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domingo, 21 de enero de 2018

La sexualización de los más indefensos

Por Janet Rios

Considerado por más de un experto en el tema como forma de maltrato infantil, y aceptado por muchos en varias zonas del planeta, el fenómeno de la sexualización de la infancia es un tema de gran impacto, más aún en un contexto donde la sociedad es constantemente bombardeada por los medios de comunicación y las pautas que estos trazan. Este tema no solo requiere de atención, sino de comprensión y soluciones, pues es una tendencia que supone también la imposición de una sexualidad adulta a las niñas y los niños, que no están ni emocional ni psicológica, ni físicamente preparados para ello.

Los medios de comunicación, frente al fenómeno de la violencia infantil, son un factor determinante tanto para la reproducción de la misma como para prevenirla; a lo largo de este trabajo presentaremos estos aspectos con el fin de promover una cultura de la no violencia; así como para aprovechar dichos medios como una herramienta de prevención de la misma. Tal es el caso que el contenido de la legislación pertinente no ha sido suficiente para garantizar la debida actuación de los medios de comunicación, y para que el Estado haga cumplir los compromisos internacionales y nacionales. A pesar de la lentitud en los avances, hay que reconocer los pocos espacios de contenidos culturales, o bien, asignados a fundaciones en los que se trabaja sobre el tema. Sin dejar de reconocer también la influencia positiva de los medios de comunicación social, queda claro que el manejo no adecuado y no erradicado de la violencia es una de sus prácticas y consecuencias no deseadas.

A comienzos de los años ’80 empezaron a aparecer artículos, tanto periodísticos como académicos, haciendo referencia a la repentina sexualización de las niñas en la cultura contemporánea. El concepto de sexualización entonces era utilizado para describir una mala socialización que como consecuencia generaba una entrada prematura de los niños en las formas adultas de sexualidad.

En la actualidad, las personas aprendemos quienes somos, no sólo a partir de nuestro origen inmediato, es decir nuestra familia y el medio que nos rodea, sino a través de imágenes, de narraciones a través de las cuales, de la misma manera, aprendemos valores y desvalores, formas de comportamiento y socialización, etcétera. La cara de una niña de apenas siete años que juega con los tacones de la madre resulta una escena común, pues desde edades tempranas tanto las féminas como los varones, en busca de aceptación social asumen su identidad de género y repiten patrones que rigen el comportamiento de uno u otro sexo.

Mas, la escena donde aparece la misma pequeña vestida con provocantes atavíos, al estilo de las superestrellas del Paseo de la Fama de Hollywood, o los infantes que cantan estribillos vulgares y explícitamente eróticos, tanto en la escuela como en el hogar, denota señas de un fenómeno conocido como sexualización o erotización infantil, que data de los inicios del presente siglo.

Reconociendo el fenómeno como “muñecas frente al espejo” el concepto de sexualización o erotización infantil alude a una realidad sociológica relacionada con expresiones, posturas o códigos del vestuario que buscan la seducción. Se considera que es un proceso progresivo donde la influencia de las imágenes sexuales que a menudo rodean a los niños, determinan la apreciación sobre sí mismos, y aquello con lo que sueñan ser o poseer.

Esta es la síntesis del Informe Bailey, encargado en 2011 por el primer ministro británico David Cameron, ante las quejas de los padres acerca de la conversión de los menores en consumidores precoces. La noticia en aquel instante para las principales agencias y cadenas televisivas del mundo, disparó las alarmas acerca de una realidad evidente: ¿están los niños de hoy hipersexualizados?

Centros de belleza, certámenes para elegir a misses de 10 años o promociones de bikinis con relleno, orientados al sector más joven de la población, dibujos animados de Barbie o las muñecas Bratz, cuyas figuras exhiben una delgadez extrema, fueron citados en el Informe como las principales detonantes del conflicto. En estos casos también influyen los concursos infantiles de belleza donde solamente prima el tener un rostro, busto, es decir, una figura perfecta de niña-mujer. Y es que entonces esto provoca que muchas niñas con poca edad empiecen a medirse por las apariencias. Incluso, algunas de las competidoras han sido sometidas a explotación por las horas de entrenamiento y prácticas punitivas a las que se ven obligadas.