La vida de Fernando Alonso, entre ratos tristes y alegres
Otra “mala” jugada para la historia del español Fernando Alonso en el pavimento. A falta de 21 vueltas para la conclusión de las 500 Millas de Indianápolis, el doble campeón del mundo de Fórmula Uno rompió el motor Honda de su monoplaza y quedó fuera del concurso. Triste. Meditabundo. Insatisfecho. Al menos así quedó en su interior, porque los aficionados se llevaron en sus mentes la imagen de un tipo competitivo, satisfecho y confiado.
A pesar de todo, Alonso protagonizó una simpática estampa al concluir su conferencia de prensa en el Indianapolis Motor Speedway. Al despedirse de todos - tal vez con un “hasta pronto”-, estuvo bebiendo de un cartón de leche, una tradición reservada a los campeones de la carrera.
Precisamente de eso se trata todo, de supervivencia, de vivir feliz, consciente de cada paso, porque antes del infortunio con el motor el europeo no había estado mal en su debut en esta prueba, así que tenía algo para celebrar. "Sé que no he ganado, pero me encanta la leche", manifestó en la rueda y fue aplaudido por los periodistas.
Alonso, además, dijo algo que no le quita razón: "Merecíamos haber acabado la carrera al menos". Pero al final y casi de manera irónica, un motor Honda del equipo Andretti (en el que compitió Alonso) ganó la carrera más famosa de la categoría. Takuma Sato se convirtió en el primer japonés que gana las Indy500.
"Escuché el ruido y me llamó la atención. Luego ya vi el humo", mencionó el español tras la rotura del motor. Y es que el equipo más popular de la F1 no ganaba la carrera más glamorosa y famosa de la categoría desde el 2001. Y como su debut fue algo emocionante, lideró el evento por unos minutos, disfrutó la presentación y su equipo ganó, Alonso dijo: "Nos vemos en Austin".
"Ha sido una muy buena experiencia desde el comienzo. Ha sido divertido. Hemos tenido una buena actuación, hemos estado arriba e incluso liderando la carrera. Me alegro de haber sido competitivo", agregó. Tanta en sus satisfacción que Alonso salió del coche saludando al público de la Brickyard, que le deparó una ovación, enorme, sincera e histórica.