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viernes, 15 de junio de 2018

Violencia sexual: el iceberg español

Por Sofía

Más de 1,4 millones de mujeres han sido víctimas de abusos sexuales en su vida en España. Así lo refleja una indagación oficial realizada en el año 2015 y denunciado por diversas representantes de algunas organizaciones no gubernamentales y la propia Organización de Naciones Unidas. Se ha constatado que esa cantidad aumenta significativamente, pues solo se tienen en consideración las cifras oficiales, por tanto quedarían muchos delitos sin denunciar por diversas causas: miedo al ofensor, temor a denunciar, representaciones sociales estereotipadas, entre otras cuestiones. Cifras escandalosas han reportado la muerte de más de 900 mujeres desde el año 2008, solo por estos abusos sexuales.

Es por ello que no se puede considerar que esto sea un fenómeno aislado, pues ocultaría la exacta dimensión del problema. Debe entenderse que es una parte dolorosa de nuestra sociedad que tiene una raíz cultural llena de mitos, rezagos y estereotipos acerca de la libertad sexual. La violación, el incesto, la violencia psicológica, el acoso sexual, los abusos sexuales infantiles, entre otros, y que no son más que manifestaciones de la violencia de género y no conductas aisladas sin relación entre sí. El desequilibrio en las relaciones entre el hombre y la mujer que niega cotidianamente la dignidad de todo lo femenino, convierte a estas violencias en algo sistémico que se encuentra presente en casi toda la estructura de la sociedad.

La violencia sexual fue calificada la semana pasada por Amnistía Internacional como un fenómeno invisible y recomendó por cada 200 000 la creación de un Centro de Crisis que funcione cada día y que cada comunidad autónoma pudiera contar con al menos un centro de estos, como estipula el Consejo de Europa.

No obstante el Gobierno no ha demostrado poseer una estrategia bien definida para prevenir este fenómeno que se ha vuelto más cruento y doloroso. Las agresiones grupales ocurridas en los Sanfermines, Gran Canaria y Sevilla, parecieran casos aislados, pero no son más que la punta del iceberg de una violencia sexual que se está manifestando con una regularidad e impunidad que pasma. Desde el 2015 el Comité de Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, conocidas por sus siglas como la CEDAW recomendó a España aportar datos acerca de la violencia doméstica, especialmente la sexual con el mayor detalle posible, sin embargo en el reciente informe español enviado a Ginebra se .soslayó tal pretensión.

Por lo general, las violencias sexuales están precedidas por otros tipos de agresiones: violencia, psicológica, violencia física, violencia económica que en su gran mayoría tampoco son atendidas institucionalmente, ni aparecen en las estadísticas oficiales. La victimización sexual de algunos grupos de mujeres como las migrantes, las lesbianas, las mujeres trans, entre otras, reciben mucho menos consideración y respeto.

La acción penal se ofrece cuando estos delitos son denunciados, procesados y sancionados, por lo que ese tipo de respuesta aparece de forma tardía, cuando el hecho ya se ha consumado. Es menester incidir en las raíces del asunto: estereotipos sociales, cultura patriarcal, machismo, androcentrismo, misoginia, el irrespeto al derecho de las mujeres a tomar decisiones sobre sus cuerpos, entre otros. No obstante, en un problema tan serio y dañino no se puede prescindir del sistema jurídico penal, pero resulta irrisoria la cantidad de los 3265 reclusos sancionados por atentar contra la libertad sexual en España; una gran cantidad de agresores evidentemente no reciben el peso de la ley, la parte oculta del iceberg merece también la atención, el reconocimiento y la fuerza coactiva de la administración de justicia.

Los problemas jurídicos sustantivos y procesales que aún padecen nuestras leyes acerca del tema, también deberán ser valorados y resueltos. La sensación de desatención, menosprecio por parte de las autoridades, o de culpabilizarlas por el hecho violento, la eventualidad de cruzarse con su agresor durante el proceso, son asuntos pendientes a resolver.

Las investigaciones académicas y científicas en general son escasas y fragmentadas, son temas que son postergados por otros supuestamente más importantes y apremiantes por lo que prácticamente no existen bases científicas que sustenten toda la magnitud y el conocimiento acerca del entramado social, jurídico, filosófico e ideológico que sustenta el fenómeno. Los medios de comunicación deben convertirse también en protagonistas de estas luchas y tener una ruta crítica para el tratamiento comunicacional de este fenómeno. Los fondos del iceberg de las violencias sexuales necesitan ser visibilizados.