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domingo, 3 de septiembre de 2017

La corona por un gato

Por G_nkerbell

Los gatos gozaban de un papel sumamente importante en la vida del Antiguo Egipto.  Al ser considerados el máximo protector de los dioses, el gato se convirtió en un semi dios que no podía ser propiedad de ningún humano. Solamente el faraón tenía el honor de tener en su propiedad y domesticar a esta criatura sagrada. Los historiadores narran que existían un sin número de leyes que prohibían directamente que estos animales fueran vendidos, robados o  maltratados de alguna manera. La muerte era el castigo que esperaba a aquellos que se atreviesen a desafiar o herir a alguno de estos semi dioses.

Aunque no se conoce con exactitud el momento en el que los egipcios comenzaron a domesticar los gatos, se considera que fue alrededor del año 2000 A.C . Los egipcios comenzaron a  llevar a sus gatos como animales de compañía a cazar, en vez de llevar perros que ya en aquella época eran domesticados con este fin en otras partes del mundo. También se hacían infinidad de estatuas de gatos y se colocaban afuera de los hogares como una protección a los habitantes de los espíritus malignos.

Este amor y veneración sin embargo costó caro a los egipcios que se vieron imposibilitados de hacer frente a los enemigos ante el temor de masacrar a los felinos. En el año  525 a. C.,  Egipto se encontraba  en sus momentos más débiles de la historia. Por otra parte los persas eran un ejército que cada vez agregaban más territorios a sus dominios y aumentaba su poderío e influencia de una manera considerable. Pronto Egipto pasó a ser una presa fácil para los invasores que vieron cómo se debilitaba una de las civilizaciones más poderosas de aquella época.

El ejército persa decide por tanto cruzar la Península de Sinaí, y el faraón se ve contra la espada y la pared ya que sólo tiene posibilidades de ganar la batalla si consigue el apoyo de las ciudades griegas con las que mantiene relaciones comerciales. Lastimosamente, éstas ya habían hecho alianzas con Cambises II, el rey persa, heredero del Ciro el Grande.

El faraón Psamético III, decidió ponerse al frente de sus hombres para frenar de todas las formas posibles el avance del enemigo. La batalla tuvo como escenario la ciudad de Pelusium. Según recoge el historiador griego Ctesias, ambos bandos contaron con la presencia aliados extranjeros y  la lucha fue sangrienta costando numerosas vidas a ambos bandos. Sin embargo, los persas utilizaron un arma secreta que no había ni ha sido usada nuevamente en la historia de la humanidad: los gatos.

Según algunas versiones, los persas adornaron sus escudos con la sagrada imagen de Bastet, la diosa del panteón egipcio cuya representación es de una mujer con cabeza de gata llevando un sistro. Sin embargo, otras versiones afirman que en realidad lo que pusieron en sus escudos eran gatos amarrados, provocando así el conflicto interno de los egipcios a golpear dichas escudos. El faraón y los sobrevivientes huyeron del campo de batalla y se refugiaron tras las murallas de la ciudad de Pelusium.

Los persas habían encontrado finalmente el talón de Aquiles de los egipcios. Era de conocimiento público que el pueblo egipcio consideraba sagrados a estos animales. La estrategia no concluyó en ese punto y decidieron lanzar gatos vivos sobre las murallas de la ciudad donde se encontraban las mermadas tropas faraónicas. Los egipcios se vieron imposibilitados de atacar ante la lluvia de gatos, y no les quedó otra opción que salir huyendo a la ciudad de Ménfis, donde finalmente fueron derrotados, según registró en sus escritos Polineo, general y abogado macedonio del siglo II d.C, en su conocida obra Estratagema.