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viernes, 30 de junio de 2017

A nueve años del despertar

Por Aliet Arzola

El 29 de junio del 2008 España tuvo su noche más frenética en años. Cerca de la medianoche, muchos reían y gritaban por las calles, otros lloraban, otros alzaban las manos al cielo agradeciendo por tener, al fin, la excusa perfecta para enterrar los demonios de las derrotas pasadas. La Roja de Luis Aragonés había ganado la Eurocopa que organizaron Austria y Suiza, y de esta forma acababa con una sequía de 44 años sin un título internacional de la selección mayor. Los goles de Villa, la magia de Xavi, los reflejos de Casillas y la unión de todos los jugadores marcaron los destinos de la escuadra ibérica, que en Viena dio inicio a la etapa más espectacular del fútbol español.

A la Euro se había llegado sin mayores sustos, porque la clasificación se saldó con nueve victorias en 12 partidos, de los cuales se perdieron dos en Suecia e Irlanda del Norte y se empató otro en Islandia. Con 28 unidades los españoles lideraron el Grupo F, amparados en 23 goles a favor y ocho en contra. Pero lo más importante, un grupo sólido mostraba sus mejores galas de a poco, creciendo tras un inicio lento que se olvidó con un juego deslumbrante de mucho control del balón, hipnotizando a los rivales al más puro estilo del Barcelona excelso de Frank Rijkaard y Pep Guardiola.

Ya sin Raúl González Blanco, el indiscutible capitán del siglo XX, vistiendo la casaca nacional por decisión de Aragonés, el conjunto se presentó en la lid de Austria y Suiza, en la cual tendrían que enfrentar en su grupo a los suecos, uno de sus verdugos durante la ruta clasificatoria, además de la Rusia dirigida por Guus Hiddink y los vigentes campeones, Grecia. Los rusos, sin Andrey Arshavin en el campo por una suspensión de dos choques, fueron los primeros oponentes y sufrieron la furia de David Villa, quien se anotó tres dianas para ponerse delante en la lucha por el trofeo de máximo goleador del certamen.

Suecia, como en la fase de clasificación, resultó una piedra en el zapato de los españoles, que solo en el descuento lograron quebrar el empate ya firmado por media humanidad. Fernando Torres abrió la cuenta temprano, pero Zlatan Ibrahimovic puso las tablas antes del descanso, las cuales se mantuvieron hasta el minuto 92, cuando otra vez Villa emergió en rol de superhéroe y perforó las redes de Isaksson con el gol que valía los cuartos de final. El partido del adiós en la fase de grupos constituyó una oportunidad para Aragonés de colocar a buena parte de sus suplentes, quienes cumplieron el trámite y vencieron con goles de Rubén de la Red y Dani Guiza a un elenco griego sin la garra del 2004.

Llegaban los encuentros de vida o muerte, y si España quería romper su maleficio tendría que comenzar tumbando a uno de los históricos del continente: Italia. Segundos en su grupo tras perder con Holanda, igualar con Rumanía y superar a Francia, los transalpinos buscaban incluirse entre los cuatro grandes por primera vez desde el 2000, cuando sucumbieron en la final ante los galos. Y lo cierto es que exigieron a los ibéricos, incapaces de taladrar el muro defensivo de la Azzurra durante 120 minutos. Los penales eran la única solución y la guerra entre Casillas y Buffon, dos de los metas más sólidos del planeta, terminó con el éxito del mostoleño, quien detuvo los disparos de De Rossi y Di Natale. Noche de gala en el estadio Ernst Happel, donde solo unos días después protagonizarían la hazaña.

El siguiente examen era contra los rusos, que habían levantado desde su derrota en el estreno del certamen y se presentaban en semifinales como un rival rudo, capitaneado ya por Arshavin, un futbolista de puro ingenio que con goles había devuelto la ilusión a los suyos. Durante poco menos de una hora el choque no se pareció al de la fase de grupos. Si bien los españoles dominaron con su permanente dominio del balón, hubo que esperar hasta el minuto 50 para el primer tanto de Xavi, quien abrió la lata y dio paso a los otros tantos de Guiza y David Silva. Así se colocaron a las puertas del título, y el último escollo era Alemania, a la cual derrumbó Fernando Torres con el gol de su vida.

Más allá de los nombres de Xavi, mejor jugador del torneo, David Villa, máximo goleador, Torres, el héroe de la final, o Casillas, todopoderoso ante Italia, habría que mencionar el papel trascendental de Marcos Senna y Xabi Alonso como los pulmones del conjunto, la seguridad y la garra típica de Carles Puyols y Sergio Ramos, las delicadezas de Iniesta y de un descollante David Silva, el despliegue de Fábregas y las internadas de Capdevilla por la izquierda.    

Puede decirse que en el Ernst Happel de Viena comenzó a escribirse la historia dorada del fútbol español. En la memoria quedará el episodio victorioso 1964, pero el cuento de hadas que tejieron Xavi, el mejor jugador de la Euro 2008, y el resto de su camada tendrán un sitial de honor superior, porque más tarde, ya liderados por Vicente Del Bosque (el relevo de “El Sabio”), triunfaron en el Mundial de Sudáfrica y la Euro de Polonia y Ucrania.