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sábado, 14 de octubre de 2017

La pesadilla de educar niños desorganizados

Por Yamy

Los niños se pasan el curso escolar ansiando las vacaciones. Sí, es muy rico descansar de la escuela después de muchos meses de agotamiento mental, y los padres se satisfacen de sus logros, de su pase de grado y tal, pero muy en el fondo muchos desean que vuelvan las clases. La presión en la casa también es mayúscula. Sin embargo, una de las grandes batallas que los padres libran con sus hijos, esencialmente después de largas etapas de vacaciones como en el verano y en la Navidad, es retomar o iniciar el curso escolar con orden y responsabilidad. La limpieza en el ámbito del hogar suele ser también tema preocupante en muchos núcleos familiares, por el desorden que a veces implica el período vacacional.

No son pocas las madres que en las sesiones de Coaching Club manifiestan estar agobiadas, estresadas y con cierto desequilibrio emocional provocado por la anarquía de los juguetes, de los libros de texto, de la ropa y de otros complicados enseres dispersos por las distintas habitaciones de la casa, tal como si hubiesen sido víctimas de una invasión militar o de un registro de la policía. Una situación un poco caótica en cuanto a desorden debido a las normas demasiado relajadas.

De acuerdo con el periódico español ABC, así, de ese modo, es como aparecen en escena los denominados niños “doble D”, es decir, despistados y desorganizados. Dos características comunes, y por culpa de ellas muchos padres pueden llegar a desesperarse. Además, los expertos indican que ambos elementos son clave en el puzzle infinito que resultan el desarrollo cognitivo y la estructuración de la personalidad tanto de niños pequeños como de adolescentes.

La terapeuta y directora de Coaching Club, Verónica Rodríguez Orellana, explica cómo las madres que acuden a sus sesiones con ese problema se enfrentan a la disyuntiva de si deben intervenir decididamente en la organización y la limpieza de las habitaciones de sus hijos, o si por el contrario deben hacer que ellos se responsabilicen totalmente del propio desorden que generan. La posibilidad de que los hijos se hagan responsables indicaría, ineludiblemente, que deberían admitir que existe un cierto (y muchas veces nada desdeñable) desorden, una idea que a las madres, de solo enunciarla ya les desestabiliza.

Se impone la pregunta eterna ¿cuáles serían las líneas educativas para llevar por el camino correcto del orden a los niños? Respuestas puede haber miles, y solo sería la propia iniciativa, la mejor manera y la más acertada. En la educación de los niños nadie tiene la clave, y tanto influye el infante como tal, sus peculiaridades y su personalidad, como las características de los padres. Sus procederes y esfuerzos pudieran resultar con uno, y no obstante con otro niño pudiera ser nefasto. Por tanto, respuesta certera no existe, solo algunas sugerencias y mucho empeño por parte de cada mamá y papá, y la familia toda.

Por una parte, incluso la dispersión o la distracción, consideradas hasta hace poco como enemigas del conocimiento, ahora las nuevas corrientes educativas la contemplan como una capacidad más a desarrollar que consiste en poder estar concentrados en una actividad sin perder la atención que se presta al entorno. Más de uno de nosotros no pudiera hacerlo; y es por eso que la directora de Coaching Club explica que cuando requerimos a nuestros hijos para que nos atiendan mientras les hablamos, nos alarmamos y pensamos que si no están mirándonos y muy pendientes todo el tiempo de cada palabra, es porque no nos hacen caso. Pero no nos damos cuenta, porque lo desconocemos, de que los niños perfectamente pueden estar al tanto de lo que decimos porque cuentan con una habilidad que nos es ajena ya, y que se trata de poder mantener la visión periférica activada mientras están concentrados en otra actividad. La especialista alerta sobre las bondades de esa habilidad, y anima a potenciarla y desarrollarla para que con el tiempo no se pierda.

¿Por qué nos genera tanto disgusto el desorden? Evidentemente causa mucha molestia tener que estar ordenando todo constantemente, y más porque los niños suelen usar ciertos artículos y con el cambio de actividad lo dejan donde haya quedado. Al final muchos padres se pasan la vida recogiendo regueros o llamando la atención, sin éxito, para que sean ordenados.

Existen dos formas de orden. El orden práctico, que nos ayuda a encontrar de manera fácil lo que nos rodea cosas; y el orden rígido, que es obsesivo y tiene que ver con una forma de manejar la angustia frente a la incertidumbre de la vida. Este se apoya en la idea de que el orden es una proyección adecuada del mundo interno de cada quien.

Algunos consejos prácticos pueden ir encaminados fundamentalmente a, en caso de los niños pequeños, priorizar lo funcional a lo estético dentro del hogar. Es importante establecer que la casa ha de ser un sitio para vivir y no un museo, demasiada rigidez tampoco es sano. Si en una casa hay más de un niño habrá que regular la pasión por el orden y compatibilizarlo con las distintas personalidades de los más pequeños. Sería conveniente favorecer una posición intermedia donde haya espacio para enseñar a que cada uno debe ser responsable de sus parcelas personales.