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domingo, 8 de octubre de 2017

Detectada una nueva onda gravitacional

Por EvelynR

Los físicos han detectado por cuarta vez, una nueva onda gravitacional, es decir, una distorsión del espacio-tiempo predicha por Einstein. El descubrimiento ocurrió 14 de agosto pasado, cuando los observatorios de Estados Unidos, ubicados en Livingstone, Luisiana, y Hanford, en Washington, unidos al europeo, (localizado en Cascina, Italia), detectaron una fuente que han relacionado con la fusión de dos agujeros negros, conocida como «GW170814». mbos agujeros estarían a 1 800 millones de años luz de la Tierra. El agujero negro resultante de la fusión, según los cálculos de los especialistas, alcanzó una masa de 53 soles, transformando el resto en energía emitida en forma de ondas gravitacionales. Según explicó en un comunicado el coautor del hallazgo, John Veitch, de la Universidad de Glasgow, la incorporación del detector de ondas gravitacionales Virgo les dio varios datos útiles, pues la presencia de un tercer detector significa que pueden triangular la posición de la fuente, y determinar con mayor precisión el punto exacto del Universo desde donde llega la señal que detectaron.

Los físicos han detectado por cuarta vez, una nueva onda gravitacional, es decir, una distorsión del espacio-tiempo predicha por Einstein. El descubrimiento fue publicado en Physical Review Letters, y no solo refuerza una nueva era de exploración basada en estas ondas, sino que tiene el logro histórico de ser el primero logrado por la actividad conjunta del detector de ondas gravitacionales de Estados Unidos LIGO (Laser Interferometer Gravitational-wave Observatory) y su contraparte europea, Virgo.

El descubrimiento ocurrió 14 de agosto pasado, cuando los observatorios de Estados Unidos, ubicados en Livingstone, Luisiana, y Hanford, en Washington, unidos al europeo, (localizado en Cascina, Italia), detectaron una fuente que han relacionado con la fusión de dos agujeros negros, conocida como «GW170814». Uno de estos tendría 31 masas solares y el otro 25. Ambos agujeros estarían a 1 800 millones de años luz de la Tierra. El agujero negro resultante de la fusión, según los cálculos de los especialistas, alcanzó una masa de 53 soles, transformando el resto en energía emitida en forma de ondas gravitacionales.

Según explicó en un comunicado el coautor del hallazgo, John Veitch, de la Universidad de Glasgow, la incorporación del detector de ondas gravitacionales Virgo les dio varios datos útiles, pues la presencia de un tercer detector significa que pueden triangular la posición de la fuente, y determinar con mayor precisión el punto exacto del Universo desde donde llega la señal que detectaron.

Debido a la participación del observatorio europeo, en el cual recién comenzaron a emplear una importante ampliación técnica nombrada «Advanced Virgo», los científicos han multiplicado por diez la precisión con la que se ha situado.

Luego de septiembre del 2015, cuando el observatorio LIGO detectó las primeras ondas gravitacionales, ha detectado en tres ocasiones más estas formas de energía. Tanto los detectores Ligo como Virgo pueden descubrirlas debido a una tecnología conocida como interferometría, que, permite medir distancias con increíble precisión por un sistema de rayos láser. Esa capacidad posibilita localizar las distorsiones del espacio-tiempo formadas por las ondas gravitacionales.

Esas distorsiones son provocadas por objetos muy masivos que giran a altas velocidades. De manera similar a las ondas que surgen en un estanque cuando se arroja una piedra, los objetos muy masivos crean ondas que viajan por el espacio a la velocidad de la luz y pueden ser detectadas en nuestro planeta.

De acuerdo con John Veitch, el proceso de detección lleva varias fases de análisis. En la primera se filtra y comparan los datos de los instrumentos para distinguir las detecciones reales de aquellas que no lo son. Posteriormente, si se encuentra una coincidencia, se centran en determinar la masa y posición de la fuente, para luego compartirla con el resto de la comunidad científica en el mundo.

Como vimos, este tipo de estudios es muy complejo, de ahí que sea necesario un importante despliegue. Por ejemplo, el detector Virgo es soportado por 20 laboratorios de seis países, equivalente a una inversión de más de 324 millones de euros y con un equipo de 280 científicos. Por su parte, LIGO está compuesto por un equipo de mil investigadores y representa una inversión de al menos 1100 millones de dólares, unos 935 millones de euros.

La detección de la nueva onda gravitacional lograda por los detectores Virgo y LIGO tiene entre sus ventajas, que posibilita localizar con una mayor precisión la fuente de las ondas, lo que más adelante facilitará localizar su origen visualmente. Esto también será útil para situar otra fuente de ondas gravitacionales que no ha sido detectada hasta ahora, nos referimos a la fusión de estrellas de neutrones.

Algunas semanas atrás hubo rumores de que se había detectado la primera onda de ese tipo, y ahora con estos dispositivos colaborando los especialistas creen que es solo cuestión de semanas o meses confirmar o descartar ese rumor. Sin embargo, lo interesante es que, de detectarse esa fuente, los científicos podrán observar el origen de estas ondas gravitacionales a través de los telescopios, lo que permitirá conocer más sobre el fenómeno y sobre las estrellas de neutrones.

David Shoemaker, portavoz del LIGO dijo en un comunicado que este es solo el comienzo de las observaciones de la red formada por Virgo y LIGO, pues con la próxima carrera, prevista para otoño de 2018, puede esperarse una detección así cada semana, si no más.