La popularidad de Temer está en números rojos
Nunca antes en la historia de Brasil un presidente había sido tan rechazado. Está el caso del que más han apoyado los ciudadanos como con Luiz Inácio Lula da Silva que dejó la residencia oficial del Palacio de Planalto con un 80 por ciento de aprobación. En el lado opuesto se ubica el mandatario interino Michel Temer. La desaprobación popular del político es de 85 puntos porcentuales. El apoyo es de tan solo el dos por ciento de los encuestados. El resto decidió ni opinar. No es nada nuevo y mucho se le atribuye a esto las medidas de corte neoliberal que implementó nada más ocupar la silla presidencial.
La mayoría de los brasileños considera que la gestión del pemdebista (porque pertenece al Partido del Movimiento Democrático Brasileño, PMDB), es “mala” o “pésima. Según la encuestadora de opinión pública Ipsos se detectó el aumento de uno por ciento de la imagen negativa del político brasileño respecto al último sondeo aplicado en el mes de junio de este año.
Este es el rechazo más alto hacia Temer desde que destituyó en un amañado juicio político a la presidenta constitucional del país, la representante del Partido de los Trabajadores (de tendencia de izquierda), Dilma Rousseff. En aquel entonces, cuando asumió la presidencia interina el año pasado luego de la destitución de la exguerrillera, Temer tenía un 15 por ciento de aprobación. Los números hablan también de que solo el dos por ciento de los 1 200 ciudadanos encuestados consideran “óptimo” o “bueno” a Temer.
La lectura de la encuesta visualiza el descontento popular que se adueñó del país más grande de América del Sur. La imagen de Michel Temer va en picada y esto lo impulsó no solo los escándalos de corrupción, favoritismo político y contrabando en su contra; sino también cuando O Globo divulgó un audio que lo comprometía. En aquella ocasión Temer se hizo el de la vista gorda respecto al impeachment contra Rousseff, por más señas la única mujer que ha gobernado Brasil. La conversación con el empresario Joesley Batista lo inculpó. En el audio revelado tardíamente y en el “momento oportuno” por el conglomerado mediático, Temer y Batista hablaban sobre el pago de sobornos para callarles la boca a otros implicados en la destitución de Rousseff.
Una cosa sí tiene a su favor el pemedebista: ha sabido esquivar –mágicamente si se quiere- todas las acusaciones en su contra y el descontento de millones de personas. Increíblemente, ha salido ileso de la convulsión política que azota Brasil. Lo que no se sabe a ciencia cierta si su suerte se revertirá en algún momento y la historia le pase factura.
Así las cosas en un país que antes era considerado la locomotora latinoamericana por su impulso económico. La situación actual en Brasil demuestra que si la economía va mal, la política se puede convertir en una mala palabra. Quien gobierne ahora mismo el gigante sudamericano tendrá ante sí una estela de gobernantes corruptos, descontento popular y una izquierda que como decimos en el Caribe se durmió en los laureles. Hablando con conocidos brasileño muchos me han confesado que asistieron a los días del golpe de Estado y provocó todo el panorama convulso que se vive ahora como simples espectadores de una gran novela de O Globo. Solo los guionistas de O Globo saben cómo finalizará el melodrama político, social y económico en el que se convirtió el país de la samba y del equipo de fútbol cinco veces campeón. Ya ni el fútbol les quita el sabor amargo a los brasileños…pero esa es otra historia.