La existencia del fuego valyrio a debate
En los libros de Martin el fuego valyrio es una sustancia extremadamente inflamable, que provocaba unas llamas de color verde y que no podía ser sofocado con ningún medio. Los libros narran que incluso esta sustancia, creada por piromantes, podía arder en la superficie del agua. Calínico de Heliópolis, un refugiado judío en el Imperio Bizantino, es a quien se le atribuye la invención de proyectar fuego líquido durante el mandato del emperador Constantino IV. La sustancia se podía arrojar con la ayuda de cubos, granadas o disparar a través de tubos, esta se prendía en llamas en el aire o al hacer contacto con algún cuerpo llegando incluso a saberse que podía arder en la propia superficie del agua a semejanza del fuego valyrio de Martin.
Si eres seguidor de la famosa saga de Canción de Hielo y Fuego o de la serie de HBO Juego de Tronos conocerás al detalle el mundo ficticio de George R.R. Martin. A pesar de que muchos elementos, situaciones y personajes nos recuerdan a la vida real, otros nos transportan a un mundo permeado por la magia y la fantasía que se aleja totalmente de cualquier experiencia que un hombre pudiese vivir. Dragones, hechiceros, espadas mágicas, muertos vivientes y otros ingredientes conforman la sazón que ha cautivado a millones alrededor de todo el mundo. Si eres uno de ellos te gustará saber que la carta secreta de Cersei Lannister: el fuego valyrio, puede tener una base en la vida real.
En los libros de Martin el fuego valyrio es una sustancia extremadamente inflamable, que provocaba unas llamas de color verde y que no podía ser sofocado con ningún medio. Los libros narran que incluso esta sustancia, creada por piromantes, podía arder en la superficie del agua. Pues la historia de la Antigua Grecia recoge una sustancia cuyas características concuerdan casi completamente con la invención de Martin.
En una ilustración que aparece en un manuscrito de la “Sinopsis de la historia” de Juan Escilitzes, llamado SkylitzesMatritensis, y que contempla los reinados de los emperadores bizantinos desde el descenso de Nicéforo I en el 811 hasta la deposición de Miguel IV en 1057, se puede observar un barco bizantino que se encontraba atacando a Tomás el Eslavo, un comandante militar que lideró una revuelta contra el emperador Miguel II, con una sustancia cuya descripción nombra como fuego griego.
Según recoge la historia, esta fuerte sustancia era un arma química y Tomás el Eslavo no fue el primer hombre en sentir su ardor. El empleo de materiales incendiarios en la guerra es un hecho sumamente divulgado en las leyendas más antiguas ya que entre los múltiples usos que el hombre le dio estaban también el de defenderse y el de atacar. Varios escritores de la antigüedad, como Homero en su famosa Ilíada, narran sobre ataques con flechas encendidas, braseros de fuego y sustancias como nafta, azufre y carbón. Incluso en historias posteriores se registra que los hombres usaron el salitre y la trementina.
Al resultado de esas complejas mezclas los Cruzados le llamaban “fuego griego” o “fuego salvaje”, por los efectos devastadores que causaba sobre lo que tuviera la desdicha de interponerse en su camino. Por la descripción que ha quedado registrada de sus efectos, se sospecha que entre sus componentes debía tener petróleo, probablemente nafta, un aceite ligero altamente inflamable. También los historiadores creen que contenía otro elemento muy común de la época: resina de pino. Las historias cuentan que la sustancia se pegaba a la piel o la ropa, lo que confirma la teoría de la resina ya que esta es pegajosa. Además, habría hecho que la mezcla ardiera por un tiempo más prolongado y a más alta temperatura.
Al parecer, las llamas sólo se podían apagar con orina, arena y vinagre, siendo los tradicionales métodos del agua o de sofocar las llamas con tela, prácticamente inservibles. El arte de componer esta mezcla fue un secreto tan bien guardado que su receta precisa se perdió con el tiempo. Las historias sobre el fuego griego son tan fabulosas que parecen salidas de la ficción: una vez encendida, la misteriosa sustancia era capaz de engullir un barco y su tripulación en cuestión de minutos.
Calínico de Heliópolis, un refugiado judío en el Imperio Bizantino, es a quien se le atribuye la invención de proyectar fuego líquido durante el mandato del emperador Constantino IV. La sustancia se podía arrojar con la ayuda de cubos, granadas o disparar a través de tubos, esta se prendía en llamas en el aire o al hacer contacto con algún cuerpo llegando incluso a saberse que podía arder en la propia superficie del agua a semejanza del fuego valyrio de Martin.
Se sabe incluso que algunos barcos instalaban en sus proas bombas de aires manuales, como las que los romanos usaban para apagar incendios, y disparaban el líquido a través de ellas. El líquido hacía combustión en el aire por lo que el efecto era como el de un lanzallamas moderno. Gracias a esta técnica los barcos griegos causaron grandes estragos a la flota árabe que atacó Constantinopla en 673. Tan poderoso era el fuego griego, especialmente en el mar, que hay quienes la citan como una de las razones por las que el Imperio Bizantino logró mantenerse durante tanto tiempo a pesar de sus poderosos y variados enemigos.