El turismo indiscriminado mata los países
El mundo debate hoy los límites del turismo en un momento donde las ciudades y playas muchas veces están sobresaturadas – como en España –, y donde el cambio climático sigue haciendo de las suyas. Es precisamente en verano donde más se visibiliza el fenómeno de las transformaciones en el clima. Con estas dos razones ya es suficiente como para pensar que el turismo está obligado a ser sostenible. Y no se trata de una elección, sino de una necesidad, casi obligación en la actualidad. La Organización Mundial del Turismo (OMT) define como Turismo Sostenible aquel que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades.
El turismo tiene un impacto ambiental, y es cuantificable. Todas las actividades vinculadas al turismo dejan una huella ambiental: el viaje, las compras, el alojamiento, la producción de alimentos… Y estos impactos son medibles. Solo en España, por ejemplo, por cada millón de turistas que llegan al país se generan unos 25 millones de kilogramos de dióxido de carbono, 1,5 millones de kilogramos de desperdicios, 300 millones de litros de aguas residuales y consumen unos 11 millones de litros de combustible, 300 millones de litros de agua y dos millones de kilogramos de alimentos.
Ahora, multipliquemos todas estas cantidades por 75 millones de turistas. En materia internacional el número de viajeros ascendió a 1 186 millones. Además, ha demostrado ser un sector estable y resistente a las crisis y otros fenómenos económicos, manteniendo un crecimiento ininterrumpido desde el año 2009.
Por otra parte, y también como consecuencia del turismo, muchas veces existe un crecimiento sin la debida planificación, aspecto este que termina pasándole factura al entorno. Genera erosión, arquitectura no integrada en el paisaje, crecimiento urbanístico indiscriminado, y otras manifestaciones que agreden al medio. Los destinos maduros han llegado ya a una grave saturación de su carga turística, y hay que poner herramientas para hacerlo sostenible. Se necesita también de un modelo de sociedad más responsable de sus acciones e impactos para con el medio. Se denota, en sentido general, una falta de educación sobre el concepto de sostenibilidad.
A todo lo anterior le sumamos que el aumento del nivel del mar, de la temperatura del agua y de la altura del oleaje, como consecuencia del cambio climático, tendrá un impacto directo en el turismo. Muchas playas, paseos marítimos y edificaciones costeras sufrirán notables cambios. Supondrá, además, un gran costo económico si no se invierte en una planificación con tiempo para que de forma progresiva se abandone la primera línea de playa.
Es por ello que el turismo sostenible tiene como propósitos: el uso óptimo a los recursos medioambientales, manteniendo los procesos ecológicos esenciales y ayudando a conservar los recursos naturales y la diversidad biológica; respetar la autenticidad sociocultural de las comunidades locales conservando sus activos culturales y arquitectónicos; integrar las comunidades locales a las actividades turísticas; genera empleo local; inducir a la planificación regional, beneficiando un desarrollo armónico e integral de todos los sectores de la economía; generar consciencia de los problemas políticos, sociales y ambientales locales, favoreciendo el consumo responsable y el respeto al medioambiente; promover la restauración, conservación y uso de los yacimientos arqueológicos, monumentos arquitectónicos y cualquier obra física de interés colectivo y nacional; destinar parte de los beneficios a la construcción de obras de interés comunitario como escuelas, centros médicos, instalaciones deportivas, centros culturales; lograr un desarrollo equilibrado con el medio ambiente y; potenciar el consumo de productos autóctonos y naturales de las zonas en que se realiza.