Un diablillo en casa
Cuántas veces habremos escuchado comentarios como este de "mi hijo Juan no se queda ni un minuto quieto. Si meto la ropa en la lavadora, él la saca; si me descuido un segundo, deja regados los juguetes por la casa o lo encuentro haciendo equilibrios en el sofá. ¡Es fatigoso!”. También es frecuente el caso contrario: “Pues mi hija Clara es muy buena niña, la dejo sentada en el parque con sus muñecos y ahí se queda muy tranquila. Es como si no hubiera niña en casa”. Los padres suelen decir que tener un bebé tranquilo es una bendición y los que tienen niños inquietos como Juan generalmente se ven sobrepasados por la energía de su hijo.
A menudo, estos últimos ponen a sus pequeños la etiqueta de “diablejos”, en cierto modo es comprensible: un niño de un año que no para ni a descansar, literalmente, en todo el día puede fatigar al padre más vigoroso. Sin embargo, es importante saber que la actividad incesante a esta edad es normal y hasta buena, porque es síntoma de que el niño está sano y se desarrolla bien. Por el contrario, la excesiva tranquilidad en un pequeño, que suele no moverse y puede estar absorto en su tarea durante un buen rato, es indicio de un probable déficit de atención sin hiperactividad, también de que necesita mayor estimulación.
Cuando es son diablejos disfrutan con cada uno de sus movimientos, les encanta tomar las cosas y tirarlas al suelo para comprobar cómo suenan o en la mayoría de los casos cómo se rompen y así verifican que tienen por dentro. Les gusta que sus padres le aplaudan, lo festejen y reconozcan lo bien que hacen las cosas. Imitan a los demás y por sobre todo se empeñan en hacer las cosas por él mismo, además que no puede faltar que lo que hagan sea su propia voluntad.
La cuestión es que le encanta experimentar, así va asimilando, pero todavía no tiene el desarrollo cognitivo suficiente para razonar como lo hacemos los adultos, por lo que no puede prever los riesgos que conllevan sus acciones. No sabe que, si estrella un cenicero contra el suelo, es muy probable que se rompa, o que si aprieta a la vez todos los botones del control de la pantalla, puede dañarla.
Una forma de controlarlos es no regañarlos cuando cause algún estropicio ni le prohíbas constantemente. Frénalo solo cuando pueda lastimarse o causar daños irreparables. Favorece su afán de aprendizaje dejándolo experimentar. Extrema la vigilancia y aparta de su alrededor todos aquellos elementos que puedan suponer para él un peligro. Facilítale juegos de tipo simbólico. Establece una rutina en cuanto a horarios y actividades. Dale abundantes muestras de cariño aunque las rechace.
Te conviene armarte de paciencia y no preocuparte. Ese derroche de actividad demuestra la vitalidad y el perfecto desarrollo neurológico de tu pequeño. Está en una etapa importantísima en la que está absorbiendo mucha información y en la que se fija ya los primeros modelos de comportamiento. Este comportamiento no se debe confundir con la hiperactividad, tal trastorno no se puede diagnosticar a la ligera ni tan pronto, por lo que si nunca te obedece, acude a un experto.