Enviar por email

tu nombre: email destino: mensaje:
Nombre de Usuario: Email: Contraseña: Confirmar Contraseña:
Entra con
Confirmando registro ...

Edita tu perfil:

Usuario:
País: Población: Provincia:
Género: Cumpleaños:
Email: Web:
Como te describes:
Contraseña: Nueva contraseña: Repite contraseña:

viernes, 15 de diciembre de 2017

Los símbolos del amor no han cambiado en siglos

Por Miss GD

Desde tiempos inmemoriales, el amor y todo lo relacionado con ese sentimiento se ha asociado con varios símbolos e iconos. De los que han llegado hasta la actualidad, unos son nativos de las diferentes culturas o fuertemente ligados a las diferentes costumbres de determinados lugares geográficos, y otros, con el paso del tiempo, se han convertido en interculturales o incluso universales.Las flores, el color rojo, determinados perfumes o la música romántica, ensoñadora o erótica, son algunos elementos que se repiten en una buena parte de las relaciones amorosas en muchísimas culturas. En el caso de Occidente, los bombones, entre otros pequeños detalles, se interpretan en ocasiones con un significado amoroso. Pero sin duda alguna, de todos los símbolos utilizados, los más característicos en la cultura occidental son el cupido, y, sobre todo, el corazón.

La figura de Cupido en forma de putto es una imagen bastante recurrente. En el caso del amor romántico, suele personificarse con un arco y unas flechas, las cuales, muy a menudo con los ojos vendados, dispara sobre los seres humanos, produciéndoles así el llamado enamoramiento. El origen de Cupido se remonta precisamente a la mitología romana, si bien su figura ya existía de antes en la mitología griega bajo el nombre de Eros, el dios responsable de la atracción sexual, el amor y el sexo, venerado de igual manera como un dios de la fertilidad.

Las flechas de Cupido también poseen orígenes grecolatinos, y su influencia se hizo ver claramente en la poesía española desde la lejana época medieval, aun sin la aparición todavía del dios Amor. Bajo múltiples nombres aparece en la literatura medieval, renacentista y posrenacentista con un sentido netamente amoroso que se repite con pocos matices diferentes y mucha retórica. Sin embargo, el tema de la flecha alcanza un plano mucho más elevado, teñido de nuevos toques conceptuales cuando se desarrolla en versiones a lo divino. De éstas, la más significativa es la narración de Santa Teresa de Jesús en un pasaje del Libro de su vida, en el que narra su transverberación en presencia de Serafín.

A partir del Renacimiento, la figura de los putti llegó a mezclarse con los querubines, confusión que perdura en la actualidad. Tanto los putti como los cupidos y ángeles pueden encontrarse muy representados en el arte religioso y secular desde el 1420 en Italia, desde finales del siglo XVI en los Países Bajos y Alemania, desde el llamado período manierista y el Renacimiento tardío en Francia, y a lo largo de la etapa del Barroco en frescos de techos. Actualmente son un motivo bastante empleado como representación del amor en imágenes de mercadotecnia.

Otro de los grandes íconos del amor es el símbolo del corazón. Cuando aparece atravesado por la flecha de Cupido, simboliza precisamente el amor romántico, y es la forma común en la que las parejas adolescentes lo representan. También se hace alusión al corazón real o al pecho de los amantes como una fuente y un receptáculo del amor, y son bastante comunes expresiones como partir o romper el corazón como sinónimo de crear desamor, robar el corazón como sinónimo de producir enamoramiento, abrir el corazón como sinónimo de ofrecer amor, y una larga lista con significados en los que los elementos comunes son el amor y el alma.

El origen del corazón del amor parece ser incierto, y existen varias teorías al respecto. La idea del corazón como fuente de amor se remonta a varios milenios atrás en la India, China y Japón, con el concepto de los chakras como centros de la energía vital universal, de los cuales el que se encuentra a la altura del corazón se manifiesta en forma de amor y compasión.

Respecto al símbolo propiamente dicho, hay quien lo atribuye a una planta originaria del norte de África, conocida como silfio. Durante el siglo VII a. C., la ciudad-estado de Cirene tenía un bastante lucrativo negocio con dicha planta. Aunque se usaba principalmente como un condimento, tenía la reputación de poseer también valor como método anticonceptivo. La planta era tan importante para la economía de Cirene que incluso se acuñaron monedas con la imagen de la vaina o cáscara, la cual tenía la forma del símbolo del corazón que conocemos hoy en día. Según esta teoría, dicho símbolo se asoció inicialmente con el sexo, y, posteriormente, con el amor.

La Iglesia católica por su parte sostiene que la forma del símbolo no apareció hasta el siglo XVII, cuando Santa Margarita María Alaco tuvo una visión del mismo rodeado de espinas. Este símbolo se hizo rápidamente conocido como el Sagrado Corazón de Jesús y se asoció con el amor y la devoción, y comenzó a aparecer a menudo en vidrieras y otros tipos de iconografía eclesiástica. No obstante, aunque sin dudas el Sagrado Corazón popularizase el símbolo que conocemos, la mayoría de los eruditos coinciden en que ya existía desde mucho antes del siglo XV.

Existen otras ideas mucho menos románticas acerca del origen. Algunos afirman que la forma actual del símbolo surgió simplemente de fallidos intentos de dibujar un corazón humano real, el órgano que los antiguos creían ser el contenedor de todas las pasiones. Un importante erudito sobre la iconografía del corazón sostiene que la imprecisa descripción anatómica como un órgano de tres cámaras con la parte superior redondeada y la inferior puntiaguda, pudo haber inspirado a los artistas medievales a la hora de crear lo que hoy conocemos como la forma de corazón.

Los corazones proliferaron cuando el intercambio de postales de San Valentín ganó popularidad en la Inglaterra en el siglo XVII. En un principio, las cartas eran bastante simples, pero los victorianos hicieron que fuesen mucho más elaboradas, empleando el símbolo del corazón en conjunción con cintas y lazos.

En la actualidad, el símbolo está extendido por todo el mundo civilizado, y puede encontrarse en los más diversos ámbitos, lugares y momentos, incluyendo los naipes de diversas barajas, como la inglesa, la francesa o la bávara, tapices, pinturas, y como elemento decorativo en objetos cotidianos.