Selfie, la reconfiguración de la fotografía de retrato
De acuerdo con datos proporcionados por la web estadística Priceonomics, de 2014 a 2016, al menos 49 personas murieron por causa de un selfie excesivamente arriesgado. Es por ello que expertos aseguran que la fotografía ha dejado de ser generosidad, apertura al otro, para comenzar a volverse sobre todo autorretrato, egoísmo y autoafirmación. La elección de selfie como la “palabra del año” en 2013 por el diccionario Oxford demostró que este estilo iba camino de convertirse en término indispensable para la tecnología. En el debate sobre su influencia en la cultura visual actual incluye un amplio espectro de opiniones. Por ejemplo, Jerry Saltz señala que el selfie, si bien está rodeada de signos informales, no es accidental, puesto que implica un proceso de aprobación y juicio previo por parte de quien lo pone a circular.
De acuerdo con datos proporcionados por la web estadística Priceonomics, de 2014 a 2016, al menos 49 personas murieron por causa de un selfie excesivamente arriesgada. Otros datos señalan que cada semana, la palabra es mencionada en 365 mil publicaciones de Facebook y en 150 mil tuits. En ese sentido, el 30 por ciento de las imágenes que toman los jóvenes de entre 18 y 24 años son autorretratos. Es por ello que expertos aseguran que la fotografía ha dejado de ser generosidad, apertura al otro, para comenzar a volverse sobre todo autorretrato, egoísmo y autoafirmación.
De acuerdo con lo señalado por el fotógrafo, artista y profesor español Joan Fontcuberta, en su ensayo La furia de las imágenes. Notas sobre la postfotografía, la selfie es llamada “fotografía conversacional”. Al igual que los emoticonos, las fotos que mandamos a través de mensajes de texto o las que compartimos en las redes sociales, se han vuelto lenguaje.
Los inicios del selfie pueden remontarse a principios del siglo XX, con ejemplos como el de Edvard Munch, quien se tomó una foto a sí mismo mientras se recuperaba de una depresión en una clínica de Copenhague en 1908. Seis años después, la duquesa Anastasia Rikolaevna, de trece años, se hizo un autorretrato para un amigo. Luego, en 1920, los fotógrafos de la Byron Company de Nueva York se hicieron el primer selfie de grupo.
Según Fontcuberta, no asistimos al nacimiento de una técnica, sino a la transmutación de unos valores, no presenciamos la invención de un procedimiento sino la desinvención de una cultura: el desmantelamiento de la visualidad que la fotografía ha implantado de forma hegemónica durante un siglo y medio. La elección de selfie como la “palabra del año” en 2013 por el diccionario Oxford demostró que este estilo iba camino de convertirse en término indispensable para la tecnología.
En el debate sobre su influencia en la cultura visual actual incluye un amplio espectro de opiniones. Por ejemplo, Jerry Saltz señala que el selfie, si bien está rodeada de signos informales, no es accidental, puesto que implica un proceso de aprobación y juicio previo por parte de quien lo pone a circular.
Algunos de estos analistas señalan que este es un género visual amateur, cuya popularidad ha cambiado aspectos de la interacción social. La selfie glorifica entonces esa libertad de producir el efecto que uno prefiera, con el fin de proclamar “éste soy yo ahora”, revelando la necesidad de autoproponerse a través del control de la propia imagen.
Por su parte, varios estudios señalan que los partidarios a tomarse fotos y publicarlas en las redes son más propensos a manifestar tres rasgos que los psicólogos clasifican como la tríada oscura: personas centradas en sí mismas, que manipulan a otros y actúan impulsivamente sin importarles el resto. Sin embargo, Jesse Fox, de la Universidad de Ohio, quien coescribió el estudio en 2015, aclara que no todos los que se toman un selfie son psicópatas, narcisistas o maquiavélicos, aunque cada foto lleve implícita una necesidad de gratificación personal.
Por otra parte, otros investigadores señalan que el problema no es precisamente el narcisismo, sino el culto al ego. En ese sentido, la psicoanalista francesa Elsa Godart, expresa que la sociedad se encuentra atrapada en una crisis de adolescencia, pues con los selfies no se fortalece la identidad, sino que se fomentan inseguridades y provocan comportamientos neuróticos que llegan a caracterizar a los jóvenes. El sociólogo Zygmund Bauman señala que no es solo una expresión de individualismo, sino la expresión de la necesidad social de las personas de sentirse vinculadas y formar parte de algo. Un artículo de investigadores de la Universidad de Brigham Young concluyó que muchos ven los selfies como una herramienta de documentación de la sociedad.
Además, la psicóloga Andrea Letamendi, explica que los selfies sirven para transmitir estados de ánimo y experiencias importantes. Atendiendo a todas estas consideraciones, el selfie puede considerarse difícilmente, una simple tendencia pasajera, siendo entonces símbolo de la era narcisista, pero también un cambio en la manera de convivir y expresarse.