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jueves, 19 de abril de 2018

No hay película buena sin palomitas

Por Anitaa

Alborotos, millo, rositas de maíz, gallitos, poporopos, poscon, popcon, pocorn, poporochos, pochoclos, pururú, canchita, cancha perlita, canguil, pororó, cotufas, crispetas, maíz pira, chivitas, cabritas de maíz, maíz tote, pipocas, rosetas, rosas, roscas, tostones, cocaleca… Uff… Son varios los nombres que tienen alrededor del mundo las palomitas de maíz. De ahí que sea, a mi juicio, uno de los aperitivos más consumidos a nivel global. También son miles las formas en las que se presentan: con sal, dulces, de colores, acarameladas, con mantequilla.

Las internacionalmente consumidas palomitas han dado la vuelta al mundo desde que se descubrieron hace cientos de años en la América de entonces, específicamente originario de los territorios que hoy se conocen como México y Perú. Según cuentan las páginas históricas, las más antiguas fueron encontradas en la Cueva de los Murciélagos de México, 5 600 años antes de la colonización española. Y el polen de maíz documentado se remonta a unos 80 mil años, encontrado debajo de la ciudad de México. Lo cierto es que alguna vez nos hemos preguntando cómo nuestros antepasados habrán descubierto que ese tipo específico de grano de maíz, al calor reacciona y se abre dando lugar esa delicia.

Cuando se conquistó esa parte del mundo, los nuevos inquilinos —cuentan—notaron que los aborígenes americanos hacían sombreros y corpiños con palomitas de maíz, que vendían a los marineros. Los aztecas lo hacían parte integral de sus ceremonias y las llamaban “momochtli” a principios del siglo XVI. Alrededor del año 1612, los exploradores franceses documentaron que los indios iroqueses hacían explotar maíz en potes de arcilla utilizando arena ardiente. También dejaron detallado que durante una cena iroquesa se consumía cerveza y sopa hechas a partir de ese producto.

Para dar explicación al proceso, algunos nativos americanos creían que un espíritu vivía dentro de cada grano de maíz que cuando se calentaba se enojaba y finalmente estallaba. Pero en realidad lo que ocurre, científicamente hablando, es que cada grano contiene pequeñas cantidades de agua y almidón almacenadas dentro. A medida que el grano se calienta a más de 100 grados, el agua comienza a expandirse, se convierte en vapor y transforma el interior de cada grano en una caliente masa gelatinosa. El grano continúa calentándose hasta llegar a aproximadamente 175 grados y aumentando la presión dentro hasta que finalmente hace estallar la cáscara. Cuando explota, el vapor dentro del grano se libera. El almidón suave dentro de las palomitas de maíz se infla y se derrama, enfriándose inmediatamente y tomado la extraña forma que conocemos. El grano se puede expandir entre 40 y 50 veces su tamaño original. La diferencia entre el maíz que revienta del resto, es que el primeros tiene una cáscara con mayor grosor. Para agilizar este proceso y comercializarlo, en 1885 el norteamericano Charles Cretors inventó y patentó la máquina comercial para fabricar palomitas de maíz. El hecho de que las palomitas estén ligadas a las salas de cine, tiene un trasfondo económico y se remonta a la crisis de 1929 en Estados Unidos y que afectó fuertemente a las familias y negocios en general.

Ante la situación, los dueños de las salas también entraron en quiebra y llevaron a cabo una estrategia para atraer clientes. Comenzaron a ofertar las palomitas a la entrada de las salas cine a precios muy baratos. Los norteamericanos, atraídos por la nueva oferta cinematográfica que estaba entonces en sus inicios, entraban a las salas a disfrutar de los filmes y comer palomitas. De esta manera se popularizó su consumo que ha evolucionado con el paso del tiempo, pero que sigue siendo imprescindible cuando disfrutamos de una buena peli.