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jueves, 12 de octubre de 2017

Venezuela, una realidad violenta

Por angelica

Gritos, algarabía, aplausos y música. Es sábado por la noche en la Plaza de Altamira de Caracas. Hace dos meses allí el sonido de disparos, sirenas y gritos se volvían ensordecedor. La zona aledaña al anfiteatro convoca una noche de sábado a un gran número de personas alrededor del escenario. Piden un minuto de silencio por las víctimas de la violencia y represión. Sobre las 9:00 de la noche, se acaba el concierto ya que la alcaldía solo dejó hasta esta hora. Los muchachos, medio mal genios ya, desalojan y se vuelven a casa.

Nadie diría que en ese mismo sitio en pasado abril a julio, no eran público y músicos los que se veían las caras. En su lugar se encontraban la Guardia Nacional Bolivariana y los manifestantes unidos a las bombas lacrimógenas y los cocteles molotov. La Plaza Altamira fue uno de los principales escenarios de las protestas que se iniciaron en Venezuela el pasado 30 de marzo y que dejaron como saldo más de 100 muertos.

Allí se contaron por centenas las lacrimógenas que las fuerzas del Estado lanzaron contra los manifestantes. Fue también el sitio donde los reclamantes quemaron a Orlando José Figuera, el mismo sitio donde una tanqueta arrolló a tres jóvenes opositores y otro salió ardiendo al tratar de quemar una moto de la GNB. Esta región de Chacao figura como barrio de clase media-alta, toda vez que es uno de los sitios de más dura confrontación entre la oposición y el gobierno después de dos sentencias del Tribunal Supremo de Justicia que le quitaban competencias al Parlamento, controlado por los opositores. Un episodio más de una polarización que dio inicio con la llegada del chavismo al poder en 1999 y que pervive en este 2017. Sin embargo, esta zona luce ahora como el resto de Venezuela: una aparente calma espera de las elecciones regionales de este domingo.

Desde que se votó con la ausencia de la oposición en la Asamblea Nacional Constituyente el pasado 30 de julio, las protestas cesaron. Desde ese entonces Venezuela volvió a mostrar una relativa normalidad en medio de esa crisis que atraviesa con la mayor inflación del mundo, faltan los alimentos, medicinas y muchos otros productos básicos que se unen al enconado enfrentamiento entre gobierno y oposición. Sin embargo la gente siente miedo, preocupación, un contexto donde la inseguridad es muy fuerte. Durante las manifestaciones, el subterráneo cerraba. También suspendieron las dos líneas de Metrobús que partían desde la plaza hacia El Cafetal y La Trinidad, dos zonas opositoras de Caracas. Hasta la fecha aún están inhabilitadas. Es este uno de los pocos rastros de cuatro meses de protestas que quedan en la plaza. El gobierno se enorgullece de que la Asamblea Constituyente llevó la paz a Venezuela y fue un triunfo frente a la oposición, a la que tilda de violenta. Por su parte, la oposición busca vencer cierta desilusión entre sus filas y superar la sensación de derrota toda vez que reanima a sus seguidores para que la lucha siga, aunque cambie de escenario.