El desbalance del conflicto sirio
Hace seis años la oposición al gobierno de Bashar al Assad en Siria, pagado por sectores externos, entró en conflicto con la autoridad. Exigiendo la renuncia del presidente y una actualización de la vida política del país. El arresto y tortura de unos adolescentes que pintaron en la pared de su escuela: “Es tu turno, Doctor”, en referencia a Al Assad iniciaron el capítulo sirio de la llamada Primavera Árabe iniciada en Túnez. En el fondo el conflicto no es más que una demostración de fuerza entre dos grandes potencias: Rusia y Estados Unidos. Los intereses de cada una de esta potencia están por encima de alcanzar la paz en la nación del Levante.
La guerra en este país árabe descolocó el balance de fuerzas políticas en una región de por sí convulsa. No solo hizo que estallara la crisis de refugiados sin precedentes en el mundo en los últimos años, sino que también destruyó sitios arqueológicos de interés para la Humanidad.
Desde que inició la guerra más de 331 mil personas han fallecido y hasta la fecha no se avizora una resolución de la misma. Si bien la coalición internacional y las fuerzas militares extranjeras involucradas en el terreno han ganado espacio, la presencia de grupos terroristas como el Daesh (Estado Islámico, en árabe) y el yihadista Frente Al Nusra, una versión siria de Al Qaeda, han dilatado un conflicto que pudo resolverse hace tiempo. Estos fueron leña para cocinar una guerra civil que es titular todos los días.
La batalla por controlar Alepo dejó claro que aun cuando la guerra no terminará muy pronto, el régimen de Al Assad no perderá. Alepo le ofreció una plaza consolidada a Siria y sus aliados Rusia e Irán.
Ahora bien, en estos años de guerra el uso de armas químicas y los ataques de estas coaliciones contra civiles han sido cuestiones más polémicas.
Los bombardeos de un lado y de otro se cobraron más víctimas civiles que las acciones de combate en el terreno. Por ejemplo en el mes de abril de este año el ataque con armas químicas en la localidad siria de Jan Sheijun, en la provincia de Idleb (noroeste) causó la muerte a 86 personas. Luego, Estados Unidos y sus compinches bombardearon con misiles Tomahawk la base militar siria de Al Shayrat, en la provincia de Homs, en represalia por el ataque químico. Cifras del Pentágono señalaron que destruyeron una parte de la aviación siria.
Mientras tanto, Washington sigue con las tropas terrestres en el noreste sirio principalmente, esta vez diciendo que lucha contra el Estado Islámico. La verdadera razón es la de siempre: mantener el complejo militar industrial del país norteño y mostrar posiciones simbólicas de fuerza con Rusia, su enemigo público número uno.