El torbellino alemán
En algún punto del 2006, Alemania dio un giro total a la organización de su fútbol. Sus esquemas se enfocaron en el desarrollo ya no de jugadores, sino de un estilo, y comenzaron a florecer un sinfín de chicos con aptitudes para poner en práctica la versión más estilista del más universal de los deportes. Pero ese juego de violines, Alemania lo combinaría con su característico pragmatismo, y de la fórmula obtendrían equipos extraordinarios con la capacidad para dominar un buen grupo de los principales torneos del planeta fútbol. La enésima demostración la han dado en la Copa Confederaciones de Rusia, donde discutirán contra Chile el título, tras arrollar en semifinales las ilusiones mexicanas.
Pero lo curioso del asunto con los alemanes es que ahora, para un torneo de cierta trascendencia como la Confederaciones, han mandado un elenco de segundas figuras, muchas de ellas bien jóvenes, quienes han solventado el reto con la misma frialdad y efectividad de los mejores exponentes. Sin ninguna de las estrellas teóricamente titulares para el técnico Joachim Low, los convocados han dado una muestra del poderío del fútbol teutón, ya no por hecho de llegar hasta la final, sino por el juego armónico y letal desplegado en las canchas rusas.
Les falta el rodaje y la compenetración del conjunto élite, que toca de memoria en parte por la precisión y la visión de Toni Kroos y Mesut Ozil, pero esta banda que capitanea Julian Draxler conserva la fiereza, el toque fresco y la pegada, justo como demostraron en las semifinales contra México, armado para esta Copa con sus mejores efectivos. El marcador 4-1 fue un llamado de atención de la distancia entre los dos países y de lo que es capaz de hacer esta selección alemana, la cual muchos menospreciaron antes de ver su puesta en escena.
A simple vista, los nombres de un buen grupo de los jugadores que marcan el ritmo en la escuadra no son tan conocidos como los de Boateng, Neuer, Hummels, Khedira o Gotze, pero igual a los mencionados, están asentados en clubes importantes de Europa, sobre todo de la Bundesliga. Por ejemplo, el delantero Timo Werner (21 años) ha jugado más de 130 partidos en la Liga Alemana durante las últimas cuatro campañas y en la recién finalizada marcó 21 goles. Sandro Wagner (29) es un acompañante de lujo en funciones de ataque por su estatura (1.92), con la cual impuso respeto esta temporada.
Pero no se trata solo de ataque. Si enfocamos la mirada en la defensa, Sebastian Rudy (27-Hoffenheim), Antonio Rüdiger (24-Roma), Jonas Hector (27-Colonia) y Matthias Ginter (23-Dortmund) son jugadores que conocen a la perfección la dinámica de alto nivel del fútbol europeo y hoy representan alternativas de gran calibre para Low, si decide darles descanso a sus principales figuras en cualquier torneo. Más allá, hablamos de hombres con mucha proyección, cuyo techo todavía está por conocerse, un detalle que habla muy claramente de la fuerza del sistema balompédico teutón. Lo más interesante del fenómeno es que en esos nombres ni siquiera hemos incluido a las joyas de la corona, esos que ya hoy podrían disputan un puesto de titular en la alineación mundialista.
El salto de Julian Draxler ha sido descomunal en los últimos meses, en los cuales ganó protagonismo en el PSG francés. Su cambio de ritmo y regate rompe las defensas como cuchillo caliente sobre la mantequilla, y además se ve con mucha mayor visión para el último pase. Hoy Draxler es un diez de peso, y podría luchar por ese puesto en la “Mannschaft” si el Mundial empezara mañana. Lo mismo se aplica para Joshua Kimmich, uno de los jugadores más polivalentes del mundo en la actualidad. Fuerte en la medular, seguro en defensa y atacante con criterio, la carta del Bayern Munich será uno de los que defenderá la corona alemana el año próximo en Rusia. Otros tocan la puerta como Leon Goretzka, el medio del Shalke 04 que derrumbó a México en las semifinales de la Confederaciones con par de goles en ocho minutos.
Sin dudas, el potencial de Alemania no tiene límites, cuestión visible en esta Copa Confederaciones y en el Europeo Sub-21 de Polonia, donde también discutirán la corona, aunque no salen como favoritos frente a la maquinaria española de Marco Asensio y Saúl. No obstante, estos torneos han sido una confirmación de que los teutones pueden llegar muy lejos en el próximo lustro del fútbol internacional, apoyados en una generación que se ha formado sobre la base de la combinación del fútbol mágico, de toque, muy al estilo del Barcelona y de España de los últimos tiempos, con la efectividad, el pragmatismo y la sangre fría tradicional de los equipos alemanes.