Justin Gatlin, ¿el villano de la película?
El mundo se paralizó cuando Usain Bolt cruzó la línea de meta en el tercer lugar. La tristeza pasó de sentimiento a epidemia. La rabia de millones fue total. Justin Gatlin, a sus 35 años, mantuvo su insistencia y derrotó a “El Rayo” en su despedida, a punto del retiro. Una victoria que le dejó como premios la indignación y el odio de los incontables seguidores del jamaicano. El desprecio hacia Gatlin se convirtió en trending topic en la noche londinense. Pocos olvidaron que el estadounidense debió cumplir sanciones por doping. Muchos recordaron que la medalla de oro no debía ir al cuello de alguien que la IAAF debió suspender de por vida.
El público ama a Bolt y sabe que las únicas carreras de 100 metros que perdió fueron ante rivales que alguna vez tuvieron sospechas o implicación directa con sustancias prohibidas. Tyson Gay, Gatlin, Yohan Blake y Asafa Powell. Pero Justin se encargó de propinarle al mejor velocista de siempre su única derrota en diez años de reinado en las grandes competiciones -Juegos Olímpicos y Mundiales –excepto la descalificación por arrancada en falso en Daegu 2011. El público conocía esto y no dudó en recriminar al principal autor del hecho.
Bolt dijo que Gatlin no merecía esos abucheos y que no tenían sentido. Justin dijo que Usain es un atleta fantástico. Muy pocos reconocen que el caribeño estaba muy lejos de su óptima forma deportiva, que en esta temporada apenas tiene un par de 9.95 segundos como mejores presentaciones, que, a media máquina, hubiese ganado sin contratiempos, ante la ausencia del canadiense Andre De Grasse.
No se debería minimizar la actuación de Gatlin. Tampoco la del igual estadounidense Coleman, medallista de plata. Ninguno de los norteamericanos es culpable de la derrota del “Relámpago”. Si existe, el principal culpable es el propio Bolt –y su entrenador Glen Mills- que se presentó sin el nivel requerido en su adiós atlético. Es cierto, tuvo problemas de lesiones, malas sensaciones personales –la muerte de un amigo-, pero un hombre de su talla, una leyenda viviente como es, no podía esperar que sus contrarios cronometraran más de 10 segundos para tener un good bye feliz.
Gatlin no gana, pierde Bolt. Estaba nervioso, tambaleante y el “fracaso” se veía venir. El incentivo del retiro le quedó corto. Todo lo que antes le sobraba le faltó este 5 de agosto. Lo peor de todo es que el mundo tomó esta tercera posición como el peor de los problemas, lo cual no es. No existe actuación alguna que pueda minimizar todo lo que Usain nos legó. Su sonrisa, sus gestos sobre las pistas, sus palabras para todos los que lo idolatramos, su alegría, sus bailes, sus récords, sus enésimos éxitos… Que Bolt haya sido tercero solo maximiza su figura, nos confirma que es humano, y que los humanos no somos infalibles. El hecho de no subir el escalón más alto del podio de premiaciones nos revela lo difícil que fue estar siempre un peldaño por encima del resto.
Bolt cerró detrás de dos competidores y eso no convierte a Gatlin en el malo de la película. Sí, Gatlin tuvo sus muestras positivas en pruebas antidoping, por eso estuvo ausente unos años, se reconoció como un tramposo, ¿acaso ya no estuvo en el ostracismo? El mal que forjó debió pagarlo y cumplir la condena fomentó que tuviera nuevos chances de éxitos, como la persona que va a la cárcel e intenta luego rehacer su vida. ¿Será que para algunos las segundas oportunidades no existen? Él, como competidor, tenía posibilidades de vencer y lo hizo. Bolt, como competidor, tenía posibilidades de no llegar primero, como pasó. Nadie es culpable de nada. La vida es un enorme reto y no siempre cumplimos nuestras metas.