Pequeños tiranos… grandes delincuentes
Parece que sube una generación de criaturas que nos las harán pasar canutas en unos años. Niños consentidos que no saben qué es la vida – dice el profesor Pablo Poó – a quienes nadie ha enseñado el valor del esfuerzo. ¡Vagos!, les espetó a sus alumnos en un vídeo, riñéndoles por sus suspensos. No ha sido el único que se ha puesto las manos en la cabeza: recientemente otra profesora ha escrito una carta que se ha vuelto viral, donde dice que está “harta de aguantar la mala educación de los alumnos”. Y es que este tipo de educación – la que no precisa de exámenes de matemáticas – viene de casa. ¡¿Qué les pasa a los padres?!
Los niños: esas criaturas tan frágiles, tan delicadas. Pero, ¿de verdad lo necesitan todo? La sobreprotección paterna puede acarrear problemas en la infancia, pero también en la adolescencia y en la madurez: falta de confianza en uno mismo, valoración mínima del esfuerzo, y la falsa seguridad de que siempre habrá alguien para cubrirle las espaldas. Viven en una burbuja que, cuando estalle, no soportarán las frustraciones y no habrá quien les enseñe como se vive de verdad. Varios pediatras aseguran, incluso, que la sobreprotección puede aumentar las alergias y las enfermedades autoinmunes.
Emilio Calatayud, juez de menores, da unos “consejos” a los padres para que conviertan sus retoños en “pequeños delincuentes”: “comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que le pida, así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece, cuando diga palabrotas, ríaselas, así le animará a hacer más cosas graciosas, no le regañe nunca, que podría crearle complejos de culpabilidad, póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores o vecinos… si seguimos todos estos consejos, es fácil que en casa hagamos un pequeño tirano, que con el tiempo se puede convertir en un auténtico chorizo”.
Pocos padres se dan cuenta de que estos tiranos serán los que tengan que cuidarles cuando sean mayores. Que ahora, sus conductas infantiles fastidian a los demás, pero que un día les van a fastidiar a ellos. ¿Hay solución? Al final – como siempre – terminaremos aprendiendo de nuestros errores.