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lunes, 31 de julio de 2017

La ONU vs transnacionales

Por Gustav98

El poder de las transnacionales es cada vez mayor. Si se comparasen con Estados, 37 de ellas estarían entre las 100 mayores economías a nivel mundial. Esto les permite ejercer presión, lo que ha preocupado a la comunidad internacional. En este sentido, ante el poder desmedido de estas empresas, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y culturales de la ONU elaboró un informe en el que se llama a los estados a controlar aquellas multinacionales que tengan sede en su territorio. Sin embargo, este fenómeno es mucho más complejo de lo que podría parecer, pues el poder es siempre un elemento peligroso.

Una de las características del sistema internacional que se está gestando es la proliferación de actores internacionales diferentes a los Estados. Uno de ellos son las empresas transnacionales, que cada vez adquieren más poder. Estas controlan cuatro quintas partes del producto mundial bruto, y si se comparasen con Estados, 37 de ellas estarían entre las 100 mayores economías a nivel mundial. El poder económico que han alcanzado les permite ejercer presión y les facilita el camino para la consecución eficaz de sus intereses, de ahí que cometan violaciones a las que es muy difícil poner freno.

Analizándolo desde el punto de vista económico, alrededor de dos tercios del comercio mundial es realizado por transnacionales y sus subsidiarias, y el 60% de las transacciones mundiales se realizan a través del comercio entre las compañías multinacionales. Además, este está regido por los acuerdos y actividades, tanto en la esfera de la producción como en la de las finanzas, por las empresas transnacionales.

Ante el poder desmedido de estas empresas, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, elaboró un informe en el que los expertos llamaron a los Estados a que controlaran a aquellas multinacionales que tuvieran su sede en su territorio, con el fin de que sus acciones no afectaran los derechos de las poblaciones locales. Sin embargo, en muchas ocasiones es difícil ejercer ese control, que depende de múltiples factores.

Primero, debe existir voluntad política. Pero son muchos los ejemplos de los gobiernos aliados a las empresas transnacionales, que obtienen beneficios económicos de ellas, de ahí que no les interese el daño medioambiental o civil que puedan ocasionar. Esta situación condiciona que no sea efectivo o que no se haya creado un marco jurídico válido para juzgarlas. En otros casos, una vez que se haya aplicado alguna sentencia contra la empresa, esta o no la cumple o pone trabas a la hora de acatarla. En todas las variantes posibles, es muy complejo hacer pagar a una transnacional por sus actividades.

Además, estas compañías son vistas como sinónimo de prosperidad, de ahí que sean numerosos los Estados que se esfuerzan por atraer las inversiones de las transnacionales. Si bien esto es un peligro para cualquier nación, lo es mucho más para los países del Tercer Mundo, a los que estas empresas desangran y exprimen aún más. Su presencia en estos países se centra en la obtención de materias primas y fuerza de trabajo barata. Al ser mucho más poderosas, arruinan a la escasa producción nacional y deforman más la economía del país, pues estos Estados no tienen ni la infraestructura necesaria ni la fuerza política necesaria para enfrentarlas. El sueño de atraer mercados y de aumentar las ventajas comparativas se ve frustrado.

Teniendo en cuenta que las principales metas a nivel internacional se centran en la eliminación de la pobreza, el hambre, el desempleo y el desigual acceso a la energía y otros bienes, debe ponerse un freno a la actuación de las transnacionales. Todas las iniciativas son válidas, tanto a nivel nacional como internacional.