaba por la calle, ya con la tormenta andando.

En todos estos casos resalta un detalle: la imprudencia, un mal que no puede contrarrestar ningún gobierno. Si algo en Cuba funciona como un reloj suizo es el proceso de evacuación de ciudadanos residentes en zonas potenciales de desastres, ya sea por inundaciones o derrumbes, sin embargo, cada cual toma la decisión que entiende como la más apropiada antes de la catástrofe.

En este punto, surge la interrogante de cuáles serían los motivos de las personas para no resguardarse de un potente huracán en instalaciones habilitadas con comida, agua y camas, sin costo alguno. En primer lugar, muchos tienen un sentido de pertenencia muy grande por su pedazo de tierra y se niegan a abandonarlos, asumen las consecuencias de todo lo que les puede suceder. En otros casos, los ciudadanos simplemente deciden quedarse en su casa para proteger los bienes familiares y no ser víctimas de saqueos. Esta última manifestación se ha vuelto común en los tiempos recientes, con un grupo de delincuentes que aprovechan la ausencia de los propietarios para sustraer cualquier objeto, equipo o prenda de valor. Una solución para este asunto podría ser la extracción de las propiedades de los evacuados también a sitios seguros, pero ello tiene un costo considerable, no solo por la transportación, sino también por los pocos espacios habilitados con condiciones. Al margen de estas ideas, lo más factible es garantizar un equipo de seguridad que haga frente a los ladrones.

En esta oportunidad, en La Habana, la capital del país, se desplegó un importante dispositivo policial que se encargó de velar por las zonas más críticas, no solo por los bienes materiales, sino también para impedir que ciudadanos imprudentes se acercaran a un mar muy bravo. Sin embargo, igualmente se reportaron múltiples robos, porque los delincuentes enfrentan las condiciones extremas del clima con soberana tranquilidad y atraviesas zonas inundadas para saquear hogares y centros comerciales. En tiempos huracanados, la tensión se apoderó de la ciudad, sobre todo en los lugares de mayores afectaciones, tendencia que se mantendrá en los próximos días, teniendo en cuenta que un buen grupo de localidades están apagadas por las averías en el sistema eléctrico.