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jueves, 10 de agosto de 2017

Venezuela: disecciones de un país

Por YCC

Parece difícil asimilar que tras cuatro meses de protestas en Venezuela, la oposición parezca estar en peores condiciones que al inicio. Si bien el antichavismo constituye el principal factor de unidad común para la derecha, existen contradicciones de fondo que impiden que la oposición se consolide como alternativa política. Luchas internas, alianzas a lo “Juego de Tronos”, y ambiciones presidenciales definen el tablero político de la derecha venezolana. De ello hablaremos, desde una visión crítica.

¿Qué pasa en la oposición venezolana?

Visto el siglo XXI, ni Dios está en la Biblia, ni el comunismo en El Capital, ni el capital en los pueblos, pero mucho menos está Venezuela en el sentido común, o al menos, en los cánones de lógicas de cualquier intento de entendimiento. Lancémonos entonces a segmentar un país y sus antagonismos, pero también sus esencias.

Venezuela es, a ojos internacionales, sinónimo de dictadura y reprensión, y a juzgar por la prensa, sinónimo de millones de venezolanos en constante protesta. Hemos visto por más de cuatro meses marchas inmensas, concentraciones impresionantes e

incluso un plebiscito respaldado por más de siete millones de venezolanos. Entonces, ¿qué milagro ocurre para que el presidente Nicolás Maduro se muestre firme en el poder?

El milagro es bien sencillo, y no es culpa del Sr Maduro esta vez. En Venezuela prevalece una crisis económica que ha derivado en costos sociales, y que en cualquier otro país del mundo ya le hubiera permitido a la oposición conducir el descontento del pueblo para hacerse del poder. Es una fórmula básica de alternativa política, y más en estos tiempos cuando las ideologías ceden al pragmatismo.

Pero entonces, si en Venezuela hay crisis y está el pueblo movilizado en las calles, ¿por qué no se hace la oposición con el poder? En esa ecuación fallan algunas variables. Una es que la oposición no ha logrado conectar ni convencer a sectores de clases bajas, que siguen siendo la mayoría del país y votan en función de su estómago, pero no se alientan a marchar hacia Miraflores. Tampoco ha logrado convencer a las Fuerzas Armadas, pero el factor de más peso es que, simplemente, Venezuela tiene una dirigencia opositora disminuida, infantil y carente de un liderazgo, debido a las fracciones e intereses políticos que en ella pretenden coexistir. 

La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) es una estructura electoral, pero resulta disfuncional e infértil entre elecciones. Sin embargo, en esos periodos es cuando se reacomodan los equilibrios internos de cualquier fuerza política, pero ello genera contradicciones, diferencias y rencillas que fracturan la "unidad" de la MUD. Son además en la MUD, más de 30 fuerzas políticas con el antichavismo como factor integrador, pero tal diversidad no favorece la armonía y la convivencia (imagínense 30 niños y solo un caramelo en la mesa). También de ello se aprovecha el gobierno, y entre conciliábulos internos, los líderes de oposición venden sus aliados al gobierno para eliminarse competencias. La situación se torna más grave con la ausencia de una figura de carisma en la oposición.

Al respecto, hay una frase de un periodista venezolano que refleja muy bien la fragmentación que existe en la MUD: “Voluntad Popular tiene el candidato (¿Leopoldo López?), Primero Justicia el financiamiento, y Acción Democrática la maquinaria electoral”. Sin entrar a debatir el sentido objetivo de tal afirmación, lo cierto es refleja la realidad de que no se aprecia en la oposición venezolana, una capacidad de liderazgo genuina y por tanto, debe componerse tal conducción en alianzas temporales y coyunturales.

Debe entonces la oposición venezolana mirarse por dentro primero, lavar todos los platos sucios a lo interno, y entonces lanzarse a capitalizar el descontento social que la pudiera llevar a Miraflores, ya sea por vías democráticas o no. También debería definir quién asumirá el liderazgo del sector, será un reto complejo, pero imprescindible para afrontar los próximos meses en la política nacional e internacional. Veamos si hay modestias, patriotismo y sentido común para ello. Mi posición: ni centro, ni izquierda ni derecha; desde adentro se ve más.