La verdadera importancia del CETA en el comercio mundial
Se cuentan por miles los artículos publicados desde las victorias del Brexit y de Trump sobre el proteccionismo y el final de la globalización. El auge de los movimientos populistas y cierta desaceleración del comercio internacional alientan la sensación de que lo mejor que cabe esperar es que no haya grandes retrocesos. Pero la Unión Europea, a pesar de la fragmentación y disfuncionalidad de los parlamentos de muchos países, está moviéndose con decisión en sentido contrario a lo que muchos temen.
En la víspera de la reunión del G20 –en la que EE.UU. dejó claro su aislamiento en la defensa del proteccionismo, la UE y Japón anunciaron un ambicioso acuerdo preliminar de asociación económica. Una señal muy potente a todo el mundo de cómo se pretende seguir avanzando en el libre comercio y en la mejor gobernanza de la globalización. En la línea del CETA con Canadá recientemente aprobado, este acuerdo va mucho más allá de reducir los aranceles a las importaciones de productos agrícolas y manufacturados, sino que abarca los intercambios de servicios, las inversiones y los derechos de propiedad intelectual.Para ser conscientes de la magnitud del Acuerdo de Asociación Económica, baste decir que la UE (ya sin el Reino Unido) y Japón suman el 25% del PIB global a precios de mercado y que originaron el 36% de las exportaciones mundiales. Habría que incluir además a Suiza y Noruega que, en virtud de sus acuerdos con la UE, se verán empujados a alinear su legislación y prácticas comerciales.Pero este acuerdo da un mensaje al mundo que va mucho más allá de una rebaja de aranceles cuando suenan los tambores del proteccionismo.
En sus amplios y ambiciosos acuerdos de asociación económica –catalogados de «segunda generación», la UE, Japón y Canadá, como líderes en prácticas medioambientales y laborales y en multitud de sectores productivos, están fijando los nuevos estándares del comercio internacional y la forma más sensata de gobernar el imparable proceso de globalización.Cabe esperar que esta valiente iniciativa sea correctamente interpretada en Londres. Un «Brexit duro» dejaría al Reino Unido fuera de juego, obligado a procelosas negociaciones con cada uno de sus principales socios comerciales que al final acabarían con esquemas de relación no muy distintos al CETA o al acuerdo con Japón. Y también en la Casa Blanca, que debería de darse cuenta que su aislacionismo no solo no revierte el libre comercio sino que incentiva al resto del mundo a reforzar sus lazos.