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miércoles, 31 de enero de 2018

Las tres cartas de amor a Sarajevo

Por sumily

Goran Bregović es un músico nacido en Sarajevo, Bosnia-Herzegovina, la antigua Yugoslavia. De renombre internacional, sobre todo, por ser el autor de las bandas sonoras de diversas películas de fama mundial, Bregović es uno de los populares compositores de la región balcánica. Su obra es una fusión de sonidos de la música búlgara, folclore tradicional con rock, y otros estilos musicales. Es el escritor del tema que simbolizó a Serbia en el Festival de la Canción de Eurovisión 2010. Además, es muy conocido por sus opiniones y declaraciones pro-rusas. Acerca de las sanciones internacionales contra Rusia se pronunció orgulloso de venir de un sitio donde las personas sienten la grandeza que sale del oriente.

A decir del compositor Goran Bregovic, Sarajevo no es solo el nombre de una ciudad. Es un sitio donde la convivencia explota cuando tu vecino de repente insulta porque sencillamente eres de otra religión. Dedicado a su ciudad natal, el último fonograma del artista de 67 años «Tres cartas de Sarajevo» será presentado este 2018 en 130 escenarios acompañado de su Orquesta gitana de Bodas y Funerales.

Bregovic, desde su casa-estudio de Belgrado, narra la historia de un veterano judío que a diario, desde hace 60 años, visita el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén e implora por poner fin a esta guerra entre deidades. Con las colaboraciones musicales de los israelíes Asaf Avidan y Riff Cohen, la española Bebe, y el argelino Rachid Taha, tres baladas para violín rememoran este entendimiento utópico. El instrumento, en este caso, constituye una metáfora.

Pese a que ninguna de las voces estuvo en Apolo, las canciones implantaron bienvenidos matices al hereje guión de tralla folk-punk: un “pero” que asoma en la garganta de Bebe y que las hermanas Radkova representaron con estilo ceremonioso y pausas dramáticas, o un ‘Duj duj’ en el que Redzepi llevó a su manera el descompuesto canto de Rachid Taha. Gestos hispanos, como en ‘Vino tinto’ y ‘Baila Leila’, tonadillas tapadas en un halo de declive y que descosen cierta apología de la embriaguez, una constante, sin lugar a dudas, en el repertorio de Bregovic.

Bregovic, convencido de que la fiesta va más allá de la esnobismo de sus discos, deja en claro una vez más que es el mismo tanto si actúa en el Palau, en el Festival de Pedralbes o en un bar. Bregovic, en un vídeo de 1991, contaba el eco misceláneo de iglesias, mezquitas, y catedrales que repica al mediodía en Sarajevo, sitio donde el Holocausto ya eliminó metódicamente a los herederos de los judíos sefardíes que abandonaron España.

Los serbios vaciaron la ciudad por arrabales sin alma al este, muchos croatas decidieron no volver nunca. Bosnia es un país donde cada vez son desciende en números los censos de quienes se piensan como los otros, refutando definirse por su religión: serbios (ortodoxos), croatas (católicos), o bosnios (musulmanes). Este Sarajevo de armonía constituye hoy un mito cantado por los occidentales, buscado por unos idealistas.

Cada día resulta más complejo entender que no aprendemos nada de la historia, que solo nos empeñamos en repetir la misma guerra cada 50 años. La religión viene entonces a ser una excusa fácil, la única pared para que el pobre no decapite al rico. Al desintegrarse la ex-Yugoslavia tras una serie de conflictos sangrientos, Bregovic, por el contrario que muchos artistas, impugnó la idea de tener que elegir un bando. Su padre era croata católico, su esposa musulmana y su madre, ortodoxa serbia ¿A quién habría tenido que disparar? ¿Contra la familia de su padre, su madre o mujer?

Sin embargo corrió con la suerte de poderse ir y asume el exilo como un elogio, haciendo alusión a una carta de Balcanes, uno de los grandes de la literatura. Ciertamente si quería cumplir con su deber como ser humano, debía abandonar su pueblo, porque allí las probabilidades de realizarse como individuo libre y pleno eran escasas. Bregovic, cuando no está de gira, vive entre París, Belgrado y Sarajevo.

Pese a su historia, vive contento de que sus hijas sean francesas, que vivan en un país normal, sin cuestionamiento políticas internas por el tipo de religión que prediquen, donde el patriotismo que profesan es adecuado y donde no hay que cumplir siempre con el deber de la guerra ni hacer notorios sacrificios. En su tierra, ser patriota implica demasiadas exigencias. Se prevé que el segundo opus de "Tres cartas de Sarajevo", salga para finales de 2018. Hasta el momento su gira no anuncia ningún recital en Sarajevo.