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lunes, 1 de enero de 2018

Odio, haters y su filosofía

Por thais

El desarrollo y la evolución de las redes sociales han posibilitado la aparición de numerosos agentes de socialización que han utilizado estas plataformas para causas positivas, como lo demuestran diferentes campañas contra el abuso, la discriminación, entre otros altruistas principios, aunque también han facilitado el incremento del odio con similares niveles significativos. El fenómeno de los haters es una fiel muestra de ello, literalmente ‘’odiadiores’’ que utilizan las redes para expresar su odio y antipatía hacía disímiles personajes públicos, instituciones y otros objetivos. Este fenómeno presenta unas devastadoras consecuencias para los receptores del odio de estos haters que, en ocasiones, no tienen propósito alguno.

Un estudio publicado por la revista Journal of Personality and Social demostraba que en la mayoría de estas campañas de odio los emisores no tienen objetivo alguno, simplemente establecen críticas negativas sin ninguna razón de ser. Según los investigadores estas responden a la rabia interior que sienten, como fue comprobado con un experimento Justin Hepler, profesor de la Universidad de Nevada y su colega la letrada Dolores Albarracín de la Universidad de Illinois en Urbana- Champaign. Para realizar el estudio reclutaron un grupo conformado por sujetos ‘’razonables’’ y por personas declaradas ‘’odiadoras’’ por los comentarios que hacían en distintas plataformas de internet, con el objetivo de recoger las opiniones que estos sujetos tenían sobre un supuesto nuevo modelo de microondas que saldría al mercado. Los resultados demostraron que el segundo grupo lanzó muchas más opiniones negativas con respecto al nuevo producto, opiniones que en la mayoría de las ocasiones carecían de razonamiento lógico y argumentos sustentables.

Es relativamente fácil que el odio y la antipatía se alimenten vía online ya que el uso de la plataforma presenta varias características que posibilitan el incremento de estas reacciones. En primer lugar el carácter relativamente anónimo que tienen los usuarios en las redes facilita el lanzamiento de comentarios negativos que en interacciones directas quizás se hacen menos visibles. Esto posibilita que no exista un enfrentamiento directo entre ‘’agredido y agresor’’, por lo que este último nunca podría presentar sentimientos de culpabilidad que aminorasen su práctica. Por otro lado los haters son personajes seguidos por otros individuos similares, creando un efecto de bola de nieve, que ya no solo impacta sobre el objetivo inicial del odio, sino también en otros usuarios que no piensan igual que ellos.

Sin querer llegar a los extremos, el odio puede convertirse y se ha convertido en el catalizador para la comisión de numerosos delitos y crímenes por discriminación de todo tipo, de género, racismo, xenobofia, entre muchas otras. A pesar de esta objetiva verdad muy pocos científicos e investigadores se dedican a explicar, estudiar o analizar este catalizador que tantas consecuencias negativas ha acarreado históricamente. Los especialistas que han investigado el tema han llegado a la conclusión de que existen tres tipos de variantes distintas en cuanto al odio. En primer lugar se encuentra la animadversión que nos puede generar alguien o algo a lo que estábamos muy unidos. En segundo lugar se encuentra la rabia puntual, como consecuencia de un súbito arrebato y por último la antipatía, que se convierte en puro odio, hacia ciertos grupos específicos, la cual podría durar indefinidamente.

No obstante algunas de estas variantes no solo tienen un origen psicológico, que claramente tiene mucho peso en el accionar de los individuos. Es necesario tener en cuenta de igual forma las determinantes sociales que se encuentran detrás de ese odio, las circustancias personales, historias de vida y su relación con las diferentes instituciones sociales, dígase familia, escuela y medios de comunicación, como principales agentes de socialización.

James Averill, psicólogo de la Universidad de Massachusetts, Estados Unidos, realizó un experimento con sus alumnos, pidiéndoles que expresaran las experiencias que le molestaban de su vida cotidiana. El resultado de este examen se encuentra reflejado en la popular frase ‘’Del amor al odio solo hay un paso’’. La mayoría de las sensaciones de enojo de sus estudiantes eran consecuencia de las acciones negativas percibidas de las personas a las que estos les tienen o le tenían cariño. No obstante el objetivo es trasformar esta frase, intentando que el amor que sentimos no se involucione en un odio o una rabia que posiblemente no tenga ningún significado o lógica cuando la analizamos en profundidad.